«Los estigmas, que le marcaron en el cuerpo, le unieron íntimamente con el Crucificado-Resucitado. Auténtico seguidor de san Francisco de Asís, hizo propia, como el Pobrecillo, la experiencia del apóstol Pablo, tal y como la describe en sus Cartas: «con Cristo estoy crucificado; y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gálatas 2, 19-20); o también: «en nosotros actúa la muerte, en vosotros la vida» (2 Corintios 5,12)».