
San Juan Bosco en el sueño de las dos columnas
Cuando don Bosco recibió en sueños la profecía sobre las persecuciones que sufriría la Iglesia
La Iglesia celebra hoy la festividad de San Juan Bosco, fundador de la congregación salesiana, la segunda más numerosa del mundo
La cara del chiquillo brillaba de emoción mientras le anunciaba a voces la gran noticia a sus compañeros: «¡Don Bosco ha tenido otro sueño y nos lo va a contar!». Era 1862; no había teles, ni consolas, ni móviles, y la mejor forma de pasar el tiempo era escuchar e imaginar historias sorprendentes. Y las de San Juan Bosco lo eran, con un añadido importante: se trataban de profecías que le eran reveladas en sueños.
En total, 159 sueños proféticos que se cumplirían al pie de la letra inmediatamente después o pasado algún tiempo. Algunas de las profecías no las entendía ni el propio santo turinés y no cobrarían sentido hasta después su muerte. Fue el caso de cuando soñó que estaba en la basílica de San Pedro del Vaticano y era elevado hasta que ser depositado en una hornacina a muchos metros del suelo. Sintió vértigo «y, entonces, desperté». Años después de su muerte, un Papa ordenaba instalar una estatua de San Juan Bosco en una hornacina vacía de la basílica de San Pedro...
Las profecías en sueños se trataba de una gracia especial que había recibido el santo fundador de los salesianos, quien también había sido obsequiado con el don de leer las almas para que pudiera guiar mejor a los penitentes en la confesión. De hecho, sus alumnos, cuando iban a confesarse con él –una práctica, la de la confesión, en la que insistía mucho el santo–, relatan que don Bosco les decía: «¿Quieres decirme tú los pecados, o prefieres que te los diga yo?». El penitente, si elegía la segunda opción, escuchaba asombrado el listado completo de sus faltas de boca del santo fundador de los salesianos. En otras ocasiones, si era el chico el que los confesaba, don Bosco, con frecuencia, le escrutaba y le respondía: «¿Seguro que eso es todo? ¿Y qué me dices de esto, y esto, y esto?». De nuevo, el penitente se quedaba boquiabierto al ver la precisión con la que el sacerdote le detallaba pormenorizadamente esos pecados «que nadie le había visto cometer».

El sueño de las dos columnas de San Juan Bosco
El sueño de las dos columnas
«El Pontífice empuña el timón y todos sus esfuerzos van encaminados a dirigir la nave hacia el espacio existente entre aquellas dos columnas, de cuya parte superior penden numerosas áncoras y gruesas argollas unidas a robustas cadenas» (...).
«El combate se toma cada vez más encarnizado. Las proas enemigas chocan contra ella violentamente, pero sus esfuerzos y su ímpetu resultan inútiles. En vano reanudan el ataque y gastan energías y municiones: la gigantesca nave prosigue segura y serena su camino» (...).
«El Pontífice, venciendo y superando todos los obstáculos, guía la nave hacia las dos columnas, y al llegar al espacio comprendido entre ambas, la amarra con una cadena que pende de la proa a un áncora de la columna que ostenta la Hostia; y con otra cadena que pende de la popa la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada. Entonces se produce una gran confusión. Todas las naves que hasta aquel momento habían luchado contra la embarcación capitaneada por el Papa, se dan a la huida, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen mutuamente» (...).
Al terminar de narrar su sueño, san Juan Bosco se dirigió a uno de sus discípulos, el beato Miguel Rúa, para pedirle su opinión sobre la narración. El beato, dubitativo, contestó: «Me parece que la nave del Papa es la Iglesia de la que es Cabeza; las otras naves representan a los hombres y el mar al mundo. Los que defienden la embarcación del Pontífice son los leales a la Santa Sede; los otros, sus enemigos, que con toda suerte de armas intentan aniquilarla. Las dos columnas salvadoras me parece que son la devoción a María Santísima y al Santísimo Sacramento de la Eucaristía».