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Ángel Barahona

La reconciliación o la nada

Tanto Israel como Hamas se sienten legitimados para contrarrestar los golpes tácticos. Lo que no pueden prever es hasta dónde pueden llegar los otros y sus respectivos aliados en la operación de exterminio que tratan de ejecutar

Suena naif e imposible la propuesta el evangelio, pero pienso que la humanidad camina inexorablemente a un callejón sin salida. La tensión in crescendo de la violencia guerrera nos conduce a un trato sórdido y terrible. La reconciliación o la nada. La escalada a los extremos que profetizaba el coronel prusiano Clausewitz es cada día más pertinente. Una vez se pone en marcha la máquina de la ley del talión pararla es cada vez más difícil. Todo el mundo tiene motivos e historias ancestrales para aducir la legitimidad de la venganza. El problema es que este prusiano autor del famoso libro De la guerra, luchaba contra Napoleón con armas de relativo poder de destrucción y lo que tenemos ahora es una posibilidad catastrófica por ser nuclear.

Tanto Israel como Hamas se sienten legitimados para contrarrestar los golpes tácticos. Lo que no pueden prever es hasta dónde pueden llegar los otros y sus respectivos aliados en la operación de exterminio que tratan de ejecutar. Amparados en la ley levítica, unos, y en la yihad coránica, los otros, esgrimiendo argumentos de Moisés o de Mahoma como los últimos y definitivos profetas estadistas vamos directamente abocados a la nada. Como decía Gandhi cuando releía y parafraseaba su fuente de inspiración, el Evangelio: [...] «si nos guiamos por el ojo por ojo diente por diente, mañana todos ciegos y desdentados».

El Evangelio nos dice que hubo un profeta mayor que Moisés y que Mahoma, y que incluso el Corán reconoce como Príncipe de la Paz. Ninguno le otorga la categoría de Mesías, que curiosamente ambos están esperando, y mucho menos su origen o condición divina. Pero si lo hubieran escuchado y fuesen capaces de darle crédito, sabrían que profetizó que Belcebú no puede expulsar a Belcebú, solo multiplicar su violencia hasta el extremo.

El anuncio de Netanyahu de dar una lección ejemplar no es sólo el producto de una bravuconería, sino señal de una ignorancia supina y peligrosa. Ante está escalada que promete ser exponencial y que ampliará el número de implicados solo hay una alternativa… Suena naif, repito, sin duda: el amor al enemigo del sermón del monte. Tal vez, ante la tesitura que nos encontramos, podríamos conformarnos con el perdón mutuo, con un gesto reconciliador en el que ambos reconozcan su falta de legitimidad y de verdad para reconocer que es imposible determinar quién empezó primero y quién por tanto tiene razón para demandar venganza.

Desde el Génesis, Abraham sería la razón última de la mala relación profetizada entre el hijo de la esclava Agar y el de la legítima Sara. Isaac e Ismael nunca se reconciliarán por propia iniciativa Ambos son victimas, no los unos de los otros, sino de sí mismos. El orgullo, los agravios históricos de haber sido receptores de la violencia de unos y otros opaca la lucidez necesaria para saber que seguir con la escalada de represalias nos arrastrará a todos la mutua destrucción asegurada (MAD).

La tesis que esgrimen las siglas en inglés, MAD, se hará realidad como palabra: locura. La implicación de otros actores es evidente. Que Hamás es un chivo expiatorio instrumentalizado por otros más poderosos es incuestionable: Rusia, Irán, EE.UU., China. La cadena de chivos expiatorios es interminable. Los judíos lo son de Hamás, como otros palestinos lo fueron del incipiente estado de Israel en el 48. Y los últimos de todos, los inocentes de un pueblo u otro. Cómo parar esta cadena de chivo expiación… escuchar al profeta Jesús sería una posibilidad antes de la hecatombe.

Las alternativas racionalistas, políticas y diplomáticas son más naifs todavía que el perdón y el limpiar la historia de los agravios para empezar de nuevo. Los múltiples intentos de reparto y acuerdos no han dejado, ni dejarán, satisfechos a nadie… ni Camp David, ni Madrid, ni Oslo, ni Paris. Siempre hay alguien que se siente más agraviado que nadie y con más derecho a la venganza y a la restitución que nadie. Poner la otra mejilla suscita la risa, si no el rictus cínico y descreído, pero el anuncio de los micro apocalipsis evangélicos del Príncipe de la Paz y del Apocalipsis Bíblico… hay que tomárselos de una vez en serio. Si no lo hacemos, la historia lo hará por nosotros… el evangelio acaba de empezar a revelar lo que estaba oculto desde la fundación del mundo: que somos todos viñadores homicidas. Tal vez lo escuchemos y entendamos cuando estemos contra la espada y la pared, y no nos quede más remedio que convertirnos o destruirnos de manera definitiva.