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U.S. Army chaplain Father Emil Joseph Kapaun, who died May 23, 1951, in a North Korean prisoner of war camp, is pictured celebrating Mass from the hood of a jeep Oct. 7, 1950, in South Korea. He is a candidate for sainthood.  (CNS photo/courtesy U.S. Army medic Raymond Skeehan)

El Padre Kapaun, capellán del ejército estadounidense, celebrando misa desde el capó de un jeep en Corea del Sur

El capellán de la guerra de Corea que dio su vida por cientos de soldados americanos, más cerca de los altares

El padre Emil Kapaun recibió múltiples condecoraciones después de su muerte, incluida la Medalla de Honor del Congreso de los Estados Unidos y el título de Siervo de Dios por el Papa Juan Pablo II

desde su hospitalización en el Policlínico Gemelli, el Papa Francisco ha autorizado la promulgación de varios decretos relacionados con causas de canonización que pone en relieve la variedad de personajes que pueden llegar a ser elevados a los altares. No solo provenían de países distintos sino también de contextos muy diversos: médicos entre los pobres, ex sacerdotes satanistas que abrazaron la fe o soldados que dieron su vida por salvar la de otros.

En este último grupo se encuentra el padre Emil Kapaun, capellán del ejército de Estados Unidos durante la Guerra de Corea, y cuya vida podría dar un giro definitivo hacia su beatificación tras la aprobación del decreto sobre su «ofrecimiento de la vida» por parte de Francisco. Después de 74 años de su muerte, la figura de Kapaun no solo resalta la heroicidad de un hombre en tiempos de guerra, sino que destaca la entrega incondicional de un sacerdote dispuesto a dar su vida por los demás, incluso en las condiciones más extremas.

Nacido en una familia de agricultores católicos en Pilsen, Kansas, en 1916, Kapaun no tardó en sentir la vocación al sacerdocio. Desde joven se destacó no solo por su devoción religiosa, sino también por su habilidad para reparar maquinaria agrícola, una destreza que más tarde sería crucial en su servicio como prisionero de guerra. En 1940, fue ordenado sacerdote, pero el campo de batalla pronto lo llamaría. En 1944 se unió al Cuerpo de Capellanes del Ejército de Estados Unidos y fue asignado a Birmania. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, volvió a su ministerio, pero no por mucho tiempo: la Guerra de Corea le esperaba.

Un soldado sin fusil que desafía a la muerte

El 1 de noviembre de 1950, en plena Guerra de Corea, el padre Emil Kapaun celebró misa para los soldados del 3.er Batallón del 8.º Regimiento de Caballería. La guerra parecía estar llegando a su fin y muchos ya soñaban con pasar la Navidad en casa.

Hast que justo pasada la medianoche, 20.000 soldados chinos irrumpieron en su posición. Eran solo 3.000 estadounidenses y no hubo manera de contener la ofensiva. Kapaun no dudó en hacer lo que pudo: corrió entre las trincheras, sacó a rastras a los heridos y administró los últimos sacramentos en medio de los disparos.

En tierra de nadie, evitó una ejecución y convenció a los chinos de que perdonaran a varios de sus compatriotas. Pero al final, fue tomado prisionero mientras intentaba salvar a otro compañero caído.

La batalla por la vida eterna

Comenzó entonces la «marcha de la muerte»: 140 kilómetros atravesando nieve, barro y un frío insoportable. Los rezagados eran ejecutados. Kapaun cargó a un soldado herido sobre sus hombros e insistió a los demás en hacer lo mismo. Gracias a su ejemplo, muchos lograron llegar al campo de prisioneros.

Allí, la supervivencia dependía de los propios cautivos. Kapaun cuidó de los enfermos, encendió fogatas, improvisó filtros de agua y buscó comida. Desobedeció las órdenes de los guardias al organizar rezos y unir a los prisioneros, sin importar religión o rango. Es por ello que fue sometido a castigos despiadados, como estar horas de pie sobre un bloque de hielo totalmente desnudo.

El Domingo de Pascua de 1951, en el campo de prisioneros, Kapaun ofreció una ceremonia que marcó a los prisioneros para siempre. Aunque no podía celebrar misa, leyó salmos, dirigió oraciones y, por un momento, logró que sus compañeros sintieran que no todo estaba perdido. Días después el desgaste físico y los malos tratos terminaron por quebrarlo. Enfermo de neumonía y debilitado, falleció el 23 de mayo de 1951.

La fe en primera línea

Definir la palabra honor es relativamente sencillo, pero encarnarla exige una valentía que pocos poseen. La RAE lo define como la cualidad moral que obliga a cumplir los deberes con los demás y con uno mismo, pero vivir según esa exigencia, especialmente en tiempos de prueba extrema, trasciende la simple definición.

El sacrificio del padre Kapaun no pasó desapercibido. Años después de su muerte, recibió múltiples condecoraciones, incluida la Medalla de Honor del Congreso de los Estados Unidos. En 1993, el Papa Juan Pablo II lo declaró Siervo de Dios, y ahora, con el reconocimiento del Papa Francisco del «ofrecimiento de la vida», el sacerdote de Kansas podría ser beatificado.

En medio de la brutalidad de una guerra y el campo de prisioneros, el padre Kapaun enseñó el valor del sacrificio, no por buscar reconocimiento o recompensa, sino porque su fidelidad a un ideal superior –su fe y amor por Dios– lo impulsaron a actuar por «sus hermanos más pequeños», sabiendo que entonces «a mi me lo hicisteis» (Mt 25,40).