Candela, la niña argentina cuya curación ha hecho beato a Juan Pablo I
«No podemos hacer nada más por ella. Cande se muere esta noche». Esto fue lo que su médico le dijo a Roxana Sosa, la madre de esta niña argentina, entonces de 10 años, el 22 de julio de 2011. Tras esto, puso rumbo fijo en medio de la noche hacia la parroquia cercana a la clínica donde Candela Giarda estaba ingresada, a la que solía ir a rezar y donde había conocido al sacerdote José Dabusti.
La propuesta del párroco fue una sorpresa: pedirle la curación de Candela a Juan Pablo I, un Papa desconocido y con una muerte misteriosa, pero que el cura admiraba desde pequeño por su sonrisa y su humildad. Le pidieron un milagro y el Pontífice de los 33 días así se lo concedió. A la mañana siguiente la pequeña comenzó a mejorar sin que los médicos pudieran explicarse el cómo ni el porqué. Hoy tiene 21 años, estudia, trabaja y atrás ha dejado la clínica, los medicamentos y la rehabilitación. También hoy, domingo 4 de septiembre, el Papa Francisco beatifica al Papa de la sonrisa tras reconocer la curación de Candela Giarda como un milagro obrado en su intercesión.
A los 10 años, esta niña de Paraná comenzó a tener dolores de cabeza. Roxana, su madre, pensaba que necesitaría gafas y la llevó al pediatra y al oftalmólogo. Pero lo que comenzó como un malestar se volvió en vómitos constantes y altas fiebres, que llevaron a Roxana Sosa a llevar a su hija Candela a urgencias en el mes de marzo. Desde esa misma noche permaneció ingresada y comenzó la peregrinación de su madre por distintos hospitales de toda Argentina, porque en su Paraná natal no tenían los recursos para tratarla. Así es como Candela viajó en ambulancia durante una noche entera hasta la Fundación Favaloro, en Buenos Aires, mientras que iba cayendo lentamente en coma.
«Los milagros existen»
A la pequeña le fue diagnosticado síndrome epiléptico por infección febril, una encefalopatía epiléptica muy poco frecuente con un mínimo porcentaje de supervivencia, cuya prevalencia se ha estimado en un caso cada 100.000 niños y adolescentes.
Los médicos de la clínica Favaloro, donde Cande era tratada, no podían hacer nada más por ella. A la familia le habían aconsejado incluso volver a Paraná para que la menor pudiera morir en casa. Pero tras la noche del 23 de julio, sus constantes vitales fueron recuperándose, su fiebre remitiendo y sus ataques epilépticos (que venían siendo diarios) cesaron.
Ahora, Candela tiene 21 años, sigue viviendo en Paraná en su casa familiar y va a la universidad. Aunque no recuerda nada de esa época, ella misma reconoce la obra que se obró en ella gracias al Papa de la sonrisa de esa época de su vida. El pasado noviembre el Papa Francisco autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos a promulgar el decreto sobre la curación milagrosa atribuida a Juan Pablo I, gracias al que va a ser proclamado beato. Rosana, la madre de la familia Giarda, así lo expresa: «Los milagros existen, yo lo he visto con Cande».