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'San José y el Niño', de George de la Tour

La oración a san José «que no falla nunca», en el día de la Sagrada Familia

Aunque hay distintas oraciones para que san José ponga con su sueño nuestra oración ante su Hijo, hay una que dataría del año 50 después de Jesucristo

Aunque las alusiones a san José en el Evangelio son mínimas, su silencio es ejemplo para todos los creyentes de humilde obediencia a la voluntad de Dios y de afecto a su santísima esposa, la Virgen María y a su Hijo.

¿Desde el año 50?

El mismo Papa Francisco ha reconocido su profunda devoción al padre adoptivo de Jesús: «Yo quiero mucho a san José». Él es «un hombre fuerte y de silencio. En mi escritorio tengo una imagen de San José durmiendo. Y durmiendo cuida a la Iglesia. Y cuando tengo un problema, una dificultad, yo escribo un papelito y lo pongo debajo de San José, para que lo sueñe».

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No falla nunca

Aunque hay distintas oraciones para que san José ponga con su sueño nuestra oración ante su Hijo, hay una oración en el Libro devocionario de La Pietá, que dataría del año 50 después de Jesucristo:

Abrázale en mi nombre, besa por mí su delicado rostro...

«En 1505, fue enviada por el Papa al emperador Carlos, cuando él estaba yendo a la batalla de Lepanto. Quien lea esta oración, la escuche o la guarde consigo nunca morirá de muerte repentina ni se ahogará, ni le afectará el veneno o caerá en las manos del enemigo, ni será quemado en cualquier fuego o derrotado en la batalla. Reza esta oración durante nueve mañanas por cualquier intención. Ella es conocida por no fallar nunca», dice el libro de devoción.

La oración dice así:

Oh san José, cuya protección es tan grande, tan fuerte y tan inmediata ante el trono de Dios, a ti confío todas mis intenciones y deseos.

Ayúdame, san José, con tu poderosa intercesión, a obtener todas las bendiciones espirituales por intercesión de tu Hijo adoptivo, Jesucristo Nuestro Señor, de modo que, al confiarme, aquí en la tierra, a tu poder celestial, Te tribute mi agradecimiento y homenaje.

Oh san José, yo nunca me canso de contemplarte con Jesús adormecido en tus brazos. No me atrevo a acercarme cuando Él descansa junto a tu corazón. Abrázale en mi nombre, besa por mí su delicado rostro y pídele que me devuelva ese beso cuando yo exhale mi último suspiro.

¡San José, patrono de las almas que parten, ruega por mi! Amén.