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El primer beso, obra del pintor Salvador Viniegra, también conocida como Adan y Eva

El primer beso de Salvador Viniegra, también conocida como Adan y Eva

Personajes bíblicos

Qué hay detrás de la doctrina del 'pecado original'

«Pues, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos», señala San Pablo en la carta a los Romanos

El pecado original es uno de los dogmas de fe más incomprendidos, ya que actualmente el mundo se ha alejado de la conciencia de su propia fragilidad. El hombre, aunque es consciente de su límite, vive como si este no existiera, en un intento de construir su propia felicidad con una humanidad herida de muerte. Esta herida mortal es lo que el dogma católico llama pecado original.

El pecado original es una condición común a todos los nacidos. Este pecado es una mancha que quedó en nuestra alma tras alejarnos del Edén, consecuencia a los actos de Adán y Eva, tal y como relata la Biblia en el Génesis.

Nacimiento de Adán y Eva

En dicho relato del Génesis 2, 7, Adán y Eva son los primeros habitantes del mundo. Adán fue creado directamente por Dios, a su imagen y semejanza: «entonces el Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz aliento de vida; y el hombre se convirtió en ser vivo».

Posteriormente Dios creó a la mujer a partir de la costilla de Adán; «...y el Señor Dios formó, de la costilla que había sacado de Adán, una mujer, y se la presentó a Adán».

El pecado original

Después de crearlos, el relato habla de la tentación con la que el diablo, en forma de serpiente, engaña a Eva ofreciéndole tomar el fruto del único árbol del que no debían comer: «Entonces la mujer se dio cuenta de que el árbol era bueno de comer, atrayente a los ojos y deseable para lograr inteligencia; así que tomó de su fruto y comió. Luego se lo dio a su marido, que también comió», siempre según el Libro del Génesis 3, 6.

Ahora bien, el pecado no fue tomar una fruta, sino que el hombre, constituido en un estado de santidad, estaba destinado a permanecer cerca de Dios en Su Gloria. Pero por la seducción a través de un bien aparente, el diablo invita a los hombres a «ser como Dios» (cf. Gn 3,5), pero «sin Dios, antes que Dios y no según Dios», tal y como afirma san Máximo el Confesor en Ambiguorum liber (PG 91, 1156C).

Por su parte, San Pablo escribe en sus cartas, sobre todo en Romanos que todos los hombres están implicados en este misterioso pecado de Adán.

  • «Por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores» (Rm 5,19).
  • «Como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron...» (Rm 5,12).
  • «Como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno solo (la de Cristo) procura a todos una justificación que da la vida» (Rm 5,18).

¿En qué creemos?

La doctrina sobre la caída original asegura que, «por el pecado de los primeros padres, el diablo adquirió un cierto dominio sobre el hombre, aunque éste permanezca libre», según señala el Catecismo en el artículo 407.

A propósito de la cuestión, el Concilio de Trento afirma que tal condición humana entraña «la servidumbre bajo el poder del que poseía el imperio de la muerte, es decir, del diablo». La revelación cristiana ofrece, en este sentido, una salvación del destino trágico de la muerte y la destrucción.

A través de la encarnación del Hijo, de Su pasión, de Su resurrección; del sacramento del Bautismo en el que Jesucristo está presente, y de la participación activa en la vida de la Iglesia, Dios ofrece a todos los hombres la salvación y una vida nueva.

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