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El poeta español Eduardo Marquina

Eduardo Marquina y 'El sueño del Niño Jesús', un villancico popular de la época de los 40

El sueño del Niño Jesús se hizo bastante popular pese a la polémica que desencadenó, recogida en la prensa, el hecho de que el Niño Jesús desobedeciera a su Madre

Eduardo Marquina (1879-1946) cultivó el teatro poético en verso, de filiación modernista, en especial el drama histórico de corte poético con una temática basada fundamentalmente en nuestro pasado nacional; un teatro bastante efectista, con versificación muy sonora y ciertos excesos escenográficos. Entre sus obras iniciales destacan las tituladas Las hijas del Cid (1908), Doña María la Brava (1909), En Flandes se ha puesto el sol (1910), El rey trovador (1911), El Gran Capitán (1916)... Mayor contención formal se advierte en obras posteriores como el drama rural La fuente, la ermita y el río (1927), El monje blanco. Retablos de Leyenda Primitiva (1930).

Su escasa producción lírica es ajena al Modernismo. Títulos como Odas (1900), Las vendimias (1901), Églogas (1902), Elegías (1905), y más posteriores, como Tierras de España (1914) y Mi huerto en la ladera (1936), presentan el tono comedido y la emoción auténtica de la que carecen sus versos dramáticos.

Y de Marquina seleccionamos el poema El sueño del Niño Jesús, conocido también como Canción de Navidad.

El sueño del Niño Jesús


La Virgen María
pensaba y sufría,
Jesús no quería
dejarse acostar.

—¿No quieres? —No quiero.
Cantaba un jilguero,
sabía a romero
y a luna el cantar.

La Virgen María
probó si podía
del son que venía
la gracia copiar.

María cantaba,
Jesús la escuchaba,
José que aserraba
dejó de aserrar.

La Virgen María
cantaba y reía,
Jesús se dormía
de oírla cantar.

Tan bien se ha dormido,
que el día venido,
inútil ha sido
gritarle y llamar.

Y entrado ya el día,
como Él aún dormía,
para despertarlo
la Virgen María
tuvo que llorar.

Un villancico tan polémico como popular

El villancico El sueño del Niño Jesús se hizo bastante popular en la década de los 40, pese a la polémica que desencadenó, recogida en la prensa, el hecho de que el Niño Jesús desobedeciera a su Madre: «Jesús no quería / dejarse acostar. / —¿No quieres? —No quiero.» (versos 3, 4 y 5). El asunto que en él se desarrolla no puede ser más ingenuo: el Niño no se quiere dormir; María lo arrulla con la gracia de un jilguero, mientras que José deja de aserrar para que el Niño pueda conciliar el sueño; finalmente el Niño se duerme con el canto de su Madre que, para despertarlo, tiene que llorar.

Los 29 versos hexasílabos se reparten en seis estrofas de cuatro versos, seguida de una estrofa de cinco que cierra el poema. La eficaz distribución de rimas consonantes provoca una fuerte musicalidad, al ser agudo el verso final de cada estrofa. Este es, pues, el esquema de las rimas: aaab’, cccb’, aaab’, dddb’, aaab’, eeeb’, y aafab’, la quintilla final. En cierto modo, y al tratarse de un villancico que carece de estribillo propiamente dicho, la triada monorrima de cada una de las cinco estofas de cuatro versos podría considerarse la «mudanza», y el cuarto verso que impone la rima aguda, el verso de «vuelta». Por otra parte, es evidente que la rima es responsable del hipérbaton que se encuentra en los versos 9-12: «La Virgen María / probó si podía / del son que venía / la gracia copiar» (o sea, «La Virgen María probó si podía copiar la gracia del son que veía»; como puede comprobarse, deshecho el hipérbaton el el conjunto de la estrofa, las palabras se vuelven «mates», apagadas a efectos rítmicos y tímbricos).

Sea como fuere, Marquina logra una grata eufonía repartida a lo largo de toda la composición; una composición dotada de un innegable dinamismo al que coadyuvan los muchos verbos empleados. Por un lado, abundan los verbos de carácter imperfectivo (acciones pasadas cuyo principio y fin no se concretan y recalcan su continuidad): «pensaba y sufría» (verso 2), «[no] quería» (verso 3), «cantaba» (versos 6 y 13), «sabía» (verso 7), «[si] podía» (verso 10), «venía» (verso 11), «escuchaba» (verso 14), «aserraba» verso 15), «cantaba y reía» (verso 18), «se dormía» (verso 19, en construcción pronominal, con el significado de «se había quedado dormido», es decir, el verbo expresa el comienzo de la acción en el pasado), «dormía» (verso 26, con el significado de «estaba dormido»). Y, por otro lado, estos imperfectos se combinan con el pretérito perfecto (verso 21: «se ha dormido», con el significado de «acaba de dormirse»; verso 23 «[inútil] ha sido»); y con el pretérito perfecto simple (verso 10: «probó [si podía]»; verso 16: «dejó [de aserrar]; verso 29: “tuvo que llorar», perífrasis obligativa que culmina el clímax poético de la composición). Y para «actualizar» la controversia entre Madre e Hijo, Marquina recurre al presente de indicativo e incluye en el mismo verso el escueto diálogo entre ambos, en referencia al hecho de que el «Jesús no quería / dejarse acostar» (versos 3 y 4): «—¿No quieres? —No quiero» (verso 5). A esta indiscutible habilidad en el manejo de los tiempos y aspectos verbales hay que añadir las construcciones paralelísticas, que le dan al poema un ritmo muy sostenido: «La Virgen María / pensaba y sufría» (versos 1 y 2); «La Virgen María / cantaba y reía» (versos 17 y 18); «María cantaba, / Jesús la escuchaba, / José que aserraba» (versos 13, 14 y 15).

Y desde una perspectiva semántica, conmueve el esteticismo del lenguaje metafórico empleado en los versos 6, 7 y 8, con sinestesias cargadas de sugestivas connotaciones: «Cantaba un jilguero, / sabía a romero / y a luna el cantar» (el cantar del jilguero sabe a romero, no tanto por lo acre, cuanto por lo aromático; y la belleza de su canto resplandece a la luz de la luna).El sueño del Niño Jesús