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mañana es domingoJesús Higueras

«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!»

Quien no ha conocido o al menos intuido el gozo de estar con Cristo, corre el peligro de convertir la práctica religiosa en un conjunto de obligaciones

El apóstol Pedro se quedó admirado de la belleza del Maestro en el momento de la Transfiguración, de tal modo que le propone incluso hacer tres tiendas en el monte Tabor para que ese instante de gozo no termine nunca. Y es que el fenómeno de ser creyente, la fe, siempre comienza por un encuentro con la belleza divina, de tal modo que ésta cautiva el corazón y hace que deseemos vivir siempre cerca de su Luz. Quien no ha conocido o al menos intuido el gozo de estar con Cristo, corre el peligro de convertir la práctica religiosa en un conjunto de obligaciones que cada vez tienen menos sentido, pues cada día se nos pueden hacer más pesadas y tan solo nos mantiene en ellas un débil sentido de la tradición o un miedo al futuro. Seamos realistas: son muchos los que se aburren solemnemente en las Misas, los que no son capaces de conectar con el lenguaje que utilizamos cuando intentamos explicar qué significa el Evangelio en nuestra vida. En definitiva, hemos caído en el error de convertir la Buena Noticia de Cristo en una ideología más que se ofrece como una alternativa como otra cualquiera para entender el significado de la vida. No nos debe sorprender que sean cientos de miles los cristianos que cada año abandonan la práctica cristiana, pues no se han encontrado con la belleza de Jesús el Nazareno y buscan saciar su sed de paz y eternidad en otros ambientes que puedan parecer más atractivos, aunque no por ello sean verdaderos. Pero también es cierto que muchos de nosotros hemos tenido unas vivencias muy bellas con Jesús, vivencias que nos han marcado y nos siguen guiando en nuestra vida. También es cierto que podemos decir cómo el apóstol San Pedro : ¡qué bien se está contigo, Señor! ¡Cuánto disfruto si soy capaz de centrarme en ti y descansar en ti entregándote mis problemas y mis alegrías, mis sueños y mis miedos! Todos necesitamos tener una experiencia con el Dios del amor que nos acoge y acompaña mostrándonos la belleza que supone amar a los débiles haciéndoles sentirse importantes y valiosos. Todos tenemos cada día más necesidad de vivir en la proximidad de un Dios que no me aburre ni me supone una carga, sino todo lo contrario, me alegra, me sostiene y me enseña a transmitir desde mis limitaciones la luz de su belleza como sucedió en la Transfiguración. Si no conocemos la belleza de Cristo estamos abocados a entrar en la rutina que al final se convierte en el sepulcro del amor.