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Semana Santa 2024

Gerardo Diego y su Viacrucis: las cinco décimas de la ofrenda

El Viernes Santo de 1991, Juan Pablo II hace público un nuevo Viacrucis, compuesto por 15 estaciones basadas en el Nuevo Testamento; un Viacrucis en el que se eliminan algunas estaciones recogidas en los evangelios apócrifos

La lírica religiosa de Gerardo Diego está recogida, fundamentalmente, en Versos divinos, obra que incluye el libro juvenil Viacrucis, compuesto en décimas enormemente elaboradas y llenas de esencias populares. El libro es original de 1931, y va antecedido de un breve Propósito en prosa en el que relata cómo en la primavera de 1924 ya deseaba versificar el viacrucis de Cristo. Está compuesto por una «Ofrenda» en cinco décimas –a María–, a las que siguen las catorce estaciones del viacrucis, estructuradas todas ellas en dos décimas: la primera relatando el hecho bíblico y, la segunda, con la reflexión personal del poeta que siempre humaniza la figura de Cristo.

Cuando en 1956 se publica una segunda edición del libro, Diego añade dos romances: el titulado La oración en el huerto –a modo de apertura–, escrito en octosílabos, y –a modo de cierre–, el titulado A la Resurrección del Señor, escrito en 52 heptasílabos agrupados en 13 cuartetas asonantadas. Conforman el libro 330 versos octosílabos, agrupados en 33 décimas –la edad de Cristo cuando es crucificado–, libro que se abre con una Ofrenda a la Virgen María, en 5 décimas, a las que siguen las otras 28 que constituyen propiamente el Viacrucis. El obispado de la Diócesis de Santander, en 2002, publicó una edición facsímil.

Reforma del Viacrucis por Juan Pablo II

El Viernes Santo de 1991, Juan Pablo II hace público un nuevo Viacrucis, compuesto por 15 estaciones basadas en el Nuevo Testamento; un Viacrucis en el que se eliminan algunas estaciones recogidas en los evangelios apócrifos (tal es el caso del encuentro de la presencia de la Santa Mujer Verónica enjugando el rostro a Jesús). Este nuevo Viacrucis comienza con la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní y concluye con la sepultura de Jesús; Viacrucis que en ningún caso sustituye al tradicional, y que sirve como alternativa ecuménica para todas las confesiones cristianas.

'Ofrenda'

Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas.
Cláveme tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí en mi torpe mejilla
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.

Déjame que te restañe
ese llanto cristalino,
y a la vera del camino
permite que te acompañe.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
A los pies del árbol santo
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia:
No quiero que sufras tanto.

¡Qué lejos, Madre, la cuna
y tus gozos de Belén!
-No, mi Niño. No, no hay quien
de mis brazos te desuna.
Y rayos tibios de luna
y tus dos manos de miel
le acariciaban la piel
sin despertarle. Qué larga
es la distancia y qué amarga,
de Jesús muerto a Emanuel.


¿Dónde está ya el mediodía
luminoso en que Gabriel
desde el marco del dintel
te saludó: -Ave, María?
Virgen ya de la agonía,
tu Hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti
este augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario,
cítame en Getsemaní.

A ti, doncella graciosa,
hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores,
nido en que el alma reposa,
a ti ofrezco, pulcra rosa,
las jornadas de esta vía.
A ti, Madre, a quien quería
cumplir mi humilde promesa.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada María.