No son tanto los antepasados los que se veneran, sino nuestros padres en la fe, poniendo así de manifiesto porque, para los cristianos, y de acuerdo con las enseñanzas evangélicas, la familia de la fe era más importante que la familia de la carne (y , dicho sea de paso, eso también preservaba para la familia de la carne su lugar verdadero, evitando la idolatría de la familia o de la tribu, acaso la más antigua de las idolatrías).