Los tres errores «bastante comunes» que impiden la «conversión profunda» de los cristianos
Pedro Moreno Magro, sacerdote y doctor en Filosofía, apunta en su último libro Caminando a la luz del Evangelio (ed. San Pablo) los tres errores más frecuentes que impiden la conversión cristiana
Dejar de fumar, hacer ejercicio, comer mejor, aprender un idioma… la llegada de la Navidad trae consigo, como siempre, las listas de propósitos para el nuevo año. Un conjunto de deseos y proyectos que, en el caso de los católicos -y más en este Año Jubilar 2025- suele incorporar la intención de rezar más y de profundizar en la relación personal con Dios. O, dicho en palabras del célebre beato Tomás de Kempis, el deseo de «renovar cada día nuestro propósito de imitar a Cristo, como si hoy fuese el primer día de nuestra conversión».
Sin embargo, estos buenos propósitos suelen toparse con la dura realidad de la perseverancia y muchos acaban por dar al traste con ellos antes incluso de que acabe enero. Y no sólo en lo que al gimnasio o al tabaco se refiere, también en lo relativo a la propia conversión cristiana.
Una llamada irrenunciable
Para subrayar la importancia de la conversión basta con caer en la cuenta de que fue el propio Jesús, como relata el Nuevo Testamento, quien al inicio de su ministerio público llamaba a todos, de forma irrenunciable, a «convertirse y creer en el Evangelio». Y por ese motivo, el sacerdote Pedro Moreno Magro, que ha ejercido diversos ministerios pastorales en la diócesis de Guadalajara, ha dedicado buena parte de su último libro Caminando a la luz del Evangelio (ed. San Pablo) a trazar el itinerario de la conversión permanente de todo cristiano.
«La conversión -explica- es tarea humana y cristiana, empeño de todo aquel que quiera vivir y no morir, que quiera luchar por una meta y no pararse rendido en el camino. La conversión nos urge todos los días y en todos los campos de la vida; nos urge en la Iglesia y fuera de ella, en lo profesional y en lo familiar. La conversión nos apremia en Cuaresma y en Pascua, en el tiempo ordinario y en los días de fiesta. Siempre». Sin embargo, la experiencia también demuestra hasta qué punto es costosa, y de ahí la insistencia de la tradición eclesial en expresar que la vida cristiana es una conversión constante.
Tres enemigos de la conversión
Y aunque enemigos de la conversión personal a Dios puede haber tantos como personas, pero Moreno Magro ha detectado «tres errores o prejuicios bastante comunes», que «suelen hacer inútil e infecundo cualquier proyecto de verdad o de bien».
El primer error sobre la conversión es «creer que es mi obra y sólo mi obra». Un «terrible error», matiza el sacerdote, que tiene su explicación lógica: «Entre lo que soy, pobre y pequeño, y lo que debería y me gustaría ser, existe, a veces, tal distancia que, sencillamente, me muero del susto. No puedo hacer nada. Me rindo y me rindo pronto, porque este empeño de conversión y cambio me supera. No está a mi alcance».
Sin embargo, «las cosas no son así: el cambio o conversión, en el sentido más profundo y en sus consecuencias, lo hace Dios en nosotros a través de su Espíritu. Esta obra es obra de Dios. Por eso la pedimos constantemente: ‘Oh, Dios, crea en mí un corazón puro’ (Salmo 5)».
Un gravísimo prejuicio
El segundo error que identifica Moreno Magro es «creer que no es posible por tanto fracaso acumulado». Algo que no es sino «un gravísimo prejuicio». «La historia y las circunstancias que nos rodean son, con frecuencia, tan negras e infecundas, tan llenas de muerte y fracasos, que nos llevarían a pensar que no hay ningún espacio para la esperanza y el cambio, para la conversión profunda», apunta el sacerdote.
Y lo ejemplifica desde su experiencia pastoral: «‘Yo ya no puedo’, he oído muchas veces; ‘Mi tiempo ya ha pasado’, ‘soy como soy y no voy a cambiar’, me dicen en otras ocasiones». En este caso, «es urgente y es salvador leer y releer el capítulo 7 del profeta Ezequiel: donde había muerte y sólo muerte, ahora cunde y mana la vida». Y remarca: con ayuda de Dios, «siempre, en toda circunstancia, es posible el cambio».
Una tarea de por vida… para 2025
Por último, este doctor en Filosofía apunta un tercer error sobre la conversión: «creer que es cuestión de un día, de un momento de especial fervor y entusiasmo». «No, no -enfatiza-. Hablamos de un proceso, de una tarea de por vida». Y concluye con unas palabras del santo cardenal Newman: «Aquí sobre la tierra, vivir es cambiar, y la perfección (la santidad) es el resultado de muchas transformaciones».
Así que, este 2025, Año Jubilar de la Esperanza, no hay motivos para borrar de la lista de buenos propósitos el deseo de conversión cristiana.