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ENORMES MINUCIASCarmen Fernández de la Cigoña

Por qué me gusta la familia

La familia es lo bueno y lo bello, porque es el lugar donde se acoge, se cuida, se aprende y se enseña: lo esencial para la vida del hombre

Cada día nos levantamos con un panorama que nos presenta nuevas ocurrencias, o nuevos desvaríos, de unos dirigentes empeñados en cancelar la libertad. En vender la mentira convirtiéndola en dogma de fe (de una nueva fe que ellos proclaman como única y obligatoria). Empeñados en deshacer las instituciones para que estén al servicio de sus intereses y de los nuevos dogmas.

Con todo, a pesar de lo burdo que es, a pesar de lo cansino, lo cierto es que van avanzando en la difusión de la confusión y la mentira. En copar las instituciones. Y si no pueden, las destruyen o las dejan inoperativas. Parece que sus avances no tienen fin. O al menos actúan como si nunca fueran a parar, y, por si acaso, como si no hubiera un mañana. Así que hay que correr.

Por eso nos toca a nosotros poner freno. Y para ello lo primero que hay que hacer es reconocer lo bueno y lo bello, para desde ahí, poner pie en pared y defender a la persona, su vida y hacer una sociedad mejor para que pueda desarrollarse en ella con libertad.

No puedo dejar de mirar a la familia. A la mía y a la familia como institución. Lo que es y lo que quieren que sea.

Lo que es la familia es lo bueno y lo bello. Porque es el lugar donde se acoge, se cuida, se aprende y se enseña. Lo esencial para la vida del hombre. El lugar donde se comienza la vida y donde uno siempre sabe que ese es su sitio. Como dicen ahora, la zona de confort, que siempre está, siempre responde. Donde se aprende a amar y a vivir.

Es el lugar de la verdad. Porque precisamente ahí, donde te quieren y porque te quieren es donde te van a decir la verdad. Que no siempre te gusta (si no, no sería la verdad) pero que siempre ayuda, aunque cueste.

Es el lugar donde se comparte. Precisamente porque se comprueba que uno no está solo, que tiene a otros alrededor. Te sostienen, te «pinchan», te mejoran, te apoyan, a veces te sacan de quicio, … pero gracias a ellos, a tus padres, a tu marido (o tu mujer), tus hijos, tus hermanos y sus familias, gracias a toda la familia, sabes que nunca vas a estar solo. Eso hay que aprenderlo, hay que vivirlo, y hay que gritarlo a los cuatro vientos en un mundo en el que la soledad es un problema cada vez más dramático.

Es el lugar donde se ríe y se llora juntos. Se viven los éxitos y se comparten las penas, ayudando a superarlas. Y el hecho de vivirlos juntos, de compartir, une y fortalece todavía más. Porque te arraiga, te sostiene, te indica con crudeza y con cariño (que son perfectamente compatibles) todo lo que no has hecho bien o debes mejorar.

Es el lugar y el hogar de la ternura. Donde se aprende a querer y a querer bien. Porque eso que ahora llaman amores o relaciones tóxicas no son amor y no son querer. En la familia se aprende a querer la debilidad y la fortaleza; la vulnerabilidad, la necesidad y la plenitud. Porque es donde se aprende a querer a la persona, a las personas, con todo lo que son. No a la idealidad, sino a la realidad.

  • Carmen Fernández de la Cigoña es directora del Instituto CEU de Estudios de la Familia. Doctora en Derecho. Profesora de Doctrina Social de la Iglesia en la USP-CEU. Esposa y madre de tres hijos