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MONSEÑOR Romà Casanova

O crux, ave, spes unica!

Éste es el cambio de lectura que la fe aporta: la mayor ignominia y el pecado —entregar a la muerte al Hijo de Dios— es fuente de la misericordia divina, de la reconciliación de Dios con la humanidad y de la paz entre los hombres

Actualizada 04:30

Los cristianos nos disponemos a recorrer los días de la pasión y muerte de Jesucristo para acompañarle en su resurrección. Y en este recorrido toma relieve la cruz, el cruel instrumento de suplicio que aplicaba el Imperio romano a los condenados por el delito de lesa majestad. Por eso, Cicerón decía: «La sola palabra cruz debería ser alejada no sólo del cuerpo de un ciudadano romano, sino también de sus pensamientos, de sus ojos, de sus orejas».

Pero los cristianos, puesto que Cristo ha muerto en la cruz, pagando el precio de nuestra redención, la contemplamos no sólo como instrumento de tortura, sino sobre todo como el árbol del que nos ha venido la vida. Éste es el cambio de lectura que la fe aporta: la mayor ignominia y el pecado —entregar a la muerte al Hijo de Dios— es fuente de la misericordia divina, de la reconciliación de Dios con la humanidad y de la paz entre los hombres. Allí, pues, donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia: el amor gratuito e incondicional de Dios a nuestro favor. Nosotros, por tanto, mirando la cruz de Cristo, la saludamos diciendo: O crux, ave, spes unica! (¡Ave, oh cruz, única esperanza!).

Estamos en el Jubileo del 2025, en el que el tema de la esperanza es central. El logotipo de este año santo tiene, entre otros elementos, un ancla en forma de cruz, como una vela que empuja a navegar por los mares de la historia, a la que se agarran quienes representan a la humanidad proveniente de los cuatro puntos del horizonte. Por esta razón, llevados por la intuición del Jubileo, somos invitados a contemplar la cruz de Cristo como única esperanza nuestra.

El autor de la carta a los Hebreos, después de exhortar a aferrarse a la esperanza que da la promesa de Dios, realizada en la muerte y resurrección de Jesucristo, afirma: Esta esperanza, que poseemos como un ancla segura y firme de nuestra vida, ha penetrado más allá de la cortina del santísimo lugar (6,19). En efecto, la imagen del ancla en forma de cruz es sugestiva para comprender la estabilidad y seguridad que poseemos si ponemos la mirada en la cruz redentora, aunque sea en medio de las tormentas de la vida. Debemos tener la certeza de que las contrariedades en el camino de la vida nunca podrán prevalecer sobre la esperanza puesta en Cristo: Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni el presente, ni el futuro, ni poderes, ni altitud, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios revelado en Cristo Jesús, Señor nuestro (8,38-39).

  • Monseñor Romà Casanova es el obispo de Vic (Barcelona)
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