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Fray Valentí Serra, veterano belenista franciscano capuchinoNorbertfoto

Fray Valentí Serra: «El belén del Ayuntamiento de Barcelona me parece una tomadura de pelo»

El capuchino acaba de publicar Entrem dins del pessebre, un libro donde analiza la tradición belenística catalana y la simbología de las distintas figuras del Nacimiento. «Se mitifica al 'caganer' en los pesebres catalanes con intención comercial y secularizadora», señala el veterano belenista

Fray Valentí Serra de Manresa es uno de los mayores expertos en el estudio de la cultura popular catalana. Fraile capuchino, es archivero en el convento de Sarrià, en Barcelona, y no es raro verle pasear por las calles del barrio con su hábito marrón y su larga barba blanca. Acaba de publicar con Ediciones Morera el libro Entrem dins del pessebreEntremos dentro del pesebre»), en el que analiza la simbología de las figuras del belén para comprender mejor lo que él llama «un pequeño universo en tus manos».

–En 2019 ya publicó un libro sobre el belén, El nostre pessebre. ¿Qué le ha llevado a volver a abordar el tema tan solo dos años después?

–Por un lado, el documento Admirabile signum sobre el pesebre, que el Papa Francisco firmó en Greccio el 1 de diciembre de 2019, me animó a retomar el estudio del tema para profundizar sobre el simbolismo de las figuras, y sobre el gran valor estético y catequético de un belén. Por otro lado, la proximidad de los ocho siglos del primer pesebre viviente, promovido por San Francisco de Asís en Greccio la noche de Navidad de 1223, era un buen incentivo para retornar al estudio del pesebrismo y vincularlo a la tradición popular catalana.

–¿En qué sentido?

–La costumbre de montar un belén por Navidad no nació en Cataluña, pero sin duda hoy podemos considerarla una tradición que hemos hecho muy nuestra y se ha integrado plenamente en nuestra identidad. Me pareció que debía continuar investigando sobre el pesebre, que se vuelve un pequeño universo en nuestras manos.

–Hablando de la tradición popular catalana, cuando uno piensa en algo «típico» de los pesebres de aquí, lo primero que viene a la cabeza es el caganer.

–Como explico en el libro, la figura del caganer de algunos pesebres caseros no es exclusiva de Cataluña, y mucho menos es identitaria, ni la más típica. Muy posiblemente, la figura más popular, emblemática y típica del pesebre catalán sea la del pastor de la anunciata tirado al suelo y soplando la hoguera.

–Entonces, ¿de dónde viene esta figura?

–El origen iconográfico de la figura del caganer en Cataluña habríamos de buscarlo en los azulejos de cocina de la extensa serie de los oficios con representaciones de momentos y edades de la vida cotidiana –todos ellos representados en el pesebre–, como por ejemplo los que encontramos en la antigua cocina del monasterio de Pedralbes. Allí encontramos alguna de finales del siglo XVIII donde hay representado un caganer. De ahí, empieza a introducirse –y no de manera unánime– en algunos pesebres catalanes de principios del siglo XIX.

–En su libro plantea que las distintas figuras del pesebre tienen una simbología religiosa, ¿también ésta?

–Esta figura se solía situar en un lugar muy discreto del pesebre –nunca uno vistoso– para simbolizar o expresar plásticamente el vínculo entre la Encarnación del Hijo de Dios y la madre tierra, debido a que el caganer, a través de la deposición fecal, la fertilizaba con las heces que depositaba en el suelo, a modo de abono. Otros estudiosos, no obstante, quieren ver en ella una suerte de contrapunto al mensaje sobrenatural del pesebre, tanto que en nuestros días –de forma desmesurada y muy malintencionada– se ha querido mitificar y potenciar la figura del caganer, exagerando su grosería con un exceso de popularidad y falso tipismo. Es una figura muy secundaria y que, por intereses secularizadores o comerciales, no podemos magnificar, ya que sencillamente querría expresar dentro del pesebre los límites de la condición humana.

Fray Valentí frente al pesebreNorbertfoto

–En su libro analiza también otras figuras, claro.

–Sí, el ya citado hombre que sopla el fuego, la lavandera, los animales de granja… y también otras, como aquella un poco misteriosa de la hilandera, que muy posiblemente sea una alusión a una parca de la mitología griega. También analizo la figura del pastor de las nieves, o el herbolario, que seguramente sea el eco de Silvano. Según los romanos vivía en los bosques y tenía los rasgos de un anciano, pero agraciado con la fuerza de un joven para proteger los rebaños. Se le representa en el pesebre muy abrigado, con una rama de pino en una mano y un cuchillo en la otra.

–Este año, el pesebre moderno del ayuntamiento de Barcelona consiste en una serie de videoproyecciones sobre la fachada del consistorio donde se mezclan figuras del pesebre con el tió y otras tradiciones. ¿Qué le parece?

–Me parece una tomadura de pelo. Con este tipo de propuestas alternativas al pesebre tradicional se eliminan la belleza, la ternura y el mensaje del belén. No te deja entrar dentro del pesebre ni nos sentimos implicados en el paisaje.

–En este sentido, ¿considera que el pesebre tendría que «modernizarse» –como dirían algunos– para adaptarse a una sociedad donde muchas personas no conocen a Jesucristo?

–Bueno, el belén, en tanto que tradición viva, se resiste a permanecer inmóvil, y también explora nuevas formas y lenguajes para hacernos llegar su mensaje. De hecho, ya en la década de los años 50 del siglo XX, los artistas de Olot postulaban una renovación del arte pesebrístico para impedir que fuera un plagio de épocas pasadas, ya que los pesebristas, con sus creaciones navideñas, también se pueden mostrar abiertos a las inquietudes artísticas de cada momento, pero siempre dentro de unos límites y de una proporcionalidad, sin afectar nunca a las figuras principales o del «misterio».

–Decía antes que Entrem dins del pessebre conmemora los 800 años desde el pesebre de San Francisco en Greccio. ¿Qué podemos aprender hoy de aquella experiencia original?

–Según la Vita Prima de fray Tomás de Celano, sabemos que San Francisco, pasando por el Valle de Rieti, quince días antes de la Navidad de 1223, llamó a un hombre del lugar, de nombre Juan, y le pidió que fuera a cumplir un deseo. «Deseo celebrar la memoria del Niño que nació en Belén –le dijo– y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos el malestar y la pobreza que sufrió, y cómo fue reclinado en el pesebre, sobre la paja, entre el buey y el asno». En esta primera biografía de San Francisco se pone de relieve el vínculo entre la encarnación del Hijo de Dios y la Eucaristía. La experiencia de Greccio nos lleva a adentrarnos en el pesebre, a imaginar las escenas, a recibir y acoger al Dios altísimo que nos ama y se hace infante. A sentirnos implicados en el mensaje navideño que nos hace desear ser «buenos, humildes y sencillos», como las figuras de nuestro pesebre.

–Hablaba también de la figura del herbolario, y usted mismo ha publicado varios libros sobre los aspectos curativos de las hierbas tradicionales. ¿Las plantas típicas de la Navidad tienen propiedades terapéuticas?

–Las fiestas navideñas se han asociado a un conjunto de plantas que, además de su función decorativa, gozan de numerosas propiedades curativas y gastronómicas: el musgo, la pinaza, el abeto, el acebo, el galzeran y el muérdago. Por ejemplo, la raíz del galzeran –conocido también como «cerezo de Belén»–forma parte del prestigioso julepe de las cinco raíces, y goza de eficientes propiedades antihemorroidales. Cuando sus brotes están tiernos, se pueden comer en ensalada, pues son muy aperitivos y diuréticos, pero no les conviene a los hipertensos.

–¿El abeto también tiene usos medicinales?

–Además de ser el «árbol santo», cuyas ramas verdes simbolizan la eternidad y la perennidad del amor de Dios a los hombres, nos aporta la trementina –también conocida como aceite de abeto–, agraciada con numerosas virtudes balsámicas y vulnerarias.

–¿Qué valor cree que tiene recuperar este conocimiento en una sociedad híper-medicada?

–En nuestros días, el abuso de los medicamentos de elaboración química, con sus contraindicaciones, ha suscitado un retorno a los remedios de toda la vida, a las plantas medicinales, algunas de las cuales se remontan a tradiciones medievales e incluso de la Edad de Piedra.