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enormes minuciasCarmen Fernández de la Cigoña

Abusos y sectarismo como norma de un ministerio

No importa la libertad, no importa la protección a la mujer o a la infancia. Solo importa destruir esta sociedad

No sé si siempre, pero desde luego sí hace mucho tiempo, los políticos parecen haberse convertido en vendedores de humo o en agitadores callejeros. O las dos cosas a la vez, que es peor, y da una idea de cómo está la política. Y también de como está la sociedad que da crédito, o no, a esas arengas y esos mensajes tan falsos que se lanzan para no bajar puestos en un ranking que falsea la intención de voto de los españoles.

Diría que no me importa lo que hagan, que allá se las apañen mientras no me afecte. Pero no es verdad. En primer lugar, porque todo afecta. Porque me afecta a mí, a mi familia, a la de usted, en la subida o no de impuestos, de la electricidad, de la cesta de la compra,… Pero en segundo lugar, y más importante, porque esos eslóganes que utilizan, esos mantras que repiten (que ya de por sí son más que cuestionables y polarizan y degradan el ambiente social) los convierten en leyes que nos restringen derechos y libertades, eso sí al grito de Libertad.

En este arte de elevar la hipocresía a categoría de norma y a imponérnosla con rango de ley, me parece especialmente indecente el uso, el abuso, el sectarismo y la ideología que ha caracterizado las declaraciones y las actuaciones de un ministerio absolutamente señalado por su parcialidad. Pero es que últimamente se supera.

Me parece absolutamente hipócrita enarbolar la bandera de la libertad sexual, la igualdad de todos, la defensa de la mujer, para luego descubrirse como una serie de agentes programados/as para la desestabilización social cuando esa sociedad no compra la irracionalidad que nos pretenden imponer.

Porque son los/las mismas que gritan que solo sí es sí, los que parece que quieren que sus hijas lleguen borrachas y solas a casa. Y los que afirman que los niños pueden mantener relaciones sexuales con quien quieran, por más que luego quieran matizar diciendo falsedades acerca del contexto. Eso no concuerda nada bien. Porque la realidad les desmiente. Es curioso ver cómo las leyes más ideologizadas incluyen, todas ellas, una serie de artículos dedicados a la difusión de estas políticas a través de la educación de los menores. La ley de salud sexual y reproductiva, con todas sus modificaciones, es decir la ley del aborto, pero igualmente la legislación central y autonómica LGTB, o la ley de educación en lo que afecta a la educación sexual desde las primeras etapas educativas. Basta poner el ejemplo del programa skolae.

Y concuerda peor, y se muestra más hipócrita, cuando todos esos alardes de hembrismo, de sororidad, de liberación sexual, de promoción de prácticas sexuales desde la infancia, se apaciguan hasta casi volverse inexistentes cuando se trata de la agresión a una niña que está bajo la custodia y el cuidado de una institución pública en una comunidad autónoma en cuyo gobierno participan. O cuando es un régimen fundamentalista y totalitario, pero amigo y financiador de sus proyectos, el que provoca la muerte de una mujer por llevar mal puesto el velo, y reprime violentamente las justas y legítimas protestas ante estos hechos.

La conclusión es clara y manifiesta, otra vez, su hipocresía. No importa la libertad, no importa la protección a la mujer o a la infancia. Solo importa destruir esta sociedad que conocemos, que no es perfecta, pero es mejor, mucho mejor que otras sociedades sometidas a regímenes totalitarios y también mucho mejor que una sociedad sin afectos, sin vínculos, sin familia, sin nadie que nos proteja, pero «muy libre y muy sexual».

  • Carmen Fernández de la Cigoña es directora del Instituto CEU de Estudios de la Familia