Por eso, en esencia, «todo mi querer, –reconoce el filósofo italiano– se reduce a esto, a no querer soportar esta necesidad de la muerte. Pero, ¿ qué es esto que quiero sino precisamente la quimera de lo imposible? Yo soy así, y ¿qué es lo que pido sino ser así, sino ser otro yo mismo?». La Fiesta de Todos los santos es la realización de esa quimera, de ese imposible que en palabras de Benedicto XVI nos hace pregustar la belleza de total apertura a la mirada de amor de Dios y de los hermanos, «estando seguros de alcanzar a Dios en el otro y al otro en Dios». En los santos, a juicio de Benedicto XVI, «vemos la victoria del amor sobre el egoísmo y sobre la muerte: vemos que seguir a Cristo lleva a la vida, a la vida eterna, y da sentido al presente, a cada instante que pasa, pues lo llena de amor, de esperanza. Sólo la fe en la vida eterna nos hace amar verdaderamente la historia y el presente, pero sin apegos, en la libertad del peregrino que ama la tierra porque tiene el corazón en el cielo».