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Enrique de los Sagrados Corazones, mártir de la Guerra Civil

Mártires de la Guerra Civil Española

Tuvieron que matarlo enseguida porque «estaba convenciendo» a sus verdugos

En Holocausto Católico del historiador Santiago Mata se encuentran historias de martirio y perdón de los santos de la Guerra Civil Española, como la del escolapio Enrique de los Sagrados Corazones, que lo mataron a toda prisa porque en el trayecto se estaban arrepintiendo de darle el «paseíllo», o la de El P. Gil de Puerto de Santa María, ejemplo de mansedumbre incomprensible

El P. Gil de Puerto de Santa María Andrés Soto Carrera (padre Gil de Puerto de Santa María), era capuchino en Antequera (Málaga), donde fue asesinado el 6 de agosto de 1936.

Sus padres, Andrés Soto y Genoveva Carrera, que gozaban de muy buena fama en El Puerto de Santa María, lo bautizaron en la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de los Milagros el 26 de julio de 1883, recibiendo los nombres de Andrés Anastasio Marcelo Pedro de la Santísima Trinidad. Siendo niño ingresó en el Seminario Seráfico, de donde pasó, una vez finalizados los estudios de humanidades, al noviciado, vistiendo el hábito capuchino el 5 de julio de 1898 y emitiendo su profesión simple el 27 de julio de 1899 y la solemne el 5 de enero de 1.905; fue ordenado sacerdote el 21 de diciembre de 1907.

Respecto a lo futuro, ¿quién, sino Dios, sabrá lo que ha de pasar?P. Gil de Puerto de Santa María

Confesemos a Jesucristo y venceremos

Ocupó muchos cargos difíciles como el de Profesor y Director del Colegio Seráfico, Lector, Vicario, Guardián, Maestro de Novi­cios, doce años secretario provincial y Definidor Provincial. Entre sus virtudes sobresalen con eminencia la obediencia, prudencia, constancia y asiduidad en el trabajo y en el estudio. Vivió entregado a la observancia y a los trabajos encomendados por los superiores. El amor del P. Gil a Dios fue verdaderamente insigne, no rechazó ningún trabajo en donde estuviera el amor de Dios como causa primera y última: así pues, perseveró en la oración y en la mortificación y se apartó de las criaturas para entregarse a Dios y a su trabajo. Fue en todo un hombre de virtud.

El Siervo de Dios fue el pri­mero en salir fuera, sin demostrar arrogancia alguna ni temor, sino mostrándose lleno de mansedumbre

De su epistolario se deduce su gran disponibilidad y su acep­tación plena del martirio. Escribiendo a Sor Inés del Divino Pas­tor, religiosa capuchina de Córdoba, le dice: «Respecto a lo futuro, ¿quién, sino Dios, sabrá lo que ha de pasar? Orar, hacer penitencia y… alerta es lo único que por nuestra parte podemos hacer ¿Mis señas? En el caso desagradable, ¿ quién sabe donde iré a parar?… Si la cosa saliere mal, que el glorioso Arcángel S. Rafael guíe tus pasos y los míos, y que en todo momento seamos de Jesucristo y le confesemos ante todo el mundo, que de esta manera venceremos aun perdiendo la vida, si el caso llega».

El 6 de agosto por la tarde, los asesinos mandaron al P. Gil y a sus compañeros salir del convento. El Siervo de Dios fue el pri­mero en salir fuera, sin demostrar arrogancia alguna ni temor, sino mostrándose lleno de mansedumbre. Mientras se dirigía hacia el monumento de la Inmaculada con sus compañeros, rezando el Libro de Horas, cayó abatido por las balas de sus ase­sinos, terminando su oración junto a Dios en el cielo.

Enrique de los Sagrados Corazones

Enrique de los Sagrados Corazones

El P. Enrique de los Sagrados Corazones Canadell Quintana, sacerdote escolapio de 46 años y oriundo de Olot (Girona), fue asesinado el 17 de agosto de 1936 y beatificado en 1995. Hizo su profesión solemne como escolapio y fue ordenado sacerdote en 1912. Según resume Jorge López Teulón, ejerció el ministerio sacerdotal en los colegios de Mataró, Balaguer y en los dos de Barcelona (Nuestra Señora de las Escuelas Pías, 1928-1930, y San Antonio hasta 1936), «sobresaliendo no solamente como maestro sino también como predicador celoso del evangelio y difusor de la devoción eucarística».

Los milicianos lo llevaron en un coche, lo maltrataron para que dijera el paradero de sus hermanos sacerdotes y lo fusilaron en las cercanías de Castellfollit de la Roca

El 20 de julio se refugió con una familia amiga, pero viendo que ponía esta casa en peligro decidió marchar a Olot, logrando un salvoconducto como maestro y llegando a casa de su hermana con muchas cautelas. Dedicado a la oración y la lectura, y poniendo su vida en las manos de Dios, permaneció en esta casa hasta que en la noche del 17 de agosto registraron la casa, le interrogaron, y reconoció que era religioso escolapio. Entonces los milicianos lo llevaron en un coche, lo maltrataron para que dijera el paradero de sus hermanos sacerdotes y lo fusilaron en las cercanías de Castellfollit de la Roca (Gerona). Uno de los milicianos comentó que tuvieron que matarlo enseguida porque los estaba convenciendo.