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Jose Carlos Gonzalez-Hurtado

Jose Carlos Gonzalez-HurtadoCedida

Entrevista presidente de EWTN España

José Carlos González-Hurtado: «La ciencia demuestra que existe un Dios personal que cuida de su creación»

Autor de Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios (Voz de Papel) explica en La Antorcha que «en los últimos 50 años, la cosmología, la física, las matemáticas, la biología y la química llevan necesariamente a la existencia de Dios».

Su libro Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios (Voz de Papel) se ha convertido en un éxito inesperado, que le ha llevado a protagonizar numerosos vídeos virales y a ser entrevistado en canales que nada tienen que ver con la religión. Y no es casual, porque José Carlos González-Hurtado ha aplicado el mismo rigor y capacidad divulgativa en sus páginas, que las que le llevaron a la cima de una gran empresa internacional… que dejó para introducir en España el canal católico EWTN. Una solidez argumental que despliega en esta entrevista para el último número de La Antorcha, la revista gratuita editada por la Asociación Católica de Propagandistas.

— Ha escrito Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios (Voz de papel) y en un año, se ha convertido en un auténtico superventas. En pleno siglo XXI: ciencia y fe, ¿son incompatibles?

—La ciencia y la fe nunca han sido incompatibles. Eso es un mito. Y como casi todos los mitos, es un mito interesado. Hay gente que está detrás de esa idea, un grupo de ateos que nos han intentado hacer creer que la ciencia está contrapuesta a Dios. Y también, probablemente, hay una «persona», el Maligno, que es quien quiere que nos alejemos de Dios y es la que instiga eso. Pero lo cierto es que, si nunca han sido ciencia y fe contradictorios, en los últimos cincuenta años hay evidencias suficientes como para decir que pensar lo contrario es, por lo menos, temerario.

— ¿Por qué es razonable creer en la existencia de Dios?

— Responderé al margen de las pruebas filosóficas que siempre llevaron a Dios. Porque cualquier persona que comprenda realmente cualquiera de las cinco vías de santo Tomás, no puede sino llegar a la conclusión de que existe Dios. Pero lo que la ciencia viene a demostrar, porque hay evidencias, y lo que la filosofía viene a demostrar o deja en evidencia, es que existe eso que llamamos Dios creador. Contrariamente a lo que muchos católicos creen, que Dios existe no es solo una verdad de fe. La propia Iglesia, en el número 36 del Catecismo, dice que se puede llegar al conocimiento cierto de la existencia de un Dios creador solo a través de la razón.

— Entonces, ¿qué le añade la fe a la razón?

— Fe es creer que Jesucristo es Dios. Fe es creer que hay un Dios uno, y tres personas a la vez. Pero creer en Dios creador no es necesariamente una verdad de fe; es una verdad que se puede alcanzar a través de la razón y de la ciencia. En los últimos cincuenta años, la cosmología, la física, las matemáticas, la biología y la química llevan necesariamente a la existencia de Dios. Es lo que yo llamo las nuevas cinco vías.

Si el universo no es ni eterno ni infinito, necesariamente tiene que tener un principioJosé Carlos González-Hurtado

— ¿Y cuáles son esas evidencias que hacen que sea más razonable creer en la existencia de Dios, que afirmar que Dios no existe?

— Vamos por partes. En física y en cosmología hay dos posibilidades: o el universo es eterno e infinito, o el universo no es eterno ni infinito. No hay otras posibilidades: o es eterno o no lo es. O es infinito o no lo es. Si el universo es eterno e infinito, no supone un problema para los que somos creyentes, pero tampoco supone un problema para el que es ateo, porque un universo eterno e infinito podría no necesitar a Dios. Es decir, la materia eterna podría no necesitar a Dios. Esa era la teoría prevalente hasta mediados del siglo pasado: lo que se llama el universo en estado estacionario. Pero a mediados del siglo pasado llega un astrónomo y físico belga, el padre Lemaître, sacerdote católico, y propone una teoría, que después se ha comprobado suficientemente como para ser parte del modelo cosmológico estándar, que es la que llamamos teoría del Big Bang.

— Se habla mucho de esto, pero ¿qué es exactamente la teoría del Big Bang?

— Lo que viene a decir es que el universo no es eterno, porque tiene un principio. Hace 13.700 millones de años (13.700.000.000), el universo tuvo un principio. Lo que implica que toda la materia, el tiempo y el espacio estaban comprimidos en un solo punto, que es lo que se llama la singularidad. En ese punto se creó todo: la materia, el espacio y el tiempo. Eso, necesariamente, nos dice que tiene que haber un algo, un alguien, eso que llamamos Dios, que no era ni espacial, ni temporal, ni material, que fue el que creó la materia, el espacio y el tiempo. La teoría del Big Bang deja al ateísmo con brocha y sin escalera, porque no tiene una explicación de cómo se creó el universo. Pero es que, además, sabemos que el universo también tendrá un final, con lo cual no solo no es eterno, sino que tampoco es infinito.

— Si el Big Bang habla del inicio, la segunda ley de la termodinámica habla de ese final del universo…

— Y fue otro católico, Boltzmann, quien desarrolló la segunda ley de la termodinámica, que predice que el universo material tal como lo conocemos tendrá «una muerte térmica». Esto también deja al ateísmo desarbolado, porque si el universo no es ni eterno ni infinito, necesariamente tiene que tener un principio.

Portada del libro de José Carlos González-Hurtado

Portada del libro de José Carlos González-Hurtado

— Ya vemos cómo la física y la cosmología evidencian a Dios. Pero ¿desde las matemáticas?

— Hay otro señor, que se llama Hilbert, que a principios del siglo pasado propone la negación de los infinitos actuales, que viene a demostrar que el universo tampoco es infinito, porque desde la matemática lo que dice es que un infinito actual no puede existir. Si el universo fuera infinito, sería un infinito actual. Matemáticamente, demuestra que eso no puede existir, con lo cual, una vez más, la matemática dice lo mismo que la física y la cosmología. También está Gödel, un austríaco que probablemente es el matemático más importante de la historia de la humanidad, que propone los teoremas de incompletitud. Y a mí me sorprende que la gente no los conozca.

— Es que no son especialmente sencillos…

— Es verdad que son muy complicados, pero la conclusión necesaria de los teoremas de incompletitud de Gödel es que Dios tiene que existir, porque si Dios no existe, la aritmética, y, por tanto, la matemática, y, por tanto, la ciencia, no serían consistentes ni comprensibles. Gödel demuestra desde el punto de vista matemático que necesitamos a Dios para la consistencia de la ciencia.

— Más allá del cosmos, ¿se puede llegar a Dios a través del cuerpo humano?

— Sí. Porque después de la física, la cosmología y las matemáticas, están la genética y la biología. El Proyecto Genoma Humano terminó en 2004, prácticamente anteayer. Y también demuestra que el ADN del ser humano es un lenguaje, y detrás de cada lenguaje hay necesariamente una inteligencia. Para no ser yo quien lo diga, el director del Proyecto Genoma Humano era un señor que se llamaba Francis Collins, que es quizá el biólogo más importante actualmente vivo. Cuando empezó el proyecto, en 1990, era ateo. A mitad del proyecto se convirtió en teísta, y vino a decir: «He descubierto que tiene que haber Alguien que haya diseñado esto, porque hay un lenguaje». Al final del proyecto se bautizó y ahora forma parte del Consejo Asesor Científico del Papa. Es decir, que cuánta más ciencia, más Dios. Como decía Heisenberg, que también era el padre de la física cuántica, uno de los físicos más importantes que haya existido y un hombre muy religioso, el primer sorbo de la copa de las Ciencias Naturales te convertirá en ateo, pero al final del vaso, está Dios esperándote.

Nadie en física piensa que la constante cosmológica está ahí por casualidadJosé Carlos González-Hurtado

— Entonces, dentro del mundo científico, ¿quiénes son ateos?

— La gente que no ha estudiado mucho de ciencia o que no la ha practicado. En la sociedad científica norteamericana más importante preguntaron en qué creían los científicos. La inmensa mayoría son teístas o religiosos. El único sector de científicos que no son mayoritariamente teístas son los de más de setenta años, que además no han practicado ciencia: aquel que estudió química y luego se dedicó a aeromodelismo, o cosas así. Este tipo es el que tiende a no creer en Dios. Porque cuanta más ciencia, más Dios.

— No obstante, esto puede conducir a la idea de un Dios relojero, que pone en marcha el mundo y después se desentiende de él. ¿Es igual de razonable creer que el Creador no se desentiende de su obra?

— Yo diferencio tres niveles: uno es el deísmo, que, es decir: existe un Dios, ha creado el universo y se ha desentendido de él. Luego está el teísmo, que es creer en un Dios personal. Que sea un Dios personal no es que sea un Dios antropomórfico, con forma humana, sino, como decía Boecio, que tiene una inteligencia individual de naturaleza racional. Es decir, es un Dios con el que nos podemos relacionar. Y luego está la creencia religiosa: Dios se ha encarnado, es Jesucristo y ha venido aquí a salvarnos.

— ¿Qué es lo que nos asegura la ciencia?

— Las dos primeras cosas: existe un Dios personal, que cuida de su creación. La ciencia demuestra que existe un ser inteligente, omnisciente, que no es temporal, ni espacial, ni material, y que cuida de la creación, porque en cada momento de estos 13.700.000.000 de años en el que se ha dado una tesitura en que podía desbaratarlo todo, intervino para que no lo hiciera.

— ¿A qué se refiere?

— A que lo lógico y lo más probable es que el Big Bang hubiera terminado mal, en lo que se llama el Big Crunch. Hay más de doscientas leyes y constantes físicas que, si hubieran variado milimétricamente, ni tú ni yo estaríamos aquí. El universo no habría sido creado. ¿Por qué la velocidad de la luz es trescientos mil kilómetros por segundo en vacío? Porque es una constante. Si no fuera una constante, si no fuera esa velocidad, no estaríamos aquí. Pero lo cierto es que no hay ninguna razón para que eso sea así. Las constantes de la física son observables, no deducibles: se observan, pero no se pueden deducir. La constante cosmológica está afinada a ciento veinte dígitos. Esto significa ciento veinte veces 0,00000... y, al final, ciento treinta y ocho. Si esa constante cosmológica no fuera afinada a ciento veinte dígitos, sino ciento diecinueve o ciento dieciocho, y no fuera ciento treinta y ocho, sino ciento treinta y cuatro o ciento treinta y siete, el universo habría colapsado y no estaríamos aquí. Nadie en física piensa que la constante cosmológica está ahí por casualidad. Es imposible. Y no se deduce de nada. Esto es lo es importante.

Si quieres que tu hijo salve su alma, tienes que darle razones por las que creerJosé Carlos González-Hurtado

— Hablemos de los multiversos, esa teoría tan en boga por Internet que dice que el nuestro es uno entre miles de universos posibles, que no tienen ninguna conexión con nosotros y de los que no sabemos nada…

— Eso es. Unos dicen que habría dos mil universos, otros dicen que doscientos mil… Pero es que eso no es una teoría científica. Como dijo en 2021 Polkinghorne, que es el físico británico más importante de este siglo XXI, eso no es ciencia: es metafísica, en el mejor de los casos. El tipo que ideó esa teoría era un ateo, que sufrió mucho en la vida y murió a los cincuentaiún años, alcoholizado, y que tenía un deseo de trascendencia. Pero claro, siendo ateo, decía: «si muero, dejo de existir, porque soy solo materia». E ideó un: «Bueno, yo voy a aparecer en otro multiverso». Es un señor que se llamaba Hugh Everett, que propuso esa teoría a Niels Bohr, premio Nobel, y Niels Bohr se rió de él y dijo, literalmente, que Everett era un idiota. Es una teoría muy buena para películas, pero no es ciencia. Solo existe un universo y es este universo.

— Así que, aunque esté de moda, ¿es anticientífica?

— La teoría del multiverso se ha inventado como un escapismo, para huir de la necesidad de que este universo afinado haya sido creado por Dios. Hay un señor que se llama Roger Penrose, que es Premio Nobel de Física del año 2020, que hace el cálculo de cuantos universos tendrían que existir para tener un universo como este. Y es de uno elevado a diez, elevado a diez, elevado a ciento veintitrés. Es un número tan inmenso que es imposible de calcular. Hubo un candidato al Nobel, Fred Hoyle, que decía que si metes en un hangar todas las piezas desmontadas de un Boeing 747, y viene un tornado, y el tornado ensambla todas las piezas de modo que el Boeing 747 esté dispuesto a despegar sobre el mismo tornado, las probabilidades de que eso ocurra son mucho mayores que las de tener un universo como el nuestro. Lo estadísticamente probable es que nuestro universo no existiera. Lo estadísticamente probable es que ningún universo hubiera creado vida. Y, sin embargo, aquí estamos.

— ¿Por qué es tan necesario insistir en la razonabilidad de la existencia de Dios?

— Esto es un dato del Pew Research, que trata de los millennials, pero que afecta igual a la generación Z y a los boomers. Sorprendentemente, la principal razón por la que los jóvenes abandonan la práctica religiosa, en un 82 %, no es porque estén en contra de tal dogma, porque el Papa les caiga mal, o porque su párroco sea malo. Lo que dice el 82 % es que piensa que ciencia y Dios están enfrentados. Lo vuelvo a decir: la principal razón para el 82 % de los jóvenes que abandonan la fe es que la ciencia desdice a Dios. Y lo irónico es que nunca ha habido tantas pruebas como ahora. Además, más de un 60 %, dice: «si tú quieres que yo crea, dame pruebas». Por eso, cuando mis amigos católicos me dicen que no hace falta probar que Dios existe, les digo que sí es necesario.

— Así que las pruebas, o los indicios científicos, son también un modo de evangelizar…

— Si quieres que tu hijo salve su alma, tienes que darle razones por las que creer. Y, de hecho, el Catecismo las llama «pruebas» en el número 31. Tú llámalo evidencias, llámalo guías, o como quieras, pero dáselas. Porque si lo que te están pidiendo es eso, entonces la principal razón por la que la gente se aleja de la práctica religiosa es por un error inmenso. Nadie quiere parecer tonto, y por alguna extraña razón, se ha dado esa idea, también intencionada, de que creer en Dios es de tontos. Por eso hay que recordar que más del 95% de los premios Nobel de Ciencias en los últimos cien años eran teístas o religiosos, es decir, menos del 5% de los premios Nobel de Ciencias, Física, Química, Fisiología y Medicina eran ateos o agnósticos. En los Nobel de Literatura de los últimos cien años, el 35 % eran agnósticos o ateos. Lo digo de broma, pero ser ateo es de letras, no de ciencias. Y desde luego, creer en Dios, es mucho más razonable que ser ateo.

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