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Javier Sánchez Cañizares es investigador en el Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de NavarraFlickr

Entrevista con Javier Sánchez Cañizares, físico y sacerdote

«Si la información de cada uno se conserva tras su muerte, seríamos inmortales; pero no sabemos si se pierde»

El investigador conversa sobre cómo la ciencia puede (o no) explicar la vida después de la muerte, la resurrección, el día del juicio final o el conflicto entre ciencia y fe

«Si confías en las matemáticas, somos inmortales», se ha escuchado decir a la física alemana Sabine Hossenfelder. Lo que esta investigadora cuántica explica y Javier Sánchez Cañizares, investigador del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra, desgrana para El Debate, se entiende mejor con el ejemplo de una gota de tinta que cae en el océano. «Esta se difunde y se va perdiendo, pero su información está contenida en los átomos y las moléculas, y nada prohíbe que esa información se vuelva a reunir en la misma gota en un futuro», plantea este sacerdote cordobés.

Si la información de cada persona que habita la tierra no se pierde tras su muerte —cuestión todavía desconocida—, esta podría ser reunida en algún momento de un futuro más o menos reciente. Para el investigador de la Universidad de Navarra, esta teoría abre una posibilidad, aunque todavía sea muy «pobre», a explicar cómo al final de los tiempos el alma y el cuerpo vuelvan a juntarse. El investigador conversa además sobre cómo la ciencia puede (o no) explicar la vida después de la muerte, la resurrección, el día del juicio final o el conflicto entre ciencia y fe.

Los cristianos lo que decimos es que hay vida después de la muerte. No nos quedamos solamente en la cuestión de informaciónJavier Sánchez CañizaresInvestigador del Instituto Cultura y Sociedad

— ¿Cómo se explica la teoría de Sabine Hossenfelder para los que no entendidos de física cuántica?

— De lo que dice ella hay cosas que sirven y otras que son un brindis al sol. En la ciencia actual y la física, un concepto muy importante es el de información. No solo en física, sino también en biología: entender los seres vivos a partir de cómo procesan la información. Esto es interesante porque va más allá de la visión materialista típica. Siempre se habla de un portador de información, significante y significado, o el contenido material. Pero luego lo que eso significa. Parece que cuando la ciencia se preocupa o se interroga por el concepto de información está intentando ir un poco más allá del materialismo más típico y más clásico. El concepto de información que utilizan los físicos es muy básico. En cuanto hay alguna diferencia en el universo, esta es informativa. La cuestión ahora es si esta se pierde o se mantiene. Es una polémica que hay en la física, porque parece que si entra información en un agujero negro, ya no se puede sacar, pero si la información se conserva, lo que Hossenfelder dice es que cada uno de nosotros o cualquier otro sistema del universo, vivo o no vivo, si lo ves como un conjunto de informaciones, si eso no se pierde, en un futuro más o menos lejano podría haber un ser muy inteligente que volviera a reunir esa información.

¿A qué se refiere con «información»? Sería como la energía, que ni se crea ni se destruye?

— En física, la energía sola no basta. Lo que vemos es energía formalizada o informada. Tenemos y utilizamos un montón de energía, pero con formas específicas según un metabolismo o para mantener una estructura. Es un concepto muy importante, pero también importa saber cómo se organiza la energía, como trozos de información, con diferentes contenidos de información. Toda información al final si tiene un soporte físico.

El físico y sacerdote, en su despacoFlickr

Sabine Hossenfelder afirma que «Si confías en las matemáticas, somos inmortales». ¿Puede explicar la ciencia la vida después de la muerte?

— La idea es que, si tienes toda la información disponible en el universo, si la información se conserva, puede ser como un chicle o un trozo de plastilina. Lo puedes ir moldeando conforme pasa el tiempo, puede adquirir distintas formas y al final todas esas formas disponibles están ahí. Las matemáticas te dicen cuáles son las informaciones posibles que hay. Lo que acaba diciendo Hossenfelder es que si hay un ser muy inteligente que sea capaz de volver a sacar esa información, esas formas de la plastilina, pues somos inmortales, porque podemos volver a aparecer.

¿Qué pasa con su información cuando alguien muere?

— Eso no lo sabemos. El punto de vista de Hossenfelder es muy matemático. Su supuesto es que esa información no se puede perder, pero no todos los científicos estarían de acuerdo con eso. Sabine está pensando en la información como formas, trozos de información todos al mismo nivel. Se van mezclando y tal, pero se pueden volver a recuperar. Si la información se conserva y está ahí, pero tiene que haber alguien lo suficientemente inteligente para juntarla, pero puede ser que la información se pierda. ¿Dónde se queda la información? En el reino de las posibilidades.

¿Cómo se relaciona esto con la idea del cielo y el infierno que tenemos los cristianos?

— Los cristianos lo que decimos es que hay vida después de la muerte. No nos quedamos solamente en la cuestión de información, sino también es importante la materialidad. Creemos en la resurrección del cuerpo, que hay una cierta continuidad con lo que hemos sido como personas en cuerpo y alma. Efectivamente, si la información está ahí conservada en Dios o donde sea, puede volver a aparecer, simplemente como posibilidad, con su soporte biológico natural, nuestro cuerpo. Es una conexión muy sutil, muy pobre. La información no solamente es la forma que adquiere la plastilina, sino que es algo activo. Tenemos una voluntad, tenemos una libertad y decidimos cómo se va configurando esa información. Eso falta en la teoría de Hossenfelder. Ella admite esa posibilidad, pero hay muchas otras cosas que no explica. Esa información se va organizando de manera jerárquica en otros niveles de información: átomos, moléculas, las grandes biomoléculas, las células y los tejidos. Hay un nivel de información muy importante que es el de la persona, nuestra configuración, nuestra alma, y eso se recuperará al final de los tiempos y además con nuestra corporalidad. Esta teoría podría abrir la posibilidad, sienta las bases para que eso sea posible, pero los cristianos creemos más cosas.

A veces ciencia y religión hablan de lo mismo pero de distinta maneraJavier Sánchez CañizaresInvestigador del Instituto Cultura y Sociedad

¿Podría ser esto una posible explicación científica a la reencarnación o la resurrección al final de los tiempos?

— Hossenfelder plantea una visión del universo como un gran ciclo. Tienes la información, que se conserva y va adquiriendo distintas configuraciones, pero va volviendo una y otra vez. Es más parecido a la reencarnación. Como tienes siempre la información disponible, a veces se reúne, a veces se deshace, luego se vuelve a reunir o a deshacer de una manera o de otra, pero no salimos del ciclo. La idea del cristianismo tiene del universo y de la historia no es de ciclo, sino que hay un pasado, un presente y un futuro. Hay un avance, una visión más línea de progreso. Creemos que hay una direccionalidad y hay un futuro y un fin de la historia en la que esa complejidad nuestra se mantiene. No sabemos exactamente cómo se vuelve a unir nuestra alma a nuestro cuerpo, pero se mantiene y se alcanzará en el cielo nuevo y la tierra nueva una configuración que ya es la meta. Esa jerarquía de información que hay, alcanza ya su configuración definitiva.

En toda esta jerarquía, ¿dónde se encuentra el alma?

— Me gusta pensar en el alma como el principio unificador de cada ser humano. Todos esos niveles de información que tenemos de los átomos de las moléculas de las células, de los tejidos quedan unificados de una manera muy singular en cada ser humano. El alma es precisamente ese principio de unidad, así lo veían los clásicos.

¿Qué otros aspectos de la fe tienen esta relación con la ciencia?

— Ciencia y religión son dos campos que tienen relación porque tiene una visión bastante holística. A la ciencia le interesa toda la realidad, en la medida en que la podemos conocer o medir y hacer alguna teoría de por qué la realidad se comporta de esa manera. Lógicamente, hay zonas de intersección. Una evidente es el origen del universo y la relación que tiene con la creación, el origen de la vida y del ser humano y su relación con el designio de Dios. Todo lo que tiene que ver con el ser humano le interesa a la religión, pero también cada vez más a la ciencia. Lo que vamos aprendiendo es que el ser humano no es un meteorito que cae en la naturaleza, sino que viene de la naturaleza, viene de la evolución.

¿Termina así la lucha entre ciencia y fe?

— Yo no hablaría de una lucha eterna entre ciencia y religión. La idea del conflicto viene del siglo XIX, pero hoy por hoy me parece que eso se está superando. Cada vez somos más conscientes de que hay que hablar de una complementariedad. A veces ciencia y religión hablan de lo mismo, pero de distinta manera. Desgraciadamente, para muchos científicos la religión aparece como algo totalmente opcional, en cierto modo redundante. Por eso, hay un riesgo, pero también una oportunidad para darnos cuenta de que quizá es necesario transmitir el mensaje de salvación, el mensaje de la fe, en un lenguaje que pueda ser adaptado a los científicos. Benedicto XVI habló alguna vez de esto, sobre el problema de las representaciones. Decía que en estas cosas todos nos hacemos nuestras representaciones y a veces la que hacemos desde la religión es un poco defectuosa. El científico cuando se la imagina se siente un poco defraudado.