El sacerdote que escapó de los nazis siendo un niño y se convirtió en el más longevo de Westminster
Su hermana, Anne Wahle, fue la primera religiosa en impartir clase en una escuela municipal bajo la ocupación soviética de Viena
Francis Wahle (Viena, 1929) tenía tan solo 9 años cuando su vida cambió por completo. Era el año 1938 y el pequeño vivía en Viena con su familia. Todos eran católicos, porque su padre se había convertido antes de nacer él, pero sus cuatro abuelos eran judíos. Según las leyes de Nuremberg de 1935, racialmente los Wahle eran considerados judíos. Así, la madrugada del 9 al 10 de noviembre, la conocida noche de los cristales rotos, precipitó la decisión de enviar a Francis y su hermana Anne lejos de Austria, de Alemania, de los nazis.
Los dos menores acabaron en un tren rumbo a Gran Bretaña, junto con otros miles de niños, rodeados de soldados y miembros de la Gestapo. «Nadie sabía que iba a ser una matanza», recordaba el padre Francis en una entrevista con la que después se convertiría en su diócesis, la de Westminster. En aquel momento, pensaron, «habría campos de esclavos, confiscación de bienes, pero la Kristallnacht dejó claro que iba a ser realmente desagradable», continuaba. Se refería a la muerte de seis millones de judíos en el Holocausto.
Reino Unido no era su primera opción. Unos familiares en Italia iban a hacerse cargo de los niños mientras los ánimos se calmaban –momento que nunca llegó con el estallido de la Segunda Guerra Mundial–. No obstante, no consiguieron todos los papeles para viajar.
A bordo de aquel tren hacia la que sería su manera de sobrevivir a la Alemania nazi, Francis Wahle recuerda que no lo vivió como una huida, sino como una aventura. En cambio, su hermana se percató de la tristeza de la situación al ver la angustia en las caras de sus padres y mirar a su alrededor en la Estación Oeste de Viena y observar la separación de cientos de familias. Muchas de ellas nunca llegarían a reunirse de nuevo.
Los hermanos Wahle llegaron a Inglaterra en enero de 1939 y, tras la separación de sus padres, les tocó despedirse también el uno del otro. Francis fue enviado a un hogar administrado por un comité católico que acogía refugiados, mientras Anne fue criada por unas monjas. Rápidamente, aprendieron inglés y consiguieron adaptarse a los distintos colegios en los que estudiaron.
Aquel último recuerdo en la estación junto a sus padres les acompañó durante todo el transcurso de la guerra. Hasta 1945, cuando recibieron la noticia de que sus progenitores habían conseguido sobrevivir. Se mantuvieron en la clandestinidad, pasando por moteles y casas de hospedaje haciéndose pasar por amantes y suplicando alojamiento a los caseros.
Volver a Austria tras el fin de la contienda bélica era una complicada misión. Por ello, Francis y Anne no pudieron reunirse con su madre hasta 1947, y con su padre incluso mucho después. En su biografía, publicada por la asociación de judíos refugiados, el sacerdote cuenta que para entonces eran casi desconocidos, pero pudieron reconstruir su relación (y su familia) con paciencia y tolerancia. Con el paso de los años, aquel niño que se despidió de sus padres en una estación de tren para huir de una guerra entendió que de no haberse separado, ningún miembro de su familia habría logrado sobrevivir.
Anne dejó la que había sido su nación de acogida y volvió a la patria natal. De vuelta en Austria, se unió a las monjas que la habían acogido en Inglaterra y trabajó toda su vida por mejorar las relaciones entre católicos y judíos. Anne Wahle fue también la primera religiosa que enseñó en la escuela pública bajo la ocupación soviética de Viena.
Por su parte, el joven Francis estudió economía en la prestigiosa Univerity College de Londres y trabajó por unos años como contable. Tras sentir la llamada de la vocación, dejó su vida laboral en la administración e irse a Roma. Francis Wahle fue finalmente ordenado sacerdote en 1965 y durante toda su carrera pastoral ha servido en las parroquias de la diócesis de Westminster.
Cuando le llegó la jubilación, se dedicó a escuchar testimonios de católicos con experiencias dolorosas en la Iglesia, con los que se encontraba en el restaurante debajo de su casa en la londinense Baker Street. Al igual que su hermana, siempre luchó por establecer relaciones entre católicos y judíos y por erradicar el racismo. Antes de morir, momento que llegaría el 14 de mayo de 2024, Francis Wahle era el sacerdote más longevo de toda su diócesis.