Eduardo Verástegui: «En el mundo hay fuerzas empeñadas en corromper a los niños»
El actor, productor y director de cine participó en la I Semana de la Familia organizada por el CEU y la UFV para participar en un coloquio sobre su última película, Sound of Freedom
En ocasiones, existen intereses que motivan causas terribles ante las que se prefiere callar por las consecuencias que puedan acarrear. Sound of Freedom, de la mano de Eduardo Verástegui, llegó para denunciar la trata de menores. El actor, productor y director mexicano cuenta el impacto que ha tenido la película, así como las trabas que han tenido que enfrentar.
—Sound of Freedom es una película necesaria, pero muy dura también. ¿Por qué ha querido plantear en una película un tema tan complejo e incómodo como el abuso sexual a menores?
—La idea se me ocurrió cuando conocí a un grupo de expertos en el rescate de niños secuestrados para explotación sexual, y me contaron con detalle lo que les hacen a tantos niños en el mundo. Hablamos de niños que son violados de 10 a 15 veces al día, durante muchos años, hasta que ya dejan de servir «porque ya no son carne fresca», que es el vocabulario que estos perversos utilizan. En ese momento, muchos de estos niños entran al segundo negocio, que es el mercado negro del tráfico de órganos. Cuando me contaron con detalle lo que hace este grupo de expertos en el rescate de niños, cómo viajan por diferentes partes del mundo de incógnito, visitando los rincones más oscuros del planeta, cómo cuando entran como un rayo para iluminar la oscuridad de estos niños, y cómo los rescatan, yo quedé muy tocado, realmente impactado. Y en ese momento quise participar en esa misión de rescatar niños, así que puse en pausa todo lo que estaba haciendo para trabajar con ellos y ayudarles a erradicar la trata de niños en el mundo. Pero, obviamente, es algo que cada quien tiene que hacerlo desde su trinchera. Y yo lo hago como cineasta, porque el cine es un arma muy poderosa de instrucción y de inspiración. Por eso quise hacer una película sobre un rescate, para convertirla después en un movimiento global.
—La película fue un éxito en taquilla. ¿Ha logrado también un éxito a la hora de convertirla en ese movimiento global?
—La misión ha sido siempre trabajar para devolverle la libertad a los niños que hoy en día no la tienen. Porque hoy hay más esclavos que cuando la esclavitud era legal, y muchos de esos esclavos son niños. No estamos hablando de miles, sino de millones de niños en el mundo que son víctimas de trata. Y Sound of freedom es más que una película, porque sí, ya gracias a Dios se ha convertido en un movimiento global.
Hoy hay más esclavos que cuando la esclavitud era legal
—¿Por qué surgió esa crítica feroz contra una película que trata un tema tan noble? ¿Quién está interesado en ponerle trabas a una película que denuncia la explotación sexual de los niños en el mundo?
—La verdad es que no lo sé. Pero, lo cierto es que lo que le hicieron a la película, a nosotros, nos funcionó. Porque, al final, han sido millones las personas que han ido a verla, y es difícil saber cómo les llegó el mensaje. Muchas personas me dijeron que habían ido a verla después de verme en una entrevista, o hablando ante una Comisión de expertos, pero también porque habían escuchado ciertas críticas contra la película, o porque alguien les había hablado mal de ella. Así que cuando veo los resultados tan positivos que ha tenido, entiendo que Dios se vale de todo para que algo que Él quiere funcione. Desde el punto de vista del marketing es difícil saber cuáles fueron las causas del éxito, pero, evidentemente, las críticas con que quisieron hacer daño a la película lograron todo lo contrario.
—Sin embargo, la película ya se había enfrentado a un bloqueo por parte de la industria…
—Cuando terminamos la película, durante cuatro años fue rechazada por todos los expertos de Hollywood que nos decían que no iba a funcionar, que no iba a vender, que no era un buen negocio. Y yo les decía «¡Pero olvídense del negocio, es una película que va a salvar vidas y va a crear conciencia!». En fin, eran puros sermones y puertas cerradas. Y ante estas negativas, tú tienes dos opciones: o te rindes y tiras la toalla, o no te rindes y sigues trabajando. Y cuando se trata de salvar vidas, no te puedes rendir. ¿Por qué harías si ese niño fuera tu hijo o tu hija? Yo pararía todo lo que estoy haciendo para encontrar a mi hijo, a mi sobrino, a mi ahijado. Y esperaría que el mundo entero hiciese lo mismo y me ayudasen a encontrarlo. Pues esa fue mi motivación. Yo no quiero que esta tragedia tenga que sucederme a mí para despertar y abrir los ojos. Prefiero hacerlo ahora para que nunca me pase, ni a mí, ni a nadie más. Porque ningún niño debería estar pasando por ese infierno.
—Así que denunciar la explotación sexual de los niños es hoy un tema incómodo para demasiada gente poderosa.
—Hablamos de un negocio que mueve 150 billones de dólares al año. Es decir, que es un crimen en el que hay muchísima gente involucrada, y de todos los sectores. Son personas a las que les estamos tocando el nervio y que no se quedan de brazos cruzados, sino que presionan para detener esta misión. Por eso quisieron parar la película y quieren parar ahora a nuestro movimiento. Pero no han podido hacerlo, porque ya somos millones de personas en todo el mundo los que hemos tomado conciencia de que esto sucede y de que podemos hacer algo. Me podrán tumbar a mí, como productor de la película, o podrán tumbar al director, o a cualquiera que haya participado en este proyecto. Pero no pueden tumbar a millones de personas que hoy están trabajando para erradicar la trata. Somos un movimiento muy grande, que crece y crece cada día más, y que nadie podrá detener.
Me podrán tumbar como productor, al director o a cualquiera que haya participado en el proyecto. Pero no a millones de personas que trabajan para erradicar la trata
—¿Hay fuerzas que hoy están empeñadas en corromper la infancia, o quién dice esto es un conspiranoico?
—Sí, claro que hay fuerzas humanas, fuerzas oscuras y naturales que están empeñados en corromperla. La pedofilia existe y es un negocio horrible y enorme. Hace poco vi un póster aquí en España con la imagen de un niño que decía «Si dice que no, no es sexo, es agresión». Como si el consentimiento cambiase el abuso a menores. Ya lo retiraron, pero era una especie de prueba: estaban tanteando el agua, como se dice por ahí. Así que claro que hay grupos en política que quieren legalizar la pedofilia. La ideología de género también es un ejemplo de cómo se quiere corromper a los niños. Se están metiendo con nuestros hijos y ellos no van a parar hasta lograr que la pedofilia se legalice. Es un mal tan terrible que es algo satánico, es diabólico. Y precisamente por eso no podemos detenernos en esta lucha. Esas fuerzas que quieren corromper a los niños empiezan con el aborto, para matar sus cuerpos, pero después quieren matarles el alma. Lo que pasa es que no podemos olvidar que su victoria depende de ti y de mí.
—¿A qué se refiere?
—A que si los que sabemos que esto ocurre dejamos que eso suceda y no hacemos nada, ganarán. Pero mientras no nos durmamos, se lo vamos a poner difícil. Nosotros sabemos que si cada uno hace lo que tiene que hacer, al final del día el bien gana siempre, y la victoria está asegurada. Es una de las grandes luchas de este tiempo que nos tocó vivir. Pero como dice la película, los niños son sagrados, los niños de Dios no está a la venta. Y no podemos permitir que corrompan a los niños porque son el presente y el futuro. ¿Qué tipo de decisiones van a tomar esos niños en el futuro si nosotros, los adultos, no asumimos nuestra responsabilidad ahora y los cuidamos, siguiendo el principio universal que dice «Tus hijos son mis hijos y por ellos la vida doy»?
—Otro de sus grandes caballos de batalla es la defensa del no nacido. Su compromiso le ha hecho recorrer muchos países y eso le ha dado una perspectiva global del movimiento provida. ¿Cómo ve hoy la lucha por la defensa de la vida en el mundo?
—Aunque las leyes siguen siendo abortistas, la gente joven cada vez es más provida. Los jóvenes cada día más se dan cuenta de que si no defendemos el derecho fundamental más importante de todos, que es el derecho a nacer, no se puede gozar de ningún otro derecho. Por eso lo más importante es proteger y defender la vida humana en su etapa más vulnerable. Sumarse a esa defensa convierte a un joven en un héroe, porque haces de tu vida una misión diseñada para salvar la vida de más vulnerable, del más pequeño, de tus hermanos. Defender la vida de los que no tienen voz y que no se pueden defender te convierte en un héroe. Y cada vez hay más y más héroes sumándose al movimiento provida. Porque ser provida significa muchas cosas: no es solo la defensa del no nacido.
—Sin embargo, eso es algo que se reprocha muchas veces a quienes están en contra del aborto, ¿no?
—A los provida muchas veces se nos acusa falsamente de que solamente nos preocupamos del bebé no nacido, y que cuando nace le damos la espalda y ya no nos importa. Pero eso es una mentira, eso no es cierto. Al contrario, ser provida significa mirar por los niños en situación de calle, los niños víctimas de trata, los adolescentes que sufren de adicciones, los que fueron falsamente acusados y están en la cárcel y no se pueden defender, los enfermos que no tienen un tratamiento adecuado, las mujeres maltratadas, las madres solteras abandonadas, los ancianos, las personas que están muriendo de tristeza porque ni sus propios familiares los visitan. Ser provida es ponerte en los zapatos del otro y defender la vida de los demás. Nadie sobra, nadie está de más; todos sumamos, todos aportamos. Ser provida es hacer lo que esté en tus manos para que toda vida humana, en cualquier etapa de desarrollo en que se encuentre, pueda alcanzar su máximo potencial. Si toda madre tuviera el vientre de cristal, ninguna abortaría porque vería el milagro que lleva dentro. Entonces, digamos sí a la vida. A la vida de todos.