De capellán de división a pacifista: la vida del sacerdote ejecutado por los nazis que ya es beato
Sus últimas palabras conocidas –«Ofrecí mi vida a Dios por la paz del mundo y la unidad de las iglesias»– describen a la perfección su trayectoria vital
Era un frío día de primavera aquel 17 de abril de 1944 en la prisión de Brandenburg-Görden. Max Josef Metzger había pasado unos meses en el corredor de la muerte y se dirigía de camino a la guillotina. En junio del año anterior, este sacerdote alemán fue arrestado por la Gestapo y tras un juicio espectáculo de apenas 70 minutos fue condenado a muerte por «alta traición y favorecimiento de enemigo».
Sus últimas palabras conocidas –«Ofrecí mi vida a Dios por la paz del mundo y la unidad de las iglesias»– describen a la perfección su trayectoria vital. Metzger nació en la Selva Negra en 1887 y se ordenó a los 24 años. Durante la Primera Guerra Mundial sirvió como capellán militar en las fuerzas de la Alemania imperial, pero fue dado de baja con honores en 1915 tras haber contraído neumonía y pleuresía.
Su experiencia bélica le llevó a rechazar completamente de la violencia y convertirse en pacifista. «Las guerras futuras han perdido su significado, ya que ya no dan a nadie la posibilidad de ganar más de lo que pierde», escribió. así, en 1919 fundó la Asociación de los Católicos Alemanes por la Paz, a través de la que estableció contactos con el movimiento internacional a favor de la paz.
Otra de las banderas que enarboló en una época de división y violencia fue la del ecumenismo. «La Iglesia sólo puede apoyar la paz de forma creíble si los cristianos y las iglesias cristianas se reconcilian entre sí», confesó en una carta al Papa Pío XII desde la cárcel. Era un fervoroso defensor de que uno de los pasos necesarios para la paz mundial era la unidad de la Iglesia.
En 1920, el futuro mártir fue recibido en una audiencia privada por Benedicto XV, a quien presentó su «programa religioso internacional de paz». El pontífice calificó entonces la guerra como un «derramamiento de sangre inútil» y le mostró su apoyo en promover el entendimiento y la reconciliación.
Tras el ascenso de Hitler en 1933, Metzger fue arrestado en varias ocasiones por la Gestapo, hasta la definitiva en 1943. Tuvo que mudarse de ciudad, de Meitingen hasta Berlín, para evitar a sus perseguidores. Una año antes de ser arrestado le escribió una carta al dictador nazi en la que le pedía que dimitiera, pero acabo no enviándola por consejo de sus amigos. A los pocos meses, escribió un memorando sobre la reorganización de Alemania, que quería hacer llegar al arzobispo de Uppsala. No obstante, nunca llegaría a Suecia. Su mensajera, Dagmar Imgart, era una agente encubierta de la policía secreta alemana.
Tras la muerte de este pacifista sacerdote, la pena que le había llevado al patíbulo fue anulada por un tribunal berlinés. Mertzger es considerado un mártir. En 2006, el arzobispo de Friburgo abrió el proceso de beatificación del alemán, que ha llegado a 2024 con la declaración como beato y su posterior celebración, presidida por el cardenal Koch, prefecto del dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, quien destacó su ejemplo para la cristianos de hoy. «También nosotros vivimos en un mundo gravemente lacerado y, como él, estamos llamados a ser testigos de Cristo, también en oposición a las ideologías que proliferan en el mundo actual», dijo.