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Ángel y MamadouACdP

Ángel y Mamadou, hermanos de acogida: «Sin él, mi vida no sería tan feliz»

Los dos jóvenes protagonizan una de las cuatro historias de la nueva campaña de Navidad de la ACdP, que pone el foco en acoger al prójimo como a otro Cristo

«Mi vida es normal», asegura Ángel. Tiene 19 años, y con dos meses fue adoptado por quienes, desde aquel momento, se convirtieron en sus padres. El joven recuerda que le contaron que era adoptado cuando tenía unos cinco o seis años. «Me lo tomé bien, no le di mucha importancia –señala–; hay que vivir el futuro, y al fin y al cabo mis padres son los que me han criado».

Cuando Ángel tenía 15 años, su madre, María, les hizo una propuesta a él y a sus hermanos. «Nos dijo que iba a venir un chico, a ver si le podíamos acoger, y yo acepté: quería darle a otra persona la misma oportunidad que tuve yo cuando me adoptaron mis padres», explica. Así fue como entró en sus vidas Mamadou, que llegó a España desde Senegal hace cinco años, tras cruzar el Mediterráneo en una patera.

«Me tuve que ir a un centro de menores, y allí me presentaron a una señora, María, que me quería invitar a su casa, para que conociese a sus hijos… No tenía miedo, fue increíble», relata Mamadou. El joven africano fue una noche a cenar con la familia de Ángel, y de aquel encuentro nacieron tantos otros: «Iba a comer con ellos, o los fines de semana, y vi que eran buenas personas; no solo María, también sus hijos, que aceptaron conocer a alguien de otra cultura», cuenta Mamadou.

La de Ángel y Mamadou es una de las cuatro historias de acogida que protagoniza la nueva campaña de Navidad de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP). La entidad ha instalado carteles en las marquesinas y el metro de más de 80 ciudades en España con el mensaje «Pobre. Odiado. Marginado. Ha vuelto a nacer», con el que quieren invitar a todos a acoger al prójimo esta Navidad como a otro Cristo.

«Es como mi hermano»

Hoy, los dos chicos se consideran familia. «Es como mi hermano», dicen los dos del otro. «Al principio fue muy raro tener en casa a un chico nuevo, que no hablaba bien el español… pero yo veía que se esforzaba por trabajar, por sacar sus cursos, y me transmitió que en el futuro nos íbamos a llevar muy bien, ¡y así ha sido!», celebra Ángel.

Por su parte, Mamadou, que hoy tiene 23 años, agradece la oportunidad de haber podido conocer a esta familia. «Gracias a ellos hoy tengo una vida; si no fuera por ellos igual hoy estaría en la calle, o robando, o me habrían mandado de vuelta a mi país… pero María me acogió como a un hijo», celebra, y asegura que «gracias a ellos, quiero ayudar a los demás: hay que acoger, no hay que tener miedo».

Para Mamadou, todos tenemos el deber de ayudar a los demás. «Cada vez va a haber más necesidades, y todo el mundo tenemos que acoger: todos somos seres humanos y necesitamos ayuda», asegura. Ángel matiza: «Creo que es voluntario, pero sí es verdad que todo el mundo puede acoger a alguien; solo hay que echarle ganas y paciencia, y hacerlo», insiste.

Para los dos muchachos, no obstante, la acogida no se limita a llevar a alguien a tu casa, aunque este sea un modelo necesario. «Hay muchos tipos de acogimiento: ayudar en lo económico, presentarle a alguien a tus amigos, visitar a tus abuelos… en tu propia familia puede haber alguien necesitado de acogida», señala Ángel.

La importancia de la religión

«Yo soy muy religioso», confiesa Mamadou: «En Senegal, mis padres me enseñaron a creer en Dios y en la vida eterna, y he visto como la religión –tanto la cristiana como la musulmana– nos empuja a ayudar a los demás», señala. El joven reconoce en su madre de acogida algo especial, y lo atribuye a su fe católica. «María –añade– sería buena persona aunque no creyese en Dios, pero creo que su fe tiene que ver con lo que está haciendo; Jesús dejó claro que todos somos hermanos, y que cuando ayudas a otra persona, le estás ayudando a Él».

«La gente que sigue a Jesús o a los profetas se plantea muchas cosas que aquellos que no creen no piensan», señala Mamadou, y Ángel lo corrobora: «Sí, la religión ha cambiado a mi madre». El joven español añade que la creencia en Dios «te ayuda a ser mejor persona, te ayuda a realizar estas acciones: a acoger, a adoptar, a ayudar».

Tanto Ángel como Mamadou celebran haberse conocido, y hablan con alegría de la experiencia de la acogida. «Hoy Mamadou está con una chica maravillosa, y cuando viene a casa los fines de semana es felicidad –concluye Ángel–, o cuando quedamos por Madrid a tomar una cerveza o ir a la discoteca… es bonito tener a alguien que se haya metido en mi familia: si no hubiésemos acogido a Mamadou, mi vida no habría sido tan feliz».