O al establecer en 1501 a través del delegado real en América, Nicolás de Ovando, «instrucciones claras que respaldasen en todo momento lo que hoy llamamos derechos de la persona. O añadiendo al final de su testamento, en 1504, el famoso codicilio en el que pide a su marido, el rey Fernando, a su hija y heredera, Juana, »que no permitieran que los indios sufrieran el menor daño en sus personas y en sus bienes, sino por el contrario ordenar que fueran tratados con justicia y humanidad, que repararan el daño que pudieran haber sufrido", que se podrá comprobar en la información de Vasco de Quiroga de 1535, desde México, como protección isabelina de los Indios