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Una cruz en el altar manchada de sangre dentro de la iglesia católica de San Francisco un día después de un ataque a los fieles en Nigeria

Una cruz en el altar manchada de sangre dentro de la iglesia católica de San Francisco un día después de un ataque a los fieles en NigeriaEFE

Adeniyi Abayomi, párroco de la iglesia atacada en Nigeria: «El miedo se ha instalado en la mente de algunos feligreses»

«Me quedé en el interior de la sacristía. No podía moverme porque estaba rodeado de niños, al tiempo que algunos adultos se aferraban a mí; algunos niños incluso se escondieron debajo de mi casulla, yo los protegía como una gallina a sus polluelos»

El Padre Andrew Adeniyi Abayomi es el párroco de la iglesia de San Francisco Javier, donde el pasado 5 de junio, Domingo de Pentecostés, unos terroristas masacraron dejó a 50 fieles y dejaron decenas de heridos. El P. Abayomi ha testimoniado a Ayuda a la Iglesia Necesitada(ACN) la tragedia vivida ese día.

Todavía no saben cuantos eran los terroristas y duda al contar que «algunos testigos presenciales dicen que eran cuatro, mientras que otros aseguran que, además de esos cuatro, había otros infiltrados entre nosotros en la iglesia, lo cierto es que se desconoce el número real».

«¡Padre, pistoleros!»

El sacerdote acaba de terminar la misa y se encontraba en el presbiterio: «Estaba reponiendo el incienso para la procesión posterior fuera de la iglesia. Fue entonces cuando oí un ruido. Pensé que era un portazo o que alguien se había caído o había visto una serpiente, como ya había ocurrido en alguna ocasión». Pero no fue así. Una vez oyó un ruido fuerte, vio a los feligreses correr despavoridos:

«Me quedé en estado de shock, preguntándome qué estaba pasando, cuando alguien corrió hacia mí gritando».

«Yo los protegía como una gallina a sus polluelos»

Inmediatamente, «algunos se armaron de valor y cerraron la puerta de entrada; insté a la gente a pasar por el presbiterio para entrar en la sacristía, y algunos feligreses escaparon por allí. Yo me quedé en el interior de la sacristía. No podía moverme porque estaba rodeado de niños, al tiempo que algunos adultos se aferraban a mí; algunos niños incluso se escondieron debajo de mi casulla, yo los protegía como una gallina a sus polluelos».

Los feligreses exclamaban: «¡Padre, por favor, sálvenos; Padre, ¡rece!», e intentó calmarlos, diciéndoles que no se preocuparan, que estaba rezando y que Dios haría algo. «Entonces oí tres o cuatro explosiones, una tras otra», ha declarado el sacerdote, todavía conmocionado por lo sucedido.

Cuando los atacantes se fueron, tras 25 minutos de caos, salieron de la sacristía y vieron a los feligreses muertos y a muchos otros heridos: «Supliqué a la gente que llevara a nuestros hermanos y hermanas heridos al hospital. Con la ayuda de los feligreses que saben conducir empecé a trasladar a algunos de los heridos al hospital de San Luis y al centro de salud federal».

El estado de Ondo siempre había sido pacífico, en comparación con el norte y el centro de Nigeria, pese a algunas tensiones entre los pastores fulani y los campesinos cristianos. Pero ahora hay grupos militantes que están movilizando a la gente en el suroeste y en otras partes del país, pero eran desconocidos para el pueblo; de hecho, el padre Adeniyi Abayomi cuenta que «no pudieron identificarlos por la lengua porque no hablaron y se hicieron pasar por feligreses en la misa».

Atención a las víctimas

Ahora hay que recomenzar con las víctimas, que necesitan todo tipo de ayuda, sobre todo pastoral y de acompañamiento: «Rezamos con ellos, les administramos el sacramento de los enfermos y los animamos a mantener viva la esperanza; también atendemos a sus familias y a los demás afligidos. Nuestra diócesis ha pedido apoyo a otras parroquias, tanto el Gobierno como organizaciones no gubernamentales como la Cruz Roja y otros -incluso grupos musulmanes e imanes- están acudiendo en nuestra ayuda de forma concreta y económica».

Las víctimas de la tragedia necesitan todo el apoyo posible, material y económico para atender a las víctimas y a los supervivientes, empezando por «una estrategia de seguridad propia, porque el personal de seguridad cercano y la policía no acudieron a nuestro rescate a pesar de que el atentado duró 20 minutos», ha insistido el párroco que también ha reconocido que «el miedo se ha instalado en la mente de algunos feligreses, pero, no obstante, nosotros estamos decididos a reanimarlos, a mantenerlos firmes en la fe y a reconfortarlos».

Fortalecidos en la fe

El objetivo, a juicio de Andrew Adeniyi Abayomi es «establecer un contacto directo con ellos para fortalecerlos y recordarles que profesar nuestra fe en Dios significa que le entregamos toda nuestra vida». Porque «esta vida es solo un tránsito a la eternidad – la eternidad debe ser nuestra meta final», ha testimoniado con certeza: con la misma certeza de que parece haber anidado en el corazón de los fieles, que se han visto fortalecidos en la fe: «En mis encuentros con los feligreses no he visto una pérdida de fe, sino un fortalecimiento. Están preparados y dispuestos a permanecer firmes. Yo sigo rezando por ellos todos los días, la misa la celebramos por las intenciones de los que todavía están en el hospital para contribuir a su rápida recuperación».

Tras la tragedia y la lenta recuperación de los heridos, los conmovidos fieles de la parroquia de san Francisco Javier, celebran misas por las almas vivas de los que han muerto, en un gesto conmovedor de comunión en la fe «para que descansen en paz todos los miembros de la parroquia; para que permanezcan firmes en la fe y vivos en la esperanza». Ha terminado declarando el conmocionado sacerdote nigeriano, que ahora trata de recuperarse y de recuperar a una comunidad golpeada por la irracionalidad del mal.

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