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José María Torralba, durante su entrevista en El Efecto AvestruzJ. M. Visiers

El efecto avestruz

José Mª Torralba, catedrático de Filosofía Moral: «Un cristiano burgués no crea cultura ni sociedad»

El autor de Una educación liberal protagoniza el último episodio de ‘El Efecto Avestruz’ defendiendo el valor contemporáneo de los clásicos

¿Merece la pena seguir leyendo la Ilíada, La Divina Comedia o Hamlet? José María Torralba es catedrático de Filosofía Moral y Política de la Universidad de Navarra, donde también dirige el Centro Humanismo Cívico, y responde a la pregunta inicial con un «sí» rotundo y razonado. El autor de Una educación liberal. Elogio de los grandes libros (Encuentro) atiende a El Efecto Avestruz –el programa de entrevistas de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP)– para hablar sobre la crisis de las Humanidades, el cristianismo burgués o si leer a los clásicos nos hace mejores personas.

–Ha publicado un «elogio de los grandes libros». ¿Qué sentido tiene estudiarlos hoy en día?

–Los grandes libros son clásicos, y un clásico habla de asuntos humanos universales, que nos interpelan hoy en día. A la vez, Víctor Pérez Díaz habla de cómo una educación liberal basada en la lectura de obras clásicas desarrolla el hábito de la distancia: ver las similitudes y diferencias de otras épocas o culturas con la nuestra nos permite valorar el presente y tomar decisiones de forma mejor y más razonada.

–Defiende las Humanidades y los clásicos en un contexto en el que muchos dirían que ambos paradigmas están en crisis. ¿Comparte esta valoración?

–Cuando se dice que las Humanidades están en crisis, o que en el ámbito educativo cada vez son más marginadas, hay quien sugiere que es fruto de una conspiración, pero yo pienso que es más bien fruto -como decía Diego Garrocho- de la ignorancia complaciente de quienes diseñan las leyes, de los responsables educativos… Es decir, se piensa que proponer una educación humanista es un esfuerzo inútil, o que no interesará a los jóvenes, pero mi experiencia es que cuando se les ofrece esta oportunidad, tras un periodo inicial de esfuerzo y dedicación, enseguida surge ese interés. O ese placer, me atrevería a decir. ¿Por qué? Porque es lo humano, es lo que conecta de modo más profundo con la persona.

–En el mundo griego, por ejemplo, la economía era algo que se dejaba a los esclavos, mientras que la discusión filosófica se reservaba a los hombres libres. Hoy parece que se ha invertido el paradigma.

–Sí, hoy parece que los que triunfan en la sociedad son los que eligen saberes más prácticos, mientras que los saberes liberales o humanísticos los reciben personas que van a ocupar trabajos menos cualificados o con menos éxito social. ¿Qué decir? Primero, que no debería tratarse de una dicotomía: los saberes humanísticos son necesarios para todos, también para el abogado, el economista o el ingeniero. Y segundo, que una sociedad promueva y defienda que haya una serie de personas que cultiven los saberes humanísticos nos beneficia a todos, porque habrá profesores preparados para enseñar las Humanidades y porque toda sociedad necesita un espacio de reflexión para no estar absolutamente dominada por lo inmediato y lo pragmático.

José María TorralbaJ. M. Visiers

–Es usted profesor de Ética. ¿Hay relación entre la educación moral y la lectura de los clásicos? O, dicho de otra manera, ¿leerlos nos hace mejores personas?

–Bueno, hay gente que piensa así, pero creo que no es cierto. Uno puede ser una persona muy culta –en este sentido– y no ser por ello moralmente mejor, o incluso todo lo contrario. No es suficiente con ser personas o sociedades cultas para prevenir la posibilidad de hacer el mal o cometer grandes atrocidades: en la historia contemporánea tenemos abundantes ejemplos de esto. Hace falta responder a las preguntas existenciales, y yo diría que esas respuestas las encontramos más bien del lado de las grandes tradiciones sapienciales y religiosas.

–En este sentido, decía en una entrevista publicada en el portal Omnes que «reforzar la formación humanística ayudará al pensamiento cristiano en los grandes debates», ¿de qué manera?

–En nuestro ámbito, en España y países hispanoamericanos, lo que echo en falta en debates donde entran en confrontación la postura católica con la cultura dominante no es más beligerancia por parte de quienes son creyentes, sino más pensamiento. Vivimos en una situación de batalla cultural, y en mi opinión lo que podemos hacer quienes somos creyentes es dedicar más tiempo al estudio, tener la formación humanística para poder explicar nuestra visión del mundo y nuestra propuesta para la sociedad.

–¿Cuál cree que es la causa de esta situación?

–En el fondo, me parece que se debe a que se ha extendido una forma de cristianismo que se podría llamar cristianismo burgués. Me refiero a una mentalidad según la cual el principal valor u objetivo en la vida es la estabilidad y la seguridad económica. Y eso choca, o por lo menos entra en una tensión fuerte, con el espíritu del cristianismo y del Evangelio, que tiene un fuerte sentido de misión, de aventura, de arriesgar. Un cristianismo burgués no crea nada nuevo, no crea cultura ni sociedad, sino que queda encerrado en sí mismo, de modo egoísta. En cambio, un cristianismo bien vivido necesariamente tiene consecuencias. Eso debe notarse ya desde el ámbito educativo, y me parece que esa es la vía por la que transitar.

–Trabaja en una universidad católica. Ahora que hace referencia a la educación, ¿hay una desproporción entre el número de instituciones educativas cristianas en España y sus frutos evangélicos?

–Es algo que denunciaba Miguel Ángel Quintana Paz, y me parece que es una apreciación muy cierta. Hay una desproporción, pero hay que evitar interpretar esta cuestión en términos utilitaristas. Pero sí hay una desproporción, y yo pienso –de nuevo– que la vía para revertir esta situación pasa por no instrumentalizar la formación humanística. Es decir, por no usar las Humanidades para convencer de la verdad del cristianismo. La experiencia del estudiante ha de ser la de que, cuanto más profundiza en el conocimiento de la religión o de las Humanidades, es cada vez más libre. Y esto pasa por apostar por las humanidades como un fin en sí mismo, convencidos de que eso va a mejorar a las personas y a la sociedad, y de que, en último término, también va a hacer más accesible el mensaje cristiano o la relevancia del cristianismo para la sociedad actual.