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Comedor de las Siervas de Jesús de la Caridad en Vallecas

Comedor de las Siervas de Jesús de la Caridad en VallecasThorun Piñeiro

Comedor social

«Alimentamos cuerpo y alma», las Siervas de Jesús de la Caridad se entregan a 'la cola del hambre'

El comedor obra social Santa María Josefa, situado en la calle Encarnación González 3 de Vallecas, es atendido por las Siervas de Jesús de la Caridad, ayudando tanto a familias sin recursos y con menores a su cargo como a personas sin hogar

Cuatro hermanas viven hoy en la casa de las Siervas de Jesús de la Caridad en Vallecas. Magdalena, Flor, Rosa y Myriam, la superiora, tienen como carisma el cuidado a los enfermos, los ancianos, los niños y los pobres.

Los inicios de esta casa se remontan hasta la primera década del siglo pasado. Comenzaron como un dispensario donde se disponía de medicinas, ropa, se tomaba la tensión, se ponían inyecciones. Con el paso del tiempo y la aparición de los ambulatorios, esta misión quedó obsoleta. «Ya no era necesario en este barrio y el propio Ayuntamiento de Vallecas nos aconsejó abrir un comedor social», cuenta sor Myriam.

Capilla de las hermanas

Capilla reformada de las hermanas

Las hermanas comienzan cada día elevando el corazón a Dios a través de la oración con una Eucaristía, el rezo del Rosario. Como dice sor Myriam: «Ahí es donde nosotras encontramos el sentido del verdadero amor, que es donarse a los demás, especialmente a aquella persona que sufre, como dice el lema de Siervas de Jesús de la Caridad: amor y sacrificio».

A diario preparan y proporcionan alimentos a estas personas, además de, como novedad, ofrecer servicios como el asesoramiento laboral, jurídico y acompañamiento personal de la escucha para conocer en qué realidad viven las familias. «También tenemos un servicio de peluquería; se cortan el pelo, se lo lavan, se peinan y surge en ellos una sonrisa muy amplia y su autoestima se levanta», cuenta alegremente la hermana Myriam, orgullosa de ayudar a quienes pasan por la peluquería a «verse bien para sus entrevistas de trabajo».

Estamos intentando no solo alimentar el cuerpo, sino también el alma de las personas, su espírituMyrian ReynosoSuperiora de la comunidad

Sin embargo estas hermanas tienen una gran preocupación: que no les falte el alimento. «Vivimos de la providencia de Dios. Antes teníamos la tranquilidad de tener las estanterías llenas de comida, ahora solo podemos esperar que no estén del todo vacías», comenta sor Myriam mientras da los últimos paquetes de fideos a una familia.

Últimos alimentos almacenados para repartir a las familias

Últimos alimentos almacenados para repartir a las familias

En busca de ayuda

Las cuatro hermanas acaban de lanzar una campaña para buscar voluntarios de cara al verano. Solicitan ayuda para el mes de julio y la primera quincena de agosto. «Hay muchas formas de ser voluntario», comenta otra hermana, «empresas, colegios, parroquias o personas sueltas que hablan con la madre y lo organizan».

Las hermanas necesitan

  • Personas que ayuden, de 9:00 a 12:00 horas, a organizar el almacén de alimentos.
  • Personas que colaboren, de 12:00 a 14:30 horas, a servir comidas.
  • Se puede enviar un mensaje al 608 620 847, indicando disponibilidad.
  • Quien quiera aportar, es posible llevar productos de higiene o alimentos no perecederos.
  • Para realizar un donativo, las hermanas han habilitado un número de cuenta: ES90 0182 2667 1302 0851 9239

El papel de los voluntarios

Las cuatro hermanas no dan abasto. Necesitan de un equipo de voluntarios, que actualmente cuenta con cinco miembros habituales y quienes se ofrecen de manera puntual. Una de ellas, es una mujer sevillana –prefiere no decir su nombre– que, viniendo a Madrid de vacaciones, ha decidido ocupar sus días poniéndose al servicio de las hermanas.

Uno de los más habituales –también quiere permanecer en el anonimato– lleva cinco años de voluntario y destaca los cambios en el comedor tras la pandemia: «Ahora es más fácil para las hermanas, ya no tienen que limpiar tanto porque reparten la comida en tápers que traen las propias personas. Así aprovechan para estar más con ellos».

En el comedor con las hermanas

En el comedor con las hermanas

Entre los elogios de los asistentes a las hermanas y a sus buenas experiencias, hay un relato que llama la atención. Recuerda a la parábola del amigo inoportuno. De nuevo, esta persona no quiere compartir su identidad, pero sí sus recuerdos.

«Un hombre musulmán llamó a la hermana superiora para pedirle este favor: tenía un problema, había recibido en su casa la visita de unos familiares y para ellos no tenía nada». La hermana preguntó: «¿Cuántos son?», y le dio una bolsa llena de víveres para ayudarle a salir de esa situación.

¿Cómo llegan aquí?

Hay quienes cuentan que conocieron a las hermanas y su labor gracias a su parroquia, un sacerdote o incluso alguna amistad que ya recibía alimentos y ropa. Fue así, ayudando a una amiga, como María (nombre ficticio), cuando se vio en una situación complicada, decidió volver. «No estoy trabajando. Tengo tres niños, estoy en una lista de espera de una cirugía del corazón», cuenta esta mujer, que acude diariamente a lo que llama «la cola del hambre».

Hermanas en el comedor

Hermanas en el comedor

Ahora mismo, según cuenta el voluntario Javier Armero, atienden aproximadamente, en dos turnos de martes y viernes, a entre 61 y 65 familias. «Cada grupo son unas 250 personas, pero a los niños de menos de dos años los contamos aparte», explica. A familias sin menores a su cargo, en principio no las pueden atender y les recomiendan acudir a su Cáritas parroquial.

Para poder recibir la ayuda es necesario pasar un proceso de selección, que consta de una entrevista y una conversación con la madre superiora. «No es lo mismo una persona que tenga cuatro niños y gane 900 € y pague ya 300 o 400 de piso, que otra que gane 1200 y sean dos nada más», explica Armero, quien indica que sus recursos solo dan para atender a 135 familias como máximo.

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