Muere fray Pablo Alonso, el joven que ingresó en los carmelitas descalzos 'in articulo mortis'
Pablo Alonso padecía Sarcoma de Ewing desde los 16 años, y desde entonces aseguró en varias ocasiones que sentía la llamada de Dios a la vida consagrada
La diócesis de Salamanca ha dado a conocer la muerte de fray Pablo Alonso a los 21 años. El religioso había ingresado hace apenas un mes en los carmelitas descalzos in articulo mortis. «Esta mañana, en el Convento carmelita de San Andrés de Salamanca, ha entregado su vida al Padre fray Pablo María de la Cruz Alonso Hidalgo, O. Carm. Su funeral será el lunes, 17 de julio, a las 10:00 h. en la iglesia del Carmen de Abajo. Descanse en paz», informan desde el obispado.
A los 16 años, el joven fue diagnosticado con Sarcoma de Ewing. En este tiempo, Pablo Alonso ha reiterado en varias ocasiones que sentía la llamada de Dios a la vida consagrada. Fue el pasado 21 de junio cuando pasó a ser parte de los carmelitas descalzos, como novicio, desde la habitación 615 del Hospital Clínico de Salamanca. Tan solo cuatro días después, realizó su profesión religiosa y públicamente hizo sus votos. Momentos antes, jóvenes de distintos grupos eclesiales salmantinos se reunieron para cantarle y celebrar su decisión.
En la habitación 615 aquel 21 de junio se encontraban, además de Pablo y sus padres, el Prior Provincial carmelita, Salvador Villota, quien presidió el rito de ingreso en el noviciado carmelita de El Carmen de Abajo. A partir de ese momento, Pablo Alonso Hidalgo tomó su nuevo nombre: Pablo María de la Cruz, porque sentía que su única gloria es «la cruz de Cristo». En aquel momento, el recién hecho novicio afirmó que pedía en especial por la conversión de los jóvenes, «para que conozcan el amor de Dios, manifestado en Jesús Eucaristía, y por la unidad de la Iglesia».
El joven dejó por escrito cómo quería que fuese su funeral: «que no haya luto, que hace mucho calor». Su familia y la orden han trasladado las indicaciones que Pablo dejó para quienes quisieran acudir a su despedida. La única condición para los asistentes fue que sus rostros no reflejaran tristeza: «Quiero que estéis alegres», dejó dicho, como también que «a la entrada del funeral habrá un escáner para controlar la cara de cada uno». En el escrito se pedía que quien pudiese llevase la flor preferida de fray Pablo María al velatorio, pero también macetas al cementerio «para convertir su sepultura en un Carmelo, el Jardín de Dios».