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Entrevista a José Antonio Ruiz de Alegría y Fernando de Pablo

«Santa Teresa debía de tener unos dolores insufribles por su columna»

Los dos expertos han llevado a cabo una tarea singular: un estudio radiográfico de los restos de la santa de Ávila que ha permitido obtener imágenes inéditas que han desvelado secretos sorprendentes

Les llamaron como expertos en radiología —que, además, cuentan con la tecnología más avanzada— para encargarles lo que se convertiría en el trabajo más importante de su vida: llevar a cabo un pormenorizado estudio radiográfico «de un cuerpo del siglo XVI». José Antonio Ruiz de Alegría, gerente general de SSM y Fernando de Pablo Arranz —director comercial de la misma— no podían entonces sospechar de que se trataba de los restos nada menos que de Santa Teresa de Jesús, la gran mística abulense enterrada —gran parte de ella, al menos— en el convento de las carmelitas de Alba de Tormes (Salamanca).

Las operaciones se llevaron a cabo a finales del pasado mes de agosto, y los dos expertos han visitado ahora la sede de El Debate para compartir en primicia la experiencia.

— A ustedes, entonces, ¿quién les llama y qué les dice sobre el «trabajo»?

— J.A.: Desde uno de los hospitales de la provincia de Salamanca nos piden un posible reconocimiento radiográfico de unos restos que, en principio, eran una momia. Posteriormente, un carmelita, el padre Miguel Ángel, contactó con nosotros, y ya empezó a contarnos de quién eran los restos.

— ¿Por qué los carmelitas han querido ahora exhumar a la santa para estudiar los restos?

— J.A.: Parece ser que hace 110 años, en 1914, intentaron hacer lo mismo con los restos, pero el Papa Pío X falleció y se demoró todo. Después se cerró todo el tema del estudio de los restos de Santa Teresa. Hasta el año pasado, cuando se retomó.

José Antonio Ruiz de Alegría durante los trabajos de investigación

— La orden vino del Vaticano, por tanto.

— J.A.: Así es, todo esto viene del Vaticano. Al padre Miguel Ángel le llamaron desde el Vaticano y le dijeron que querían retomar aquel estudio que no se pudo realizar en 1914.

— F: Por lo que nos comentó el patólogo forense que vino del Vaticano, lo que estaban haciendo lo han hecho con varios santos en Italia, porque querían ver el estado de los restos para su mejor conservación. Se sacan los restos para hacer un análisis, ver cómo están y cómo se pueden conservar mejor. Una vez aquí vieron que bueno, que Alba de Tormes no es como Egipto, que es muy seco, sino que aquí hay humedad y que había hongos que estaban afectando a los restos.

— ¿Qué es lo que se encuentran ustedes al llegar a Alba de Tormes?

— F: Cuando nosotros llegamos, el féretro ya estaba sacado. Estaba metido en un sarcófago y hacían falta diez llaves para abrirlo. Nos contaron que, además, las llaves las tenían desde la casa de Alba a la Casa Real y el Vaticano. Tuvieron que traer todas esas llaves.

— ¿Y lo consiguieron?

— J. A.: Sí, de eso se encargaron ellos. Nosotros vimos el féretro una vez que sacaron todos los restos. Además, había un sarcófago de plata que también tenía cuatro llaves. En su interior se encontraban los restos de la santa que estaban momificados. Todo esto lo dejaron ya preparado en una de las habitaciones dentro del monasterio de clausura del convento. Nosotros, cuando llegamos, ya teníamos el cuerpo tumbado en una mesa especial que prepararon y, a partir de ahí, tanto Fernando como yo empezamos a hacer los diagnósticos y todas las placas radiografías que nos demandaba el forense que vino del Vaticano y dos personas más que le acompañaban: un arqueólogo y otro especialista.

Los expertos junto a su equipo

— Pero el cuerpo de Santa Teresa no estaría completo...

— J. A.: Efectivamente, el cuerpo de Santa Teresa está muy dividido. No tenía tráquea, no tenía un ojo, le faltaba la mandíbula inferior, la mano estaba en otro lado, un pie está en Roma...

— ¿En qué estado se encontraba el cuerpo? En ocasiones se ha dicho que estaba incorrupto...

— F.: Incorrupto, literalmente, no. Estaba bien momificado, bastante bien conservado, según comentaron los expertos venidos de Italia, que había investigado ya 40 o 45 procedimientos parecidos.

— J. A.: Parecía que estaba bastante bien conservado. Pero, de hecho, el pie que conservan en el Vaticano está mejor conservado que el resto. ¿Por qué? Por lo que dice Fernando: por la humedad que hay en este sitio. Porque lo han debido conservar de otra forma. Aun así, no estaba mal. La cabeza estaba separada del tórax porque la tuvieron que partir para meterla dentro del sarcófago.

— ¿Hubo algo que, en su dilatada experiencia, les llamara más la atención?

— F: La curvatura que presentaba la columna. Tenía que caminar con la cabeza completamente hacia adelante. ¿Se imagina el dolor que debía tener esa mujer? La verdad es que impresiona. Con el tema de diagnóstico, he visto muchas escoliosis y cosas así, pero lo que vi en ella era una cosa tremenda.

— J. A.: Y si esa mujer ya tenía unos dolores horrorosos, cuando fundó un montón de conventos a los que iba en burro, ese dolor debía de ser insufrible. Esa mujer, el dolor que debía tener en la columna, en el cuerpo.

La urna de plata que contenía los restos de la santa

— ¿Y qué más encontraron?

— J. A.: Esta mujer parece ser que respiraba diafragmáticamente: estaba tan doblada que sus pulmones no funcionaban bien. De hecho, el corazón, cuando lo estuvimos estudiando, estaba muy achatado. Fernando fue el que descubrió que al corazón le faltaba una mitad. Pensaban que estaba entero, pero había un corte que se veía bastante claro dentro de la radiografía. Cuando esta mujer murió, cada uno quiso llevarse lo que pudo.

— El informe que elaborarán los expertos enviados desde el Vaticano, ¿cuándo se hará público?

— J. A.: Más o menos tardará un año. Sobre estas fechas el año que viene, un poco antes quizás, habrá todo un informe de lo que han visto, de que lo han limpiado, porque realmente al final lo que estuvieron haciendo fue separar todas las partes del cuerpo, limpiándolo. La idea final es que esté en una urna bien conservado para que se pueda visitar. Las hermanas recogían todo el polvo que se desprendía y lo guardaban.

F: Se limpiaron porque se estaba literalmente haciéndose polvo, y ese polvo las hermanas lo guardaban porque, al fin y al cabo, son las reliquias de la santa.

— ¿Y qué experiencia personal se quedan ustedes?

— J. A.: La verdad es que ha sido una experiencia muy bonita, diferente a nuestro día a día. Una cosa que nos chocó al principio es que no podíamos subir nuestro equipo. Hemos utilizado un equipo portátil de alta tecnología de última generación de rayos X Mindray MobiEye 700. Las carmelitas tuvieron que pedir un permiso especial para que nos dejaran pasar por un ascensor interior. Pero ha sido toda una experiencia, la verdad, y un reto porque.

— F: Cuando llegamos, nos llevan a un sitio y vimos una escalera angosta que gira. Y yo dije: «Esto por aquí no entra». Y el padre decía: «Esto, con cuatro mozos del pueblo, lo subimos». Pero, si el equipo se les cae, espachurra a uno. Y le dijimos que no, que había que contratar unas máquinas, que hay unos robots que suben escaleras, y entonces el padre al final imagino que lo tuvo que consultar con las monjas de clausura. Estábamos temblando, porque el ascensor era muy justo para entrar con el equipo, pero finalmente entró.