Orgullo LGTB y vacío del corazón
Un chico me decía una vez que el desfile era como en un auténtico «mercado de carne»; se sentía muy bien vitoreado por la multitud que aplaudía su cuerpo, pero el vacío del corazón volvía cuando todo acababa
El sacerdote jesuita irlandés James Martin ha hecho una declaración cuanto menos polémica en una revista de Estados Unidos, en la que venía a comparar la fiesta del Sagrado Corazón, que celebramos en este mes de junio, y el desfile del orgullo LGTB, que también acontece en este mes. Literalmente ha dicho: «Tal como yo lo veo, ambos eventos no son contradictorios, sino complementarios. Porque cada uno de ellos nos dice algo sobre cómo Jesús ama. Y es providencial que ambos coincidan en junio».
No quiero juzgar a nadie, solo exponer hechos concretos y la visión acerca de las palabras de un sacerdote. Este artículo lo escribo con pena porque he vivido casi diez años a los pies de la estatua del Sagrado Corazón, en Getafe. Esta espiritualidad ha marcado muy profundamente a cristianos de muchos lugares de España. No me gusta hablar de lo que hace otro sacerdote, pero siento que algo hay que decir. Es cierto que el Sagrado Corazón nos habla acerca de cómo Jesús nos ama. Cristo nos enseña el verdadero amor y para eso no teoriza sino que se hace hombre, nos muestra su corazón, sufriendo y desgarrado hasta el extremo por dar la vida por nosotros. Dice San Pablo a los esposos en su carta a los Efesios: «Amad a vuestras esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella». ¿Y cómo ama Cristo a la Iglesia? Crucificándose por ella, dejándose matar. Esto es amar según el corazón de Dios: dar la vida. Perderla para ganarla. El Sagrado Corazón nos muestra que el corazón de Dios se ha dejado herir para salvarnos. Por amor. Es un corazón misericordioso que siempre nos está esperando para perdonar nuestras infidelidades. Nosotros somos pecadores. Todos. Yo no soy mejor que nadie. Necesito de Dios.
La experiencia de haber hablado con varias personas con atracción al mismo sexo que han participado en el desfile del orgullo LGTB me lo dice: en esta fiesta hay mucha gente muy rota, personas con heridas muy profundas. Un chico me decía una vez que el desfile era como en un auténtico «mercado de carne», se sentía muy bien vitoreado por la multitud que aplaudía su cuerpo, pero el vacío del corazón volvía cuando todo acababa. Otro chico me hablaba de cómo muchos hombres con el corazón roto entraban a este mundo con la esperanza de encontrar sentido a sus vidas, la mayoría terminaban usándose los unos a los otros en busca de algo de cariño y afecto, para acabar más rotos que al principio. Estoy seguro de que muchos de esos corazones rotos están buscando un amor que sane y cure todo. Justo lo que el Sagrado Corazón nos dice.
Jesús ha venido con misericordia a llamar a los que somos pobres y pecadores para abrirnos un camino. Una senda que es estrecha, pero que lleva a la vida. Esto es el Evangelio. Por el contrario, no ha venido a decirnos que todos los caminos son buenos, pues no es así, y que la Iglesia lo dijera y bendijera sería mentir a las personas. Que un sacerdote bendiga y compare con el Sagrado Corazón, un camino que a muchos está haciendo heridas más profundas y llevándoles a pecados más grandes, es una temeridad y una gran falsedad. No es providencial que en el mes del Sagrado Corazón se celebre la fiesta del orgullo LGTB. Fácilmente, se ve de fondo que es algo más turbio y oscuro, pues son frecuentes las burlas y mofas a Dios y a la Iglesia.
Las personas heridas necesitamos de la misericordia de Dios, que nos ama, nos perdona y no nos juzga, pero que nos exhorta a ponernos en el camino bueno de su seguimiento y alejarnos de lo que nos rompe. Siempre les digo siempre a estos chicos que me cuentan sobre la fiesta del orgullo LGTB que nuestro corazón es de quien lo arregla, no de quien lo rompe. Los cristianos hemos de estar atentos y ayudar y acoger, porque no es fácil salir de este mundo. Pero en la caridad entra decir siempre la verdad. Sin duda esto es lo que nos enseña y hace el Sagrado Corazón de Jesús. Debajo de los deseos y afectos de toda persona hay una inmensa sed de Dios y de vida eterna. En saber orientar nuestros deseos a la Verdad de lo que reclaman está la salvación. Cristo ha venido a acompañarnos en ese camino.