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Alfonso Alonso-Lasheras cambió su rumbo tras una lesión en los abductores y abdominales

Entrevista

Sin rugby podía ser feliz, pero no sin Dios: el joven que cambió la selección española por los jesuitas

«Descubrí que Dios había hecho muchas cosas grandes en mi vida y yo no había hecho nada para agradecérselo», cuenta Alfonso Alonso-Lasheras

La vida de Alfonso Alonso-Lasheras (Valladolid, 1981) sucedía entre los entrenamientos de rugby, el campo, el equipo, el gimnasio, y sus clases de Ingeniería Química. Tenía 22 años y al final de la temporada 2002-2003 una lesión en los abductores y abdominales provocada por la sobrecarga muscular le obligó a parar.

Fonfo, como todos le llaman, llevaba un tiempo planteándose qué hacer con el resto de su vida tras acabar la carrera y unos meses en la cama le sirvieron para darse cuenta de que sin rugby también podía ser feliz. «Pensaba que no era posible», cuenta el vallisoletano. En el tiempo que fue desde la Semana Santa de 2004 hasta el comienzo del verano tomó una decisión. Contaba con 23 años cuando entró en el noviciado de la Compañía de Jesús.

El jugador, en un partido en Brasil antes de abandonar el rugby

«Descubrí que Dios había hecho muchas cosas grandes en mi vida. Me ha ido bien en lo afectivo, en lo espiritual, en lo deportivo, en lo académico, y yo no había hecho nada para agradecérselo», dice Alonso-Lasheras. En su año de rehabilitación comenzó a participar en actividades organizadas por la Compañía, como voluntariados, donde conoció a jóvenes jesuitas que despertaron admiración en él. «Empezó a formularse un deseo de devolver tanto amor recibido, de ver que mis dones quizá no eran solo para el rugby y mi equipo, sino para más gente», explica.

Su carrera deportiva comenzó compaginando desde los 14 a los 18 el balonmano en su colegio con el rugby en el club El Salvador. Fueron campeones de España dos años seguidos, en ambos deportes. El jesuita explica que aunque es un deporte de élite, lo que se busca es poder conciliar el trabajo con seguir jugando. «Aunque está profesionalizado, sabes que no puedes vivir de eso toda la vida», cuenta.

La tenacidad del deporte le sirve para, desde su vida consagrada, combatir las injusticias

Tras la formación como jesuita, su nueva vida eclesial ha guiado los pasos de Fonfo desde la selección española de rugby a mudarse primero a Tanzania y Sudáfrica y después a Brasil y México, donde le pilló la pandemia trabajando con refugiados en la frontera con Guatemala. Aunque sus dos pasiones puedan parecer de vidas distintas, una se ha alimentado de la otra. Explica que el rugby le ha dado no solo el deseo de dar lo mejor de sí, sino, aclara: «darme a mí». Algo que también aplica cada día como jesuita. De su paso por el deporte –que no abandonó completamente pues a su paso por Brasil entrenó a un grupo de chavales de una favela– le ha quedado la capacidad de esfuerzo y de entrega que requería en el día a día el equipo, por el que aprendió a «supeditar el propio interés a un bien mayor».

En los partidos, Fonfo iba dando cabezazos para llegar a la victoria. Esta tenacidad y audacia le ha valido también en su vida consagrada para aporrear realidades injustas, estructuras o instituciones que hay que cambiar. No obstante, a los 43 su carrera le presenta un nuevo reto. Ha sido ya veinte años consagrado y diez, sacerdote. Desde el verano de 2020 (a su vuelta de México, su último destino internacional por el momento) es promotor vocacional para toda España de la Compañía de Jesús, donde divide su labor en el acompañamiento al discernimiento de muchos jóvenes desde abajo y desde el gobierno de la orden, intentando que más jóvenes como él quieran hacerse jesuita, porque, explica, «como decía san Ignacio, para que conservar y aumentar el cuerpo ha de aumentar el espíritu».