«Aceptar estas pruebas del matrimonio no es una condena a muerte (...) En la Escritura hay un texto en el que, a pesar de su importancia, muy poca gente piensa. Lo encontramos en Corintios: El marido no creyente es santificado por la mujer, y la mujer no creyente es santificada por el marido creyente (1Cor7,14). Es decir, los méritos, las oraciones, los sufrimientos, la paciencia, la mansedumbre del uno pasa al otro (...) Existe una comunicación espiritual que no proporciona mucha satisfacción romántica, pero sus beneficios son eternos. Después de tantas infidelidades y excesos, más de un esposo y más de una esposa se salvarán el día del juicio porque el cónyuge fiel no dejó nunca de derramar oraciones por el otro.»