
Uno de los cofrades antes de salir en procesión
Semana Santa 2025
El único pueblo de España en el que se puede comer carne los viernes de cuaresma
Los viernes de Cuaresma son días de ayuno y abstinencia para los fieles
Con la llegada de la Semana Santa, una de las celebraciones más significativas para los cristianos al conmemorar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, muchas familias retoman una costumbre ancestral que, aunque de raíz religiosa, ha trascendido el ámbito estrictamente espiritual: la abstinencia de carne en determinados días.
Esta práctica, que pervive en millones de hogares alrededor del mundo, hunde sus raíces en los primeros siglos del cristianismo y conserva un profundo valor simbólico. La tradición indica que hay dos jornadas especialmente señaladas para este acto de penitencia: el Miércoles de Ceniza, que inaugura el tiempo de Cuaresma —un periodo de cuarenta días reservado por la Iglesia a la preparación interior para la Pascua—; y el Viernes Santo, día en que se recuerda con solemnidad la muerte de Cristo en la cruz.
Ambos días están marcados en el calendario litúrgico como jornadas de ayuno y abstinencia, tal y como establece la Iglesia católica. Asimismo, en muchos países de tradición hispánica, esta costumbre se extiende de manera voluntaria a todos los viernes de Cuaresma, si bien no constituye una obligación universal para todos los fieles. Esta renuncia temporal a ciertos alimentos, especialmente a la carne, se interpreta como un gesto de sacrificio, penitencia y unión espiritual con el sufrimiento de Cristo.
La excepción
Pese a que la abstinencia de carne durante ciertos días de la Cuaresma sigue siendo una práctica viva entre millones de fieles católicos, existe una localidad española que cuenta con una excepción histórica a esta norma religiosa. Se trata de Meco, un municipio madrileño situado a unos 35 kilómetros al noreste de la capital, con una población que ronda los 15.000 habitantes.Según consta en el Boletín de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, esta singular dispensa tiene su origen en el siglo XV, cuando el papa Inocencio VIII otorgó al municipio una bula que eximía a sus vecinos de la obligación de guardar abstinencia de carne en los días señalados del calendario litúrgico. La concesión se debió al destacado papel del señor de Meco y segundo conde de Tendilla, Íñigo López de Mendoza, quien fue nombrado en 1485 embajador extraordinario ante la Santa Sede por los Reyes Católicos.
Durante su misión diplomática en Roma, Mendoza intervino en el complejo conflicto entre el papa y Ferrante I de Nápoles, logrando una reconciliación que consolidó su prestigio en la Curia. Esta influencia le permitió obtener del pontífice varios reconocimientos, entre ellos la bula que eximía a los habitantes de Meco de la práctica cuaresmal de abstinencia. Como muestra de aprecio personal, el papa también le obsequió una espada que hoy se conserva en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid.
El argumento que se esgrimió entonces para justificar esta exención fue la aparente dificultad de acceso al pescado en Meco, pues en aquella época se creía que era el núcleo poblacional más alejado del mar en toda la península. Aunque hoy se sabe que ese honor recae en el municipio toledano de Nombela, en el siglo XV esta percepción bastó para conceder el privilegio.
La bula concedida a Meco no solo ha dejado huella en los archivos eclesiásticos, sino que también ha sido recogida por la sabiduría popular en forma de un conocido refrán castellano. La expresión «no valer ni la bula de Meco» se emplea para describir situaciones desesperadas o sin solución posible, en las que ni siquiera un beneficio excepcional —como el que gozó esta villa madrileña— serviría de ayuda.