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mañana es domingoJesús Higueras

«Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria»

Todos experimentamos una grandísima necesidad de ser acompañados, protegidos y, por qué no decirlo, salvados en tantas situaciones de nuestra historia que nos preocupan o nos esclavizan

No hay cosa más complicada que conducir o caminar cuando las nubes tocan la tierra y se convierten en espesa niebla que dificulta la visión y entorpece la marcha; hay que aplicar los cinco sentidos para estar atento a lo que puede aparecer sin esperarlo e intentar no colisionar o salirse del camino. Así, en medio de la confusión, es como quiere aparecer Jesús con su poder y gloria en el día de su llegada definitiva al mundo. También en el monte Tabor la nube estaba presente cuando el Padre hizo oír su voz para declarar la grandeza de Jesús, pues la nube es un signo de la pequeñez de la criatura frente a la grandeza de su Señor.

Nosotros siempre estamos esperando la llegada de Cristo al mundo y, de un modo especial, a nuestro mundo particular. Todos experimentamos una grandísima necesidad de ser acompañados, protegidos y, por qué no decirlo, salvados en tantas situaciones de nuestra historia que nos preocupan o nos esclavizan.

Por eso el grito de la Iglesia al comenzar un nuevo año es «Ven, Señor» o tal vez «Señor, que note que estás viniendo», pues nada queremos emprender sin tu compañía y protección, nada podemos hacer que no sea con tu asistencia y tu gracia.

La súplica de Adviento es una declaración de nuestra impotencia y su grandeza, especialmente en situaciones apocalípticas como las que anuncia el mismo Señor y recoge San Lucas en su Evangelio, pues habla de grandes espantos, angustias y luchas despiadadas que no harán más que provocar miedo y ansiedad en las personas. Y la verdad es que no hay que esperar al fin del mundo para que tengamos esa experiencia de miedo o angustia, pues no son pocas las veces que las situaciones familiares, sociales o internacionales nos muestran un caos que necesita ser superado para que no nos llenemos de tristeza y desconfianza.

Es en la nube, en la niebla del no ver, del no saber qué hacer o por dónde ir donde Jesús puede aparecer con su gloria y con su poder, pues por el don de la fe podemos abandonar nuestros miedos en su Corazón y dejarnos guiar por sus palabras. ¡Cuántas veces hemos tenido que decir en la vida «ven, Señor»! Pues el don de experimentar la necesidad del auxilio divino es una muestra de su cercanía y de su interés por nosotros.