Por las calles adyacentes al colegio de las Dominicas no se han visto pasar fantasmas y caras demacradas, sino guitarras, ukeleles, ángeles, vírgenes, caras sonrientes de niños que, «sin truco ni trato», «quieren disfrutar de una vida hermosa y caminar hacia la meta del cielo al ritmo de la música y las canciones», explican los promotores. «Son muchos los que ya han llegado al cielo y todos estamos llamados a compartir su felicidad, pues todos podemos ser santos», aseguran desde la dirección del centro