Gerhard Müller: «Algunos que fueron grandes enemigos de los papas, ahora son súperpapistas»
El cardenal Müller visita España para el homenaje al Papa emérito Benedicto XVI por su 95 cumpleaños
Gerhard Müller charla con El Debate hablando un castellano fluido y delicado, con esa mezcla de prosodia germánica atenuada –como su compatriota Ratzinger– y de algún vocablo italiano.
El cardenal Gerhard L. Müller (Maguncia, 1947) fue prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe entre 2012 y 2017. También estuvo a cargo de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei –hasta que Francisco la disolvió en 2019–, de la Comisión Teológica Internacional y de la Pontificia Comisión Bíblica. Hasta 2012 fue obispo de Ratisbona, de modo que fue él quien preparó la visita en la cual el pontífice bávaro pronunció uno de sus más célebres discursos (2006). Estos días ha visitado Madrid para participar en sendos homenajes a Juan Pablo II y Benedicto XVI. Por una parte, ha acudido a un acto del Instituto Karol Wojtyła-S. Juan Pablo II» que ha servido para conmemorar los cuarenta años del primer viaje a España del papa polaco. El segundo evento es el Congreso de dos días con motivo del 95º cumpleaños del pontífice emérito Ratzinger. Se trata de unas jornadas que organiza el Instituto de Humanidades Ángel Ayala (CEU), junto con la Fundación Christiana Virtus y la Asociación de Teología Eclesiástica.
–Su Eminencia ha venido a Madrid para sendos actos de homenaje a Juan Pablo II y Benedicto XVI. ¿Qué han supuesto Juan Pablo II y Benedicto XVI para la Iglesia?
–Son los dos papas posteriores al Concilio Vaticano II. Obviamente, también estuvo Pablo VI, y Juan Pablo I, aunque apenas unos días. De modo que, realmente, son estos los dos papas posteriores al Concilio. Había problemas con la interpretación fundamental y real del Concilio, y ambos papas habían participado; uno como obispo, y otro como teólogo. Por tanto, son los personajes adecuados para la interpretación del Concilio. Juan Pablo II había colaborado en la redacción de Gaudium et spes, era un experto en Doctrina Social de la Iglesia y en sus repercusiones políticas. Él venía de las experiencias que se habían vivido bajo el comunismo y la dictadura de la Unión Soviética en Europa. Él había visto las desastrosas consecuencias de una antropología atea, porque es una antropología que va contra la libertad y la dignidad del hombre. El hombre no es sólo materia, sino que es sujeto de su propia existencia. Por su parte, Ratzinger, en su juventud, había observado las consecuencias de otra forma de totalitarismo, el nacional socialismo alemán. Por eso, ellos son los intérpretes adecuados del Concilio Vaticano II y de los problemas que hay hoy en el mundo.
–¿Qué problemas?
–Por ejemplo, el trans-humanismo, o post-humanismo, que son hijos del totalitarismo y su experimentación con seres humanos. Hoy el post-humanismo niega la identidad sexual de las personas; sus promotores son «anti-sexualistas», y los católicos somos los «sexualistas», porque afirmamos el valor de la sexualidad masculina y femenina como elemento de la identidad personal y de la identidad comunitaria Los católicos somos hoy los abogados de la humanidad.
Los cristianos somos siempre la vanguardia de la humanidad, del humanismo. El humanismo clásico es el cristianismo
–Hoy se discuten asuntos que siempre habían estado claros: desde la Eucaristía o el divorcio hasta la homosexualidad y la Virgen María. ¿A qué se debe?
–Es un éxito del Diablo, porque el Diablo es el príncipe de la confusión y también de la rebelión contra Dios. Aparte, también en la Iglesia de hoy tenemos la tentación de querer ser «los modernos». Algunos obispos son de la opinión de que la Iglesia no está al nivel del mundo moderno. El cardenal Martini dijo que, después de la Ilustración, «vamos con un retraso de doscientos años». Pero, si reflexionamos con profundidad, veremos que los valores de la Ilustración y de la Revolución Francesa son valores secularizados cuyo origen está el cristianismo. El lema «Libertad, igualdad, fraternidad» ya aparece formulado en Fénelon, y, en cierto, también antes, en la Escuela de Salamanca, con Francisco de Vitoria. Toda la doctrina moderna de la política, de la democracia y del derecho natural –según la cual, todos tienen los mismos derechos–, y todos estos valores de la modernidad son exclusivamente cristianos, o vienen de la filosofía griega o del derecho romano. Esta es la base de la cultura europea, y también la base de toda la humanidad. Por eso, es necesario que entendamos que los católicos no vamos con atraso. Nosotros somos siempre la vanguardia de la humanidad, del humanismo. El humanismo clásico es el cristianismo.
«El Sínodo alemán se tiene que acabar, porque es un daño para la Iglesia»
–¿En esta confusión, ciertas noticias o ciertos nombramientos polémicos, como los recientes en la Academia Pontificia para la Vida, resultan más difíciles de comprender?
–Las palabras del Papa –de todos los papas, y también del actual– son claras contra el aborto. Son muy claras, pero también hay que actuar de manera clara. Nadie puede entender estos nombramientos de activistas pro-aborto. No es algo que quepa justificarse apelando al diálogo. Matar a un ser humano va contra el Logos, y la vida de cada uno de nosotros comienza a partir de la existencia del embrión en el seno materno. Los católicos, en Jesucristo, que ha vencido a la muerte, estamos totalmente a favor de la cultura de la vida. Y en contra de la «cultura» –mejor dicho, la «anti-cultura»– de la muerte. Sí que podemos entablar diálogo, discusiones, controversia con quienes están a favor del aborto, pero estas personas no pueden entrar en la Academia pro Vita. No se puede estar a la vez a favor y en contra de la vida.
Pretenden instrumentalizar el prestigio del Papa, como Papa de la Iglesia Católica, para sus intereses
–¿Cuál es su opinión sobre el sínodo alemán?
–El Sínodo alemán se tiene que acabar. Porque resulta absolutamente dañina para la Iglesia católica esta contradicción a la Revelación y a la razón humana.
–Hace poco, Su Eminencia ha salido al paso de ciertas voces que aseguran que el papa es una especie de autócrata con plenos poderes.
–Claramente, los Concilios Vaticano I y II nunca hablaron de autocracia papal. Hay algunos que fueron grandes enemigos de los papas anteriores, y que ahora se han vuelto súper papistas, pero no porque acepten la autoridad del Papa, sino porque pretenden instrumentalizar el prestigio del Papa, como Papa de la Iglesia Católica, para sus intereses. Defiendo la infalibilidad del Papa y la centralidad del papado en la Iglesia. Y ahora me veo forzado, obligado a defender el papado contra quienes quieren instrumentalizar la autoridad del Papa con fines que no son católicos.