¿Van al cielo los niños que mueren sin bautizar?
En 2007, Benedicto XVI resolvió la cuestión en el documento La esperanza de salvación para los niños que mueren sin Bautismo
son muchos los niños que mueren sin llegar a ser bautizados. Esto plantea lógicamente una reflexión sobre la posibilidad de salvación de sus almas, que sin haber cometido pecados personales, participan del pecado original.
Ya en 2007 la Iglesia, a través de la Comisión Teológica Internacional, con el beneplácito de Benedicto XVI, resolvió esta cuestión a través del documento titulado La esperanza de salvación para los niños que mueren sin Bautismo.
Hasta ese momento, la Iglesia mantenía la tradición de la teoría del Limbo, que define en el mismo documento de esta manera: «Estado en el que las almas de los niños que mueren sin bautismo no merecen el premio de la visión beatífica, a causa del pecado original, pero no sufren ningún castigo, ya que no han cometido pecados personales».
Razones de la esperanza
Tras una extensa reflexión sobre los principios teológicos y las reflexiones precedentes al respecto; la Comisión ve que se ha «presentado un claroscuro» sobre la salvación de estos niños.
Por un lado «los principios teológicos subyacentes parecen favorecer la salvación de los niños no bautizados de acuerdo con la voluntad salvífica universal de Dios».
Mientras que también existe una extensa tradición doctrinal, que no tiene un valor teológico definitivo, que «en su preocupación por salvaguardar y no comprometer otras verdades del edificio teológico cristiano, ha expresado una cierta reticencia, o incluso, un claro rechazo a considerar la salvación de estos niños».
El misterio de la salvación cuenta con una «continuidad fundamental en la reflexión de la Iglesia [...]de generación en generación bajo la guía del Espíritu Santo», y el destino de estos niños es un tema «de los más difíciles de resolver en la síntesis teológica».
Este tema pone de manifiesto la aparente contradicción entre «la necesidad del Bautismo para la salvación y la voluntad salvífica universal de Dios».
Los cristianos estamos especialmente llamados a ser testigos ante la «crisis de la esperanza en el mundo contemporáneo», que «lleva a la Iglesia a una apreciación más profunda de la esperanza, que es central para el Evangelio cristiano».
Ante esta renovada esperanza que ilumina el Espíritu a la Iglesia, esta «ha mostrado una creciente apertura a la posibilidad de salvación para los niños no bautizados».
Sin embargo la iglesia no puede determinar con certeza cuál es el destino de estos niños; se conoce la gloria de los santos Inocentes, pero «el destino de los niños no bautizados no nos ha sido revelado, y la Iglesia enseña y juzga solamente en relación con lo que ha sido revelado. Pero lo que sabemos de Dios, de Cristo y de la Iglesia nos da motivos para esperar en su salvación».
Filantropía de Dios
El amor de Dios por el hombre va más allá de nuestro limitado entendimiento, por que «lo que Dios preparó para los que le aman» es «lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó».
Ya el Concilio Vaticano II enseñó que «Dios no niega la «ayuda necesaria para la salvación» a aquellos que, sin culpa por su parte, todavía no han llegado a un explícito conocimiento de Dios, pero que, con la ayuda de la gracia, «se esfuerzan por conseguir una vida recta»».
Por tanto, un niño que ha muerto sin ser bautizado; que además no ha cometido pecado alguno, cuenta con la gracia de Dios. Como afirma el Catecismo, «la potencia de Dios no se limita a los sacramentos», por tanto Dios puede «dar la gracia del Bautismo sin que el sacramento sea administrado, un hecho que debería ser especialmente recordado cuando la administración del Bautismo fuera imposible». Porque «en todo momento y en toda circunstancia, Dios ofrece un remedio de salvación para la humanidad».
Conclusión
Finalmente el documento de la Comisión Teológica Internacional proclama, tras examinar esta compleja cuestión, la esperanza de que los niños son salvados.
«Nuestra conclusión es que los muchos factores que hemos considerado ofrecen serias razones teológicas y litúrgicas para esperar que los niños que mueren sin bautismo serán salvados y podrán gozar de la visión beatífica. Subrayamos que se trata de motivos de esperanza en la oración, más que de conocimiento cierto». Hay muchas cosas que, simplemente, «no nos han sido reveladas» (cf. Jn 16,12). Por eso, Vivimos en la fe y en la «esperanza en el Dios de misericordia y de amor que nos ha sido revelado en Cristo y el Espíritu, «que nos mueve a orar en acción de gracias y alegría constantes».
Lo que nos ha sido revelado es que el camino de salvación ordinaria pasa a través del sacramento del Bautismo. Ninguna de las consideraciones expuestas puede ser minimizan la necesidad del Bautismo «ni para retrasar su administración». Sin embargo, precisamente esta necesidad, nos ofrece poderosas razones «para esperar que Dios salvará a estos niños cuando nosotros no hemos podido hacer por ellos lo que hubiéramos deseado hacer, es decir, bautizarlos en la fe y en la vida de la Iglesia».