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cartas de la ribieraArmando Zerolo

Scariolo presidente

Scariolo traía la sonrisa del que ya ha ganado todas las batallas, y no la del amargado que se siente víctima del sistema

España no ganó el oro europeo de baloncesto, ganó un presidente. La rueda de prensa posterior a la final es un monumento a la política, una lección magistral para una escuela de negocios, una catequesis para los niños, un cursillo matrimonial y un curso CCC para la vida buena.

Scariolo se plantó con su buena cara ante el micrófono, lo celebró con una buena sonrisa y dijo, con toda sencillez: «No os imagináis cuánto de esto viene desde atrás. (…) Cuánta gente está detrás. Yo estoy en la primera línea, pero represento muchísima gente, todas las categorías inferiores, todos los que han ayudado a crear esta personalidad y estos valores, los jugadores que ya no están, que nos han ayudado a explicar a los jóvenes cómo se gana; es un conjunto de muchos factores». Y nos dio una lección a todos.

Nos explicó lo que es la clase media, porque esta selección la ha ganado la clase media del baloncesto, la currante, de la que no se esperaba mucho y que cargaba con todo el equipo. Hizo el retrato del buen gobierno, como los frescos del ayuntamiento de Siena, y nos dejó claro de qué va la historia. La victoria y el éxito son solo la cara visible de lo realmente importante, que es lo que está detrás.

La batalla por los impuestos, por bajar los que no importan, por atacar a las clases medias, a las familias, por condenar la transmisión gratuita o despreciar la exclusión social, se ceba con las apariencias, pero rara vez entra al fondo. Scariolo no venía a hablar de esto, y por eso traía la sonrisa del que ya ha ganado todas las batallas, y no la del amargado que se siente víctima del sistema.

Lo dejó muy claro «yo estoy en primera línea, pero represento a muchísima gente». Y aquí lo dijo todo, porque si todos y cada uno de nosotros nos sintiésemos representantes de todos lo que nos han precedido hasta llegar donde hemos llegado, la cosa cambiaría.

Empezaríamos por dar las gracias. Gracias por lo recibido, gracias porque estás ahí, gracias por los que me educaron, por los que me dieron de comer, por el que inventó la rueda que ahora me permite moverme, y por el fuego que me calienta, gracias por la vida recibida.

Y asumiríamos entonces que ser representantes de toda esa gente significa también ser responsables de nuestros muertos y de nuestros hijos, y que la transmisión de la vida, como en el deporte, depende de las personas que han estado ahí, que han jugado, sudado y luchado. Que el saber ganar, como el saber vivir, no se transmite ni en los libros ni en la burocracia, sino en una red de convivencia humana que nos va haciendo cada vez más grandes.

Scariolo se ha ventilado de un plumazo la discusión sobre la meritocracia, el intervencionismo y el distributismo. Nos ha explicado, con su agradecimiento, que la victoria es solo el lado más visible de una realidad oculta que es mucho más valiosa. Las categorías inferiores, con los padres ocupándose de llevar a los hijos, los entrenadores, utilleros, instalaciones, administración, etc. Todo un colchón que es un trampolín.

La realidad oculta de ese tejido humano es mucho más fuerte que la victoria visible. La victoria sólo vale cuando se gana, pero la humildad de lo invisible tendría exactamente el mismo valor si España no hubiese ganado.

La discusión sobre el mérito y la fiscalidad debería centrase en fortalecer el tejido social que nos hace grandes a todos, en lugar de tratar de convertirnos en medallistas de última hora.