«¿Qué mandamiento es el primero de todos?»
El Maestro no duda en contestar que lo más importante es escuchar, con motivo de la escucha conocer la verdad y amarla.
Seiscientos trece mandamientos tenía la Ley de Moisés. No es por tanto de extrañar que un escriba se acercara a Jesús para preguntarle cuál de todos ellos era el más importante, pues seguro que cumplir todos era imposible y había que priorizar unos sobre otros. El Maestro no duda en contestar que lo más importante es escuchar, con motivo de la escucha conocer la verdad y amarla.
Pero todo comienza en la escucha, que es un ejercicio interior nada fácil, mucho menos en un momento en el que vivimos rodeados de sonidos que no nos dicen nada y de palabras vanas que intentan aturdirnos, para ocultar las verdaderas intenciones de aquellos que las pronuncian.
Una cosa es oír y otra muy distinta escuchar, pues nuestros oídos son capaces de soportar cualquier ruido –humano o no– que nos afecte, pero la escucha es más una operación del corazón que requiere una atención, un respeto y una actitud de dejar que el otro suceda en ti.
Es muy difícil encontrar personas que sepan escuchar sin juzgar, sin que por ello obtengan ningún beneficio y que encuentren gusto en conocer a los otros tal y como son. Pues conocer el corazón humano tal vez sea una de las actividades más bellas y nobles que podamos realizar, ya que significa descubrir las huellas de la belleza divina que están dentro de cada uno de nosotros, aunque estemos llenos de debilidades o defectos. Por eso a las madres les gusta escuchar a los hijos, a los enamorados les gusta escucharse y sobre todo nuestro Dios es Alguien que nos escucha con sumo gusto.
Es propio de las personas ególatras o narcisistas no tener tiempo para escuchar a nadie, pues creen que los demás nunca estarán a su nivel. Si acaso lo hacen es porque creen que van a obtener un beneficio personal o que les va a hacer sentir que son buenos. Pero Dios, que es el gran escuchador, nos invita a imitarle en esta actitud básica de la escucha, que supone perder el tiempo en los otros, querer conocerlos para así amarlos mejor.
Solo quien escucha es capaz de amar, pues ha sido capaz de salir de sí mismo para encontrarse con una realidad distinta a la suya y poder así construir una relación no interesada, tal y como Dios hace con cada uno de nosotros.