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Santiago Huvelle

Amazon yTolkien, una reflexión sin polémica

La serie no tiene pretensión mítica. Es una historia llana, una trama interesante, pero sin el brillo profundamente humano del mito

Ahora que las aguas se han calmado un poco podemos decir algo sobre Tolkien y la serie de Amazon sin la preocupación de vernos engullidos por la furiosa polémica de semanas atrás.

Los anillos de Poder no tienen la impronta de Tolkien, pero no porque simplemente yerren en una cuestión de trama, o porque traigan personajes inexistentes o incoherentes con su raza, su linaje o lo que conocemos de ellos por el Silmarillion. El problema de fondo es que la serie de Amazon no tiene justamente eso, fondo, es decir, no tiene pretensión mítica. Es una historia llana, una trama interesante, pero sin el brillo profundamente humano del mito. En cambio, sabemos que Tolkien concibe la historia de la Tierra Media desde la hondura del mito.

En lenguaje coloquial mito es una mala palabra, cargada de un sentido peyorativo que la emparenta con palabras como mentira, ficción, engaño, ilusión. Esta forma de entender el mito tiene su raíz en haber forzado su sentido. Dado que el mito tiene que ver con el conocimiento y la transmisión del saber, se lo ha querido comparar con la forma más prestigiosa de conocimiento en nuestra época, el conocimiento científico. Pero no se ha visto que mientras que la racionalidad científica se enfrenta y resuelve problemas, el ámbito de la razón mítica es el misterio. Misterio frente al cual la humanidad debe medirse en cada generación, en cada individuo. El sentido del sufrimiento, del amor, de mi propia libertad y razón de ser. De la muerte, la belleza o la perplejidad que despierta el rostro de un recién nacido. No hay recetas para afrontar el camino de la vida que todos debemos transitar. Pero tenemos el mito, regalo de los dioses, o sea, de las generaciones que me antecedieron. Mapa de sentido, el mito sirve para reconocer en mis pasos los de todos mis hermanos, y viceversa. Nos une a todos frente a la inconmensurabilidad del misterio. De ahí que el lenguaje del mito sea simbólico. El símbolo es lo opuesto a la ideología: la ideología me da una única respuesta cerrada ante cualquier pregunta. El símbolo en cambio apela a mi historia personal desde un lugar común, que muchos compartimos. Pero cada uno se lo apropia desde su singularidad.

Veamos esto con un ejemplo del universo de Tolkien, y veámoslo en lenguaje audiovisual, para no perder de vista la serie de Amazon. Analicemos la escena más épica de la trilogía de Peter Jackson: la carga de los Rohirrim.

Quien quiera que vea esta gran escena, que presencie la decisión heroica de los caballeros de Rohan de lanzarse a la noche, contra toda esperanza, no puede dejar de sentir algo muy hondo, algo que vibra en el corazón y nos conecta a todos los hombres, los de hoy y los de ayer. Es la Esperanza, el anhelo de que el mal no tenga la última palabra, que la oscuridad no se establezca para siempre. Deseamos que nazca el Sol y disipe las tinieblas, que Ra derrote a Apofis, y Marduk a la pérfida Tiamat, en definitiva, deseamos que brille el sentido sobre lo irracional y el amor triunfe sobre la muerte. Tolkien sabe que los mitos traen el brillo de la experiencia de muchas vidas, de muchos corazones anhelantes. Y que entre todos hay Uno que se eleva sobre los demás, los acoge a todos y los realiza en la historia. Desde ese mito verdadero, todos los demás reciben su verdad y quedan traspasados por una nueva luz. Desde entonces podemos cabalgar con los valientes de Rohan, y hacer nuestros los hermosos versos de Tolkien:

Han visto la Muerte y la derrota última,

y sin embargo no retrocederán desesperados.

Si los creadores de Los anillos de Poder pretenden decir algo nuevo y no quedar en la trivialidad de una serie meramente entretenida, tiene que armarse de valor y volver a contar la misma historia de siempre, volver a contar lo que merece ser contado, volver al mito. Allí los estará esperando el viejo Tolkien.