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noches del sacromonteRichi Franco

¿Qué pensaría Benedicto XVI del libro de monseñor Gänswein?

La primera lectura del relato de Gänswein desvela una superficialidad extraña para alguien que ha acompañado media vida a un gigante como Joseph Ratzinger

Hay libros que no merecen su gasto en papel ni la alharaca mediática que supuestamente se les debe. Este es uno de ellos. En primer lugar porque no responde a la promesa dada de ser la definitiva revelación sobre las intrigas alrededor de la convivencia de dos papas; así que es un engaño para el lector, que no encontrará satisfacción alguna a su morbo ni conocerá el fondo de la cuestión que pretende abordar, exceptuando dos o tres detallitos sobre la pretensión de algunas secretarias de ser más papistas que el Papa, o las largas ausencias de algunos cardenales en su puesto de trabajo. Nada nuevo bajo el sol.

En segundo lugar, y despejadas ya las dudas sobre la escasa calidad del relato, habría que señalar la innecesaria defensa que Gänswein hace de su mentor Benedicto XVI, ya que dicha defensa no va más allá de citas de encíclicas y lugares comunes sobre la evidente relevancia del gran teólogo y pastor Ratzinger, sin añadir mucho más.

En tercer lugar, la narración de Gänswein adolece de una superficialidad extraña para alguien a quien todo el mundo reconoce como una de las personas más cercanas al Papa emérito durante el último tramo de su vida. Y en este sentido, el lector que–milagrosamente– se acerque al texto con una apertura de la razón, y más allá de los prejuicios conspiracionistas que haya alimentado en la supuestas webs católicas, las preguntas se amontonarán en su pensamiento.

En mi caso, una pregunta que ha sobrevolado todo el texto es a propósito de la razón por la que el cardenal Gänswein ha publicado su libro, después de conceder entrevistas interesadamente mal traducidas del alemán y con Joseph Ratzinger de cuerpo presente.

Y otra pregunta que me reconcome es a propósito de la corta mirada de un secretario cardenal Gänswein, que ha acompañado media vida a su jefe, padre espiritual, amigo, guía; un secretario cardenal que ha visto el comportamiento, las formas, la profundidad existencial de un Papa y, sin embargo parece que, a pesar de haber convivido con un gigante como Ratzinger, nunca se hubiera dejado tocar por su sombra, por su ejemplo, por su mirada amplia y verdaderamente católica. Y que el resentimiento por las decisiones de unos y de otros, y las luchas por el poder del que le han apeado hubieran enturbiado su capacidad para caer en la cuenta de que el Papa Benedicto imitaba en su silencio al Jesús orante y no cacareaba sus quejas como un resentido para ser malinterpretadas al gusto, o disgusto, del personal.