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El momento en el que uno de los silos de grano en ruinas tras la explosión de 2020 del puerto de Beirut colapsa y se derrumbaAFP

Los cristianos se niegan a abandonar el Líbano, dos años después de la explosión del puerto de Beirut

Durante años, este pequeño país ha supuesto un territorio de acogida para los cristianos de los países fronterizos que sufren el terrorismo y la persecución religiosa

El 4 de agosto de 2020 el puerto de Beirut sufrió una explosión que dejó 230 muertos y más de 6.000 heridos. La pérdida del motor económico de la zona y la migración masiva de los jóvenes ha provocado una gran escasez en Líbano, un país que antaño era conocido como la Suiza de Oriente Medio y en el que ahora es todo un desafío encontrar pan, leche o trabajo. Dos años después, las heridas del ataque aún no han cicatrizado y muchos cristianos han huido. Pero no todos.

«Hemos resistido a todas las persecuciones del pasado y permanecido en nuestra tierra. Hay un gran amor de los cristianos por su tierra y por su fe. Será difícil hacer salir a los cristianos del Líbano», pronostica Georges Breidi. Este sacerdote libanés está terminando su tesis en Roma, sigue en contacto con los cristianos de su tierra y forma parte de la Congregación de Misioneros Libaneses Maronitas. Los maronitas son una Iglesia católica oriental con una fuerte (aunque menguante) presencia en Siria y Líbano.

El sacerdote libanes Georges BreidiR.M.

Breidi no endulza sus palabras al hablar de su país. «Puedo decir que la situación en el Líbano no es fea, es catastrófica», cuenta a El Debate. El sacerdote maronita se dio a conocer sin buscarlo en 2020 durante una audiencia general en la que el Papa Francisco le vio con una bandera del Líbano y le pidió subir al escenario para rezar juntos. «Fue el primero en el mundo entero en decirle a este pueblo `estoy a vuestro lado, siento vuestro dolor y vuestro grito´», relata emocionado.

Desde entonces los gestos de Francisco no han dejado de sucederse. El 4 de septiembre de aquel año convocó una Jornada Mundial de ayuno y oración por el Líbano. Se ha reunido en varias ocasiones con líderes políticos como el exprimer ministro Saad Hariri. Y lo que es más importante a ojos de Georges Breidi, el 1 de julio de 2021 convocó en Roma una Jornada de oración con los líderes de las 18 confesiones religiosas que conviven en el país. En realidad no se juntaron solo para rezar sino también para pensar juntos la paz. «Lo que ha hecho el Santo Padre por el Líbano, creo que no lo ha hecho ningún otro país del mundo. El Vaticano siempre ha rezado por el Líbano, siempre ha hablado del Líbano. Precisamente porque el Santo Padre no solo sabe bien el rol del Líbano para Oriente Medio, también es una Tierra Santa», opina el maronita.

Ese rol del Líbano sobre el que Breidi habla es público en el Vaticano y su posible desaparición es una de las principales preocupaciones de Francisco. Durante años, este pequeño país ha supuesto un territorio de acogida para los cristianos de los países fronterizos que sufren el terrorismo y la persecución religiosa. «Si leemos la historia de los últimos veinte años, hemos visto que Irak estaba llena de caldeos y ahora está vacía de cristianos. Siria estaba llena de grecocatólicos y ahora son menos del 1 %, una minoría», analiza Georges Breidi.

Ahora, debido el clima de violencia e inseguridad del país, muchos cristianos que llegaron desde Irak o Siria se están marchando junto a los libaneses que llevaban generaciones en su tierra. «En cada familia libanesa hoy hay al menos dos hijos que están buscando salir, encontrar un poco de esperanza, de vida, fuera del Líbano», revela Breidi. El sacerdote observa con tristeza cómo su país se vacía de católicos. «Hay más de diez millones de maronitas en el mundo, pero en el Líbano son muchos menos». Una paradoja teniendo en cuenta que el país fue fundado por eremitas en el monte Líbano y que, en el segundo aniversario de la explosión del puerto, el patriarca Béchara Boutros Raï, máxima autoridad de los maronitas, recordó que los cristianos no son solo una parte del país sino «una estructura constitutiva del Líbano».

«La justicia y la verdad jamás pueden ser ocultadas»

El patriarca maronita Béchara Boutros Raï lleva dos años llamando a varias puertas, sobre todo a las del gobierno libanés, para conocer quién estuvo detrás del ataque al puerto de Beirut sobre el que aún hay muchas incógnitas por despejar. Pide lo mismo que el Papa en la audiencia general de hace apenas diez días: «Rezo por quien pueda ser consolado en la fe y reconfortado en la justicia y la verdad, que no pueden jamás ser ocultadas», dijo entonces Francisco. En aquella ocasión el Papa pidió también el apoyo de la comunidad internacional para que el Líbano pudiera «renacer manteniéndose fiel a su vocación de tierra de paz y pluralismo».

Al preguntarle sobre quién cree que estuvo detrás del ataque al puerto, Breidis responde con una mezcla de humor e indignación: «Si te digo lo que todos sabemos, me matarán mañana. Puedes venir a mi funeral». A su juicio, el Líbano se ha convertido «en un país en el que no puedes decir la verdad». «No puedes decir que hay un grupo haciendo daño a nuestro pueblo, no puedes decir que están matando a nuestros hijos. Vas a la cárcel o a la tumba», denuncia.

El sacerdote maronita insiste en que, por muy buena que sea la voluntad del Papa y del patriarca Raï, «la Iglesia sola no puede». «Necesita la mano del Gobierno, la mano del pueblo. Si la Iglesia reza y piensa cómo conseguir la paz pero está sola, no se puede hacer nada», reivindica. Considera que un gran paso adelante por la convivencia sería una visita del Papa. Teóricamente iba a suceder este año. Francisco anunció en el vuelo de vuelta de su viaje a Irak que el Líbano sería su próximo destino, pero sus problemas de salud entre otros factores lo han impedido. De hecho, la televisión del país llegó a anunciarlo, pero finalmente el Vaticano lo desmintió. «Nuestra tierra necesita mucho la bendición y la presencia del Santo Padre porque es un hombre de paz», opina Georges Breidi. Y concluye subrayando que «aunque la explosión ha destruido el corazón y los ánimos de muchos libaneses, no ha podido con la esperanza».