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Hay jinetes de luzPablo Velasco

Asunto: Carta para un retiro de Emaús

Agradecido porque me has permitido un momento de soledad efectiva, comunicable, donde solo aquí podría encontrar estas palabras que vencen el tiempo y construyen esta amistad nuestra edificada en el Misterio

No sé si les ha pasado. Llega un WhatsApp o un e-mail que dice algo así: XX [nombre de un amigo] asistirá a un Retiro. Durante el mismo, en un momento importante para él, nos gustaría que pueda recibir una serie de cartas personales de familiares y amigos. Por ello hemos pensado que le encantaría recibir unas líneas de tu parte, como persona más próxima a él, y además te pedimos por favor que animes a otras personas que tú sepas que son importantes para él a que también le escriban. Serán cartas personales, que van a ser leídas por él en un momento de intimidad. Será una sorpresa, no le debes decir nada.

Claramente es un corta y pega. No te lo han escrito para ti. El asunto y la confianza del remitente (que suele ser alguien cercano a ese XX, casi siempre su mujer, sin ninguna duda responsable directa de que tu amigo vaya a ir a ese retiro) despejan las dudas de spam. El retiro al que alude el texto son los llamados Retiros de Emaús. En multitud de parroquias de España están siendo un acontecimiento que genera todo tipo de frutos espirituales. Cuentan las casas de ejercicios que los acogen que tienen reservado el espacio para los próximos meses, y en cada tanda participan decenas. No puedo contar mucho más de estos porque nunca he participado en uno de ellos, y además mis amigos me dicen alegremente que no me pueden contar nada, que lo que tengo que hacer es ir a uno. Será esto eso del arcano del que hablaban los primeros cristianos.

Volvamos a la petición epistolar. Ojo, que lo que se pide es escribir. Sí, sí, eso que tenemos tan abandonado, aunque nos engañemos diciendo que gracias a las redes sociales y al móvil estamos escribiendo y leyendo más que nunca. Pero ¿cómo negarse ante semejante oportunidad? ¿Cómo no aprovechar poder comunicarnos por escrito con aquellos a los que mas afecto tenemos? Ya lo avisaba María Zambrano: hablar es lo inmediato, una reacción urgente, apremiante, ante algo externo y se convierte en una trampa. Por lo tanto, no nos hacemos íntegramente responsables de ello, porque no brota de nuestra totalidad íntegra. Y de aquí nace la exigencia de escribir, de reconquistar esa derrota sufrida, en un recogimiento. «Escribir es retener palabras, y hablar es ir soltándolas. Y en ese proceso de retención está la reconciliación, reencuentro de una perdida amistad, reafirmación después de un desastre en que el hombre ha sido la víctima».

O mejor dicho en palabras de Carlos Marín-Blázquez en estas mismas páginas hablando de la soledad: «Poner distancia con el mundo y dejar que el alma se oxigene. No en vano, la literatura, el pensamiento, siempre han sido un afán de solitarios, una rara propensión al aislamiento en el que uno se interna con la esperanza de encontrar la pista de un hallazgo que –por paradójico que esto pueda parecer– le ayude a comunicarse mejor con los otros».

Mientras sigo asistiendo con admiración a los frutos en aquellos amigos que han pasado por los retiros de Emaús, y respondo con evasivas a sus invitaciones para que participen yo en ellos (ya saben, nos lo avisó San Pablo en la primera a los Corintios, con aquello de la diversidad de carismas y un mismo Espíritu), abro un nuevo documento:

Carta para XX, con un corazón agradecido. Agradecido porque me has permitido un momento de soledad efectiva, comunicable, donde solo aquí podría encontrar estas palabras que vencen el tiempo y construyen esta amistad nuestra edificada en el Misterio.