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Mañana es domingoJesús Higueras

«¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?»

Solo es verdadero discípulo de Cristo aquel que está dispuesto a acompañarle en la cruz, que no es otra cosa que aceptar y vivir con serenidad el sufrimiento de cada día que el Señor permite en nuestra historia

En los años 90 del siglo pasado se puso de moda la cultura del «pelotazo», es decir, obtener los máximos beneficios con el mínimo esfuerzo; lo cual no es nada nuevo en la mente humana, pues este domingo veremos que los apóstoles Santiago y Juan también querían hacer lo mismo con su maestro. Se acercan a Él y le piden sentarse uno a su derecha y otro a su izquierda cuando instaure su reino para así estar por encima de los demás.

Con motivo de este gesto de egoísmo, Jesús aprovecha para instruir a sus discípulos acerca de las consecuencias de ser su seguidor. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber? Y ellos, con una inconsciencia total le responden que sí lo harán, porque no advirtieron que Jesús se refería a su pasión y muerte en la cruz.

Solo es verdadero discípulo de Cristo aquel que está dispuesto a acompañarle en la cruz, que no es otra cosa que aceptar y vivir con serenidad el sufrimiento de cada día que el Señor permite en nuestra historia. A todos nos encantaría tener mucha fe para gozar de todos los consuelos interiores o sentirnos siempre en paz por dentro y por fuera. Pero nos olvidamos que el cristianismo no es un método más de autoayuda para conseguir un mejoramiento personal y así ir por la vida sublimando o eliminado los posibles sufrimientos.

Los creyentes sufrimos como los demás, lloramos como los demás y nos rompemos como todo el mundo, lo único que nos diferencia es que somos capaces de invocar a Cristo en ese momento, para ser consciente que mi cáliz de dolor es su cáliz y que el amor solo se puede convertir en realidad cuando estás dispuesto a sufrir con la persona amada o por la persona amada. Aquellos que buscan en la fe y el seguimiento de Cristo un camino que les facilite las cosas están muy equivocados, pues el Maestro advirtió que para ser su discípulo había que cargar con la cruz de cada día. Los apóstoles querían llegar a la cumbre sin pasar previamente por la «espesura de la Cruz» como muy bien expresaba San Juan de la Cruz.

La fe nunca servirá para ser más que los demás o estar por encima de ellos, pues la grandeza del hombre no está en los cargos o en la proyección social, sino en la casi infinita capacidad que tenemos de ser amados para poder amar.