Entrevista con Isabel Rojas Estapé
«La falta de espiritualidad y de vida interior hace que las personas estén psicológicamente peor»
La psicóloga Isabel Rojas alerta, en el programa de entrevistas de la ACdP El Efecto Avestruz, de que «España es líder en el consumo de ansiolíticos» y que la mala salud emocional de los niños «es reflejo de la ansiedad que sufren los padres»
«Los niños son reflejo de los padres. Y si tenemos una sociedad cuyos padres por desgracia están regular, el niño no va a ser de otra forma. Y hoy, España es el primer país del mundo de mayor consumo de ansiolíticos, de benzodiacepinas». Es la voz de alerta que lanza la psicóloga y periodista Isabel Rojas Estapé en el último capítulo de El Efecto Avestruz, el programa que produce la Asociación Católica de Propagandistas y se emite en YouTube.
La psicóloga y periodista, que acaba de publicar el cuento Necesito un abrazo y que recibió junto a su hermana Marian en 2023 el Premio Ángel Herrera, explica que «vivimos en una sociedad que hasta hace muy poco tiempo solucionaba los problemas solo con medicación. Y hoy los niños están mal porque son un reflejo de la sociedad: si yo tengo unos padres y unos adultos que viven con muchísima ansiedad, que van volando, con mucha rigidez, con mucho perfeccionismo… los niños no van a ser de otra forma».
Por eso, aboga por «un cambio radical en los padres, y también en los hijos», a partir de un modo de vida que «les ayude a entenderse, a comprenderse y a saber gestionar lo que les pasa», a partir de una correcta formación emocional.
Volver a lo real
Para lograrlo, Isabel Rojas da una serie de pautas. La primera, alejar a los niños de las pantallas, sea el móvil, el ordenador o la tableta. Porque «en el momento que tú le quitas una pantalla al niño, él vive la vida real: la arena, las piedras, la calle, los juguetes, mancharse… Y esto es clave, porque tenemos que enseñar a nuestros hijos a que disfruten de la vida real, de lo palpable, de lo cercano, para que podamos aumentar la curiosidad, abrirse al mundo y esponjar el cerebro».
Ese contacto con lo real «hace que el niño empiece a utilizar los circuitos neuronales que activan las zonas que rigen el querer leer, indagar, querer hablar con los demás o el deseo de relacionarse». Algo que es «fundamental para la salud emocional de los niños».
Las relaciones y la familia
Casi como de modo natural, la segunda pauta es propiciar «la relación con otras personas y, sobre todo, con otros niños». Un modo de propiciar la inteligencia emocional y la empatía, porque permitirá a los menores —y también a los mayores— «darse cuenta de que no todos los niños son iguales, que no todo el mundo piensa lo mismo, que cada uno tiene sus problemas, y que no hacen las cosas igual que tú».
Además, Isabel Rojas, que trabaja en el Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas junto a su hermana Marian y su padre, el célebre psiquiatra Enrique Rojas, insiste en la comunicación en familia.
«Una familia en la que se habla de emociones —asegura— ayuda muchísimo a crear personas con fuerte inteligencia emocional, mientras que si en una familia no se expresan verbalmente las emociones, no hay gestos de ternura, o no hay besos o abrazos, se crean personas alexitímicas, es decir, personas que no saben expresar sus sentimientos, sienten vergüenza al hacerlo, y no saben reconocer qué les ocurre: por qué estoy triste, por qué estoy cansado o agobiado, etc.».
Cuidar la vida espiritual sana lo demás
Junto a todo ello, Isabel Rojas Estapé reclama el cultivo de la dimensión trascendente de la persona. Algo, asegura para El Efecto Avestruz, cada vez más olvidado y que está en la raíz de muchos problemas emocionales y psicológicos.
«A día de hoy —afirma la psicóloga—, la nueva religión es la salud; y hemos convertido en un nuevo dios toda la actividad que hacemos para controlar nuestra salud física y mental. Sin embargo, en el momento en el que convertimos la salud en un dios, toda la dimensión espiritual e incluso el Dios que muchos de nosotros conocemos, pierde su protagonismo».
Esa sustitución idolátrica de la religión trascendente por la obsesión con la salud, explica, no es inocua: «Algo que veo en la consulta es que la falta de espiritualidad y de vida interior lleva a muchas personas a estar psicológicamente peor, por el vacío que uno experimenta». Una carencia de la que surge «esa necesidad constante de llenar nuestro interior con sensaciones, con actividades…, con dopamina».
Y concluye: «Cada vez necesitamos más inputs externos para sentir algo, porque todo lo vivimos cada vez más de cara hacia fuera. Por eso, si volvemos a cultivar nuestro interior, si volvemos a la vida espiritual, si volvemos a una vida más de cara a Dios (incluso aunque no le llamemos así), entonces nos vamos a dar cuenta de que mejoramos todo lo demás».