Fundado en 1910
enormes minuciasCarmen Fernández de la Cigoña

Un Gobierno que se empeña en la muerte

Muy enferma tiene que estar una sociedad para que quiera comprar, quiera votar ese horizonte de muerte, soledad y desesperación

Hace unos días aparecía la noticia de lo que el Gobierno de España va a gastar los abortos que se van a realizar en nuestro país a cuenta de la nueva ley del aborto y de lo que este Gobierno de la muerte está empeñado en su misión de arruinar y devastar España.

Es llamativo este empeño en la muerte. Y con la muerte, la ruina, la soledad, la desesperación… No porque sea sorprendente que un gobierno como este ponga una grandísima parte de sus esfuerzos y sus recursos en defender un programa y una agenda así. Eso ya lo esperábamos y ellos lo anunciaban. Lo sorprendente es que pueda tener el menor atractivo, la más mínima acogida por parte del entorno social. O al menos de una parte considerable de ese entorno. Muy enferma tiene que estar una sociedad para que quiera comprar, quiera votar ese horizonte de muerte, soledad y desesperación.

Más o menos por las mismas fechas he tenido la fortuna, el privilegio podría decir, de que me invitaran al primer Congreso que 40 días por la vida organizaba aquí, en España. Lo cierto es que cuando iba hacia allá, lo hacía pensando en la labor encomiable que desarrollan, y también en, en lo que cada uno pueda, la responsabilidad que deberíamos sentir de apoyar y ayudar en iniciativas tan loables como procurar salvar vidas. Cada uno buscando la manera en la que poder colaborar, con ellos o con otros similares, en algo en lo que es difícil no estar de acuerdo. Proteger la vida humana. Salvo que seamos tan sectarios que pensemos que solo hay que proteger la de algunos.

Pero además en este caso sentía aún más la urgencia de poder estar con ellos, al menos algo de tiempo, precisamente por las circunstancias que viven gracias a la actuación de este gobierno. De verdad que sigo sin dar crédito a que hayan convertido en delito el intentar salvar vidas y el rezar en la calle, y que todos los defensores de la libertad, los que lo son de verdad, y los que sin serlo alardean, no estén protestando todos los días por semejante barbaridad.

Pero junto a eso también tengo que reconocer que no sabía muy bien que me iba a encontrar. Porque el miedo es libre y a nadie le apetece que le amenacen con sanciones e incluso con la cárcel, por más que no pudieran sancionarte por la mera asistencia a un Congreso. Pero en esta sociedad nuestra, en la que no es raro ver cómo algunos se ponen de perfil cuando vienen mal dadas, no sabía cuánta gente acudiría, qué ambiente habría, cómo estarían los organizadores...

Tengo que decirles que no pude salir más contenta de ese Congreso. La asistencia fue más que sobresaliente. No me detuve a contar las personas, pero desde luego se acercarían a las doscientas. Un sábado, en las inmediaciones de Madrid, con las miles de cosas que siempre tenemos que hacer, quizá para no hacer las cosas que verdaderamente importan. Jóvenes universitarios, jóvenes profesionales y otros algo menos jóvenes, constituían el público asistente al Congreso. Nacionales y extranjeros. Y todos compartían el convencimiento de que la vida importa y el empeño de ofrecer su trabajo y su oración, si con eso conseguían salvar la vida de un bebé. Y un ambiente de alegría, de encuentro y de compartir.

Veo el empeño del gobierno y sus socios por una parte, y el empeño de quien defiende la vida y la libertad.. No hace falta decir con cuál quiero estar.

  • Carmen Fernández de la Cigoña es directora del Instituto CEU de Estudios de la Familia.