Ni Cuba, ni Venezuela. Portugal
No se trata de Cuba, ni de Venezuela, ni de la antigua Unión Soviética, ni de los campos de reeducación de Mao. No. Es nuestro vecino fronterizo.
Recuerdo cómo hace años me impactó la noticia de que el gobierno de Venezuela quería desarrollar un proyecto de ley por el que la patria potestad de los hijos sería compartida entre los padres y el Estado. Más allá del bulo, del matiz, de la salida de menores del país… de los votos de las cámaras y la propia vigencia de la ley, no cabía en mi cabeza que el Estado pretendiera decidir sobre la vida de los hijos en contra del parecer de los padres. Salvado claramente el caso de la comisión de un delito de los padres con respecto a sus hijos.
Solo en los regímenes totalitarios cabe que las decisiones sobre la vida de los hijos, cuando estos son menores, le corresponda tomarlas al Estado. Y nos vienen a la cabeza distintos Estados totalitarios en los que sabemos que, de hecho, es así. Pero nosotros no queremos que el Estado sea totalitario.
Cuál no será mi sorpresa cuando hace unos días me llega la noticia de un caso en el que el actual Ministro de Educación portugués está empeñado en obligar, contra el parecer de sus padres, a unos niños a estudiar la asignatura Ciudadanía y Desarrollo, plagada de contenidos de ideología de género, interculturalidad no neutra, feminismo más bien radicalizado, sexualidad con o sin afectividad.
La verdad es que leyéndolo me suena a algo conocido. No solo por su similitud con algunas asignaturas del currículo escolar español, pasado y futuro. También porque a pesar de «ser una cuestión menor» para los medios de comunicación, de la que apenas nadie se hace eco, en el ámbito educativo sí había llegado algo de la noticia.
Y es que Joao Costa, actual ministro de educación de Portugal y anteriormente Secretario de Estado de educación, ha sido muy protagonista en el caso de estos niños. Que, aún teniendo buen expediente, fueron amenazados con tener que repetir (incluso dos cursos ya superados) por no haber seguido las clases de una asignatura que, para sus padres, era claramente contraria a su conciencia. Y en la siguiente vuelta de tuerca, con el plantearse el que los niños, durante el periodo escolar, no estuvieran al cuidado de los padres. Con pregunta incluida en las Cámaras, para que se diera algún tipo de explicación a una sinrazón que solo desde el sectarismo más impositivo se puede explicar.
Y no se trata de Cuba, ni de Venezuela, ni de la antigua Unión Soviética, ni de los campos de reeducación de Mao. No. Es nuestro vecino fronterizo, miembro de la UE.
No puedo dejar de acordarme de nuestra ex Ministra de Educación y su afirmación de que «de ninguna manera se puede entender que los hijos pertenecen a los padres». Pero con una perspectiva mucho más aterradora.
Porque los padres sabemos que los hijos no son objeto de nuestra propiedad. Que tenemos su guarda y custodia, y que en el ejercicio de la patria potestad lo que debemos hacer, y queremos hacer, es ayudarles y acompañarles en su crecimiento, su maduración, su adquisición de libertad. Todo eso tiene mucho que ver con la educación.
Pero parece que el Estado sí cree en la pertenencia. En la dependencia. En que las nuevas generaciones crezcan tragando tan solo lo que la nueva censura del Estado proporciona.
El ejemplo que ha dado Portugal es nefasto. Pero no es mejor lo que les espera a nuestros adolescentes con toda la nueva legislación (sesgada, sectaria y falaz) que este gobierno va imponiendo.
- Carmen Fernández de la Cigoña es directora del Instituto CEU de Estudios de la Familia. Doctora en Derecho. Profesora de Doctrina Social de la Iglesia en la USP-CEU. Esposa y madre de tres hijos