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Mañana es domingoJesús Higueras

«¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada?»

Cada uno tiene la capacidad de responder según su sensibilidad: un profeta, un sabio, un rebelde... Pero sólo el Espíritu Santo nos puede hacer decir: Tú eres el Mesías, el Dios verdadero que ha tomado la carne humana

En Nazaret, los vecinos de Jesús, que le conocen desde niño, no salen de su asombro cuando le oyen predicar con una autoridad nueva y sólida. Y se hacen la pregunta más importante: ¿de dónde saca todo eso? Es evidente que Jesús no estudió en ninguna universidad o escuela rabínica, pues nunca había faltado en el taller de José y conocían todos sus pasos desde su infancia. Es por esto que intuyen que todo esa sabiduría no puede proceder de los hombres sino solamente de Dios.

De algún modo, en todas las épocas esta pregunta se ha ido repitiendo en cuanto una persona entra en contacto con el Evangelio de Jesús. Cristo ¿tú quien eres?

Cada uno tiene la capacidad de responder según su sensibilidad: un profeta, un sabio, un rebelde... Pero sólo el Espíritu Santo nos puede hacer decir: Tú eres el Mesías, el Dios verdadero que ha tomado la carne humana. Necesitamos constantemente recibir el don del Cielo para que no sea revelado el Hijo de Dios, pues Jesús está más allá de cualquier razonamiento humano. Es mucho más que un sabio, un profeta o un rebelde. Si somos honestos, intelectualmente hablando, Jesús es alguien que está mas allá de los límites humanos. Pero necesitamos que el velo que cubre nuestras mentes y corazones, (el velo del relativismo, de la comodidad o de cualquier otro tipo) sea desplazado para poder conocer bien a Jesús. Precisamente eso significa revelar, apartar el velo que oculta la belleza de un rostro.

Es fácil que ahora nos ocurra lo mismo que a los ciudadanos de Nazaret: por la catequesis y las costumbres cristianas parece que conocemos bien a Jesús, de tal modo que nuestra relación con Él sea un elemento más de los muchos que forman nuestra cultura personal. Ese es tal vez el problema, pues Cristo no es un personaje más sino el gran personaje que configura toda mi vida y mis decisiones, que forma una parte tan esencial de mí que sin Él, yo no soy yo.

No podemos relegar a Jesús a ser una opción más de las muchas que hago a diario, pues pondría a Dios al mismo nivel que a las criaturas y dejaría de rendirle un culto verdadero. Cuando nos preguntamos el porqué de tantos abandonos de la fe ésta tal vez sea una respuesta acertada: hemos puesto a Dios al nivel de los hombres y así lo hemos ido apartando de su lugar sin malicia pero con efectividad.