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George MacDonald y su mujer, Louisa, en su 50º aniversario

El abuelo olvidado de 'El Señor de los Anillos' y 'Narnia' que unió fantasía y espiritualidad

Por el éxito de la serie Los anillos de poder, recuperamos la figura de George MacDonald, «ascendencia directa» de la generación de J.R.R. Tolkien o C.S. Lewis

Antes de la polémica en torno a Los anillos de poder estaba El señor de los anillos... pero antes de El señor de los anillos estaban las obras de George MacDonald, el sacerdote y escritor escocés cuyas obras tuvieron una influencia capital en el círculo de J.R.R. Tolkien y C.S. Lewis. Muchos años antes del Anillo Único o de Aslan, MacDonald ya exploró las relaciones entre lo fantástico y lo espiritual en obras como Fantastes o La princesa y los trasgos.

«La literatura sobrenatural de MacDonald destaca por su giro místico», apunta la investigadora independiente Leticia Cortina, y añade que usa los elementos fantásticos o mágicos para introducir una dimensión espiritual y abordar temas escatológicos, vinculados a la salvación. Esta preocupación –comenta Cortina– diferencia a MacDonald de sus coetáneos, como J. M. Barrie, creador de Peter Pan, o Lewis Carroll, el autor de Alicia en el País de las Maravillas.

Según Cortina, encontramos una «ascendencia directa» entre esta generación –bautizada como «la edad dorada»– y los escritores británicos que les sucedieron. «Muchos –añade– consideran a MacDonald el abuelo de los Inklings», el cenáculo literario de Oxford integrado por Lewis, Tolkien o Charles Williams. El escocés también influyó en otros grandes literatos como G.K. Chesterton: el autor de El hombre que fue jueves escribió en el obituario de MacDonald que fue «uno de los tres o cuatro grandes hombres del siglo XIX» y dijo que leer La princesa y los trasgos «marcó una diferencia en mi entera existencia».

Predestinación o misericordia

George MacDonald nació en el pueblo escocés de Huntly en diciembre de 1824, y tuvo una infancia feliz, en un entorno rural y con una familia de profunda fe calvinista. Desarrolló desde pequeño inquietudes intelectuales y literarias, y sintió la llamada de Dios al ministerio sacerdotal, pero tenía un conflicto con la noción de predestinación. «Él había experimentado unos padres amantísimos, así que no le encaja cuando le dicen que Dios es Padre y ama… pero que solo quiere salvar a una pequeña fracción de sus criaturas», señala Cortina.

MacDonald se graduó en Química y Física en la Universidad de Aberdeen en 1845, y cinco años después fue ordenado ministro de la Iglesia Congregacional de la Trinidad de Arundel. Sin embargo, su insistencia en predicar sobre el Amor universal de Dios y la redención provocó que le recortaran el salario a la mitad y, después, fuera invitado a irse. Como escritor, tuvo la suerte de caerle en gracia a Lady Byron, la viuda del poeta Lord Byron, quien le introdujo en los círculos literarios.

Detalle de la portada del CD 'The Princess and the Goblin´Oasis Audio

Su producción abarca desde recopilatorios de sermones hasta literatura realista, pero sus obras más conocidas e influyentes se mueven en el terreno de la fantasía simbólica, para un público tanto infantil como adulto. «No escribo para niños –apuntaba MacDonald–, sino para los que son como niños, tengan cinco, cincuenta o setenta y cinco años». Según explica Cortina, los autores de este periodo victoriano «entendían la infancia como un estado de pureza espiritual». Se reivindicaba el mundo experiencial del niño, y se entendía que el hombre debe volver a mirar su infancia para recuperar cierta autenticidad.

En esta línea se mueven algunas de sus obras más conocidas como –además de las ya citadas– La princesa y Curdie, La llave de oro o Lilith, una de sus historias más oscuras, y que gira en torno al final de la vida y la salvación. En su ensayo Sobre los cuentos de hadas, de hecho, Tolkien destacaba que «la muerte es el tema que más inspiró a George MacDonald».

Admiración y desencuentros

Al analizar cómo fue la influencia de MacDonald en la siguiente generación, Cortina habla de una «inmensa alimentación mútua». La investigadora canadiense Kirstin Jeffrey Johnson, co-editora del libro Informing the Inklings, habla de MacDonald como un pionero, «un cuentacuentos para cuentacuentos», mientras que el profesor Stephen Prickett habla de «una sucesión apostólica de mitopoiesis» entre el círculo de MacDonald y los Inklings.

En el caso del autor de Las Crónicas de Narnia, encontramos una admiración absoluta. C.S. Lewis elogió constantemente a MacDonald, a quien consideraba su maestro, e incluso lo incluyó como personaje en El gran divorcio. «Apenas conozco otro escritor que parezca más cercano, o más continuamente cercano, al Espíritu del mismo Cristo», escribiría Lewis, que vivió con dolor cómo la figura del escocés caía en el olvido tras su muerte, hasta que fue recuperada en los años 70 y 80 del siglo XX.

En relación a Tolkien, no obstante, Cortina añade un matiz. Destaca la gran importancia de la obra de MacDonald en los inicios del autor de El señor de los anillos, pero apunta que durante su vejez, Tolkien se distanció del gusto por el simbolismo empleado por el escocés. «Tolkien no trabaja con alegorías», dice, y señala que su obra tiene carácter mítico y acude a cuestiones antropológicas universales, que no tienen una correspondencia exacta en nuestra realidad concreta.